II. VIII

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Message on the wall

Llego octubre y un frío húmedo se extendió por los campos y penetró en el castillo. La señora Pomfrey, la enfermera, estaba atareadísima debido a una repentina epidemia de catarro entre profesores y alumnos. Su poción pimentónica tenía efectos instantáneos, aunque dejaba al que la tomaba echando humo por las orejas durante varias horas. Como Ginny Weasley tenía mal aspecto, Percy le insistió hasta que la probó. El vapor que le salía de debajo del pelo producía la impresión de que toda su cabeza estaba ardiendo.

Gotas de lluvia del tamaño de balas repicaron contra las ventanas del castillo durante días y días; el nivel del lago subió, los arriates de flores se transformaron en arroyos de agua sucia y las calabazas de Hagrid adquirieron el tamaño de cobertizos. El entusiasmo de Roger Davis, sin embargo, no se enfrió, y por este motivo Ari, a última hora de una tormentosa tarde de sábado, cuando faltaban pocos días para Halloween, se encontraba volviendo a la torre de Ravenclaw, calada hasta los huesos y salpicado de barro.

Aunque no hubiera habido ni lluvia ni viento, aquella sesión de entrenamiento tampoco habría sido agradable. Page y Samuels, que espiaban al equipo de Slytherin, habían comprobado por sí mismos la velocidad de las nuevas Nimbus 2.001. Dijeron que lo único que podían describir del juego del equipo de Slytherin era que los jugadores cruzaban el aire como centellas y no se les veía de tan rápido como volaban.



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Ariadnna y Harry se encontraban caminando por el corredor desierto con los pies mojados, pues estaban saliendo del entrenamiento de Ari, al que Harry insistió en asistir, pues no quería que su hermana se enferme y llevo un paraguas, cuando se encontraron a alguien que parecía tan preocupado como ellos. Nick Casi Decapitado, el fantasma de la torre de Gryffindor, miraba por una ventana, murmurando para sí: «No cumplo con las características... Un centímetro... Si eso...»

-Buenas tardes, Sir Nick -dijo Ari.

-Hola, hola -respondió Nick Casi Decapitado, dando un respingo y mirando alrededor.

Llevaba un sombrero de plumas muy elegante sobre su largo pelo ondulado, y una túnica con gorguera, que disimulaba el hecho de que su cuello estaba casi completamente seccionado. Tenía la piel pálida como el humo, y a través de él Ari podía ver el cielo oscuro y la lluvia torrencial del exterior.

-Parecéis preocupados, jovenes Potter -dijo Nick, plegando una carta transparente mientras hablaba, y metiéndosela bajo el jubón.

-Igual que usted -dijo Harry.

-¡Bah! -Nick Casi Decapitado hizo un elegante gesto con la mano-, un asunto sin importancia... No es que realmente tuviera interés en pertenecer... aunque lo solicitara, pero por lo visto «no cumplo con las características». -A pesar de su tono displicente, tenía amargura en el rostro-. Pero cualquiera pensaría, cualquiera -estalló de repente, volviendo a sacar la carta del bolsillo-, que cuarenta y cinco hachazos en el cuello dados con un hacha mal afilada serían suficientes para permitirle a uno pertenecer al Club de Cazadores Sin Cabeza.

-Desde luego -dijeron los mellizos, que se dieron cuenta de que el otro esperaba que le diera la razón.

-Por supuesto, nadie tenía más interés que yo en que todo resultase limpio y rápido, y habría preferido que mi cabeza se hubiera desprendido adecuadamente, quiero decir que eso me habría ahorrado mucho dolor y ridículo. Sin embargo... -Nick Casi Decapitado abrió la carta y leyó indignado:

𝔥𝔶𝔭𝔫𝔬𝔱𝔦𝔷𝔢𝔡| 𝘓𝘶𝘯𝘢 𝘓𝘰𝘷𝘦𝘨𝘰𝘰𝘥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora