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¿Cliché? ¡Cliché!

—No me puedo creer que en serio te estés planteando hacer esto.

—Yo tampoco me lo puedo creer.

—Harás el ridículo, espero que lo sepas.

Le di un golpe a Diana con mi codo en sus costillas.

—No, no lo haré, todo saldrá bien. Ya verás. Por lo menos sabrá que existo, y eso ya es un adelanto —hablé, intentando convencer a Diana y convencerme a mí misma acerca del show que había planeado la noche anterior.

—Entonces, básicamente, ¿vas, te lanzas a él, y dejas caer los libros?

Si lo decía de aquella forma, sonaba ridículo. Sonaba en extremo ridículo, pero tenía que hacer algo, y no podía esperar más.

—Algo así. —Asentí, y me aferré a las correas de mi mochila.

Diana y yo atravesábamos el campus en dirección a nuestra primera clase. Por suerte, su salón estaba cerca del mío. El aire en la mañana estaba fresco, y quizá podría causar algún escalofrío.

—¿Cuando sería eso? —inquirió ella, colocando el dedo índice sobre su barbilla en un gesto pensativo.

La verdad es que sí me sentía un poco incómoda por la situación planteada en mi cabeza, y eso teniendo en cuenta de que la situación en mi cabeza tenía un buen desarrollo.

—En cualquier cambio de turno. Nada más que lo vea.

Comenzamos a subir las escaleras para la tercera planta, y entre las preguntas minuciosas de Diana, finalmente llegamos a nuestro destino. Ella se fue por un pasillo, y yo por el contrario, arrastrando mis piernas con notable fastidio.

Una vez estuve dentro del salón, me lancé en mi habitual puesto, justo al lado de Renee.

—Hola Renee —saludé sin ánimos, y dejé caer mi cabeza sobre la madera fría de la mesa.

Ella se me quedó mirando por unos segundos, y luego pestañeó varias veces, como si lo que estuviese viendo no fuese real.

Entonces acercó su silla a la mía, y vi en su rostro la intención de decirme algo, así que me acerqué, y ella colocó una mano al costado de su rostro para que no nos escuchasen.

—¿Por qué hiciste eso ayer?

Fruncí mi ceño ante su pregunta, y por mi cabeza pasó la idea de que tal vez me estuviese hablando de Christopher. Pero, ¿cómo iba ella a saber eso?

—Pues... verás... —Vacilé un poco antes de contestar—. No es lo que parece. Bueno, tal vez sí lo sea, pero es que... bueno, que me gusta y eso —respondí, y me quedé extrañada ante mi respuesta tan rara.

Ella alzó una de sus cejas, y me dedicó una mirada de incredulidad.

—¿Qué? —soltó con un tono agudo, como si fuese muy ilógico lo que le había respondido.

A lo mejor me quiso preguntar otra cosa.

En ese momento, el profesor entró a la clase, y no pude hacer más que poner los ojos en blanco.

La primera hora de agonía había comenzado.

(...)

La cafetería de la universidad era mi lugar menos favorito en todo el campus. El ambiente era agitado y pesado, y si a eso le sumamos que la comida ni siquiera es buena, pues empeora todo.

La climatización era casi en vano. Básicamente era imposible notar la diferencia.

Le di un sorbo a mi bebida de mala gana, y cuando hice sonar el vaso contra la mesa, todos dejaron de hablar para mirarme a mí.

Te ves como el chico Perfecto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora