El Club de Lectura.
—El club de lectura.
—El, ¿qué?Diana me miró directamente a los ojos, como si yo le hubiese hecho una broma muy mala.
—¿Por qué te meterías al club de lectura de la Universidad? —preguntó sin quitar su mirada de mí.
Golpeé su frente dos veces con mi dedo índice.
—Piensa, Diana, piensa. ¿Por qué motivo me iba yo a meter a un club de lectura?
Ella parecía confundida. Genuinamente confundida.
—Eso fue lo que te pregunté —respondió y se encogió de hombros—. Nunca has sido fan de leer... incluso insistes en que Harry Potter es mejor en la película y ni siquiera te has leído un libro.
—Harry Potter es horrible en ambos formatos —declaré con todo el afán de ofender.
Diana era fan de esa saga. A mí me daba muy igual pero ella se lo tomaba muy personal.
La vi respirar profundo para no perder el hilo de la conversación y mandarme a comer comida de pollos.
—Ese no es el punto...
—¡Porque el señorito Evanston está en ese club! —exclamé, como si fuese la cosa más obvia del mundo.
Ella parecía comprender un poco más, pero así todo no estaba completamente convencida.
—¿Cómo sabes que asiste? ¿Le preguntaste?
Dudé por un momento.
—No le pregunté, pero se nota que no tiene nada mejor que hacer. Probablemente no haya tenido una novia en su vida. Qué tipo tan aburrido.
Diana resopló y se cruzó de brazos frente a mí.
—Olvídate de él entonces. Búscate algo más interesante. Hay muchos chicos por ahí que sí querrían salir contigo. ¿Por qué te aferras al que te ignora?
Precisamente por eso. Porque me ignora. Mi ego se sentía herido, yo necesitaba su atención. De verdad la necesitaba.
—Porque, ¿quién se cree él para ignorarme? Se piensa que puede darse ese lujo, pero no. Ya verás, es cuestión de tiempo.
—Que te ponga una orden de alejamiento, sí, es cuestión de tiempo —dijo ella mientras se lanzaba al sofá—. Tienes las peores ideas. Además eres terca. Una combinación de muerte.
Me paré de mi asiento y me puse los brazos sobre mi cintura.
—¿No me ayudarás esta vez? —pregunté con tono desafiante.
Diana tomó una gran bocanada de aire, cerró sus ojos —como si estuviese pidiendo paciencia— y finalmente asintió.
(...)
Era lunes otra vez. Por la mañana Diana y yo habíamos hecho todas las gestiones para que ambas estuviésemos en el club de lectura. La necesitaba a ella junto a mí por si alguna desgracia ocurría. Tuvimos que suplicar en cinco idiomas diferentes que nos dejaran inscribirnos desde hoy mismo, y gracias al todopoderoso lo logramos. Cuando terminamos nuestras clases seguimos a Christopher para ver si mis suposiciones habían sido correctas.
El chico caminaba terriblemente lento, como si lo hubiese parido un caracol y una tortuga.
—Dios mío —me quejé mientras sujetaba una revista de pacotilla sobre mis ojos—. Camina súper lento, qué cosa tan horrible.
Diana puso los ojos en blanco a mi lado y me quitó la revista para luego arrojarla a un bote de basura.
—Por todo te quejas. Creo que ya es obvio que sí va hacia el club. Ahora podemos caminar normal, ¿cierto? Se vería menos raro que ya estuviésemos ahí cuando él llegue.
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Te ves como el chico Perfecto ©
Teen FictionFer Evanston era de esos chicos que prefería escuchar pop con un par de audífonos inalámbricos en lo que comía una hamburguesa de pollo, perdido en su mundo. Paris Armstrong, lo más cercano a una bomba de relojería que podía estar una persona; bebi...