Capítulo 4

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Las vacaciones habían terminado, debíamos que regresar otra vez a Hogwarts, estaba desayunando con mi abuela, o mejor dicho, jugando con mi desayuno, el hecho de pensar que tendría que compartir cuarto con Harry después de lo que pasó, me colocaba ansioso.

-¿Hasta cuándo vas a dejar de estar triste por el señor Harry Potter?-, preguntó mi abuela bruscamente.

Yo dejé caer el tenedor por la impresión, y la miré desconcertado.

-Y ni se te ocurra negarlo, soy anciana, no una idiota, lo sé incluso antes que te dieras cuenta de que te gustaban más los chicos que las chicas, siempre eras, Harry esto, Harry lo otro, y siempre hablabas de él, hasta fuiste a luchar con él en el departamento de misterios, si eso no es enamoramiento, entonces no sé que es-, dijo solemnemente.

-Pero él me rechazó abuela-, le conté en un susurro.

-¿Y piensas quedarte toda la vida llorando por su rechazo?, te rechazó, ahora te pregunto, ¿Qué harás al respecto?

-No lo sé-, contesté avergonzado.

-Te daré dos opciones, 1) sufrir por alguien que no te merece o 2) pasar página.

-¿Y cómo hago para pasar página?

-Quedarte sentado lamiéndote las heridas, por supuesto que no, disfruta y conoce gente nueva, no le demuestres que le dolió tu rechazo, aunque todavía arda esa herida, y tampoco estés tras de él, porque le harás ver que no mereces ser tratado como tu igual, hazle entender que no todo gira a su alrededor, él puede ser importante, pero jamás demuestres que es indispensable, porque no lo va a valorar-, aconsejó firmemente-, además, quien sabe y te terminas enamorando de otra persona y lo olvidas.

-Eso lo dudo.

-No te cierres a las oportunidades que te da la vida Nev, nunca se sabe, si el señor Potter es para ti, lo será, pero sino, no es justo que esperes un milagro, que quizá nunca ocurra, por más que quieras a alguien, nunca dejes de vivir-, finalizó para luego levantarse de la mesa-, termina de alistarte, nos vamos en 20 minutos-, y se marchó del comedor.

Llegamos a la estación, venía hablando con mi abuela, cuando nos encontramos a los Weasley y a Harry, que tenía abrazada a Ginny de la cintura, aparté la mirada y les di una sonrisa un poco forzada, abrí la boca para saludar, cuando un huracán rubio me abrazó.

-Hola a todos-, saludó Luna con su tono de voz soñador-, vamos Neville, busquemos un compartimiento.

Yo asentí con la cabeza, y me despedí de mi abuela.

-Adiós Nev, cuídate, y recuerda, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Entré con Luna a un compartimiento, cuando nos estábamos acomodando, tocaron la puerta.

Se asomó un chico, moreno, sus ojos eran azul oscuro, lo reconocía de vista, era de Slytherin, si no me equivocaba, se llamaba Theodore Nott.

—¿Puedo pasar?—, preguntó con elegancia.

—Claro, pasa—, dijo Luna—, ya vengo, voy a ver donde hay torsoplos—, informó y se fue.

Theodore abrió la boca, pero yo le interrumpí.

—Yo tampoco sé que son torsoplos, nunca he visto uno, sin embargo, si quieres permanecer en este lugar, más te vale no hacer comentarios por lo peculiar que puede ser mi amiga.

—No iba hacer ningún comentario—, comentó en son de paz.

Yo tomé un libro que Hermione me había regalado en Navidad, era de herbologia.

—Ese libro es muy bueno—, acotó el chico, y empezó a argumentar del motivo del porqué le parecía bueno el libro.

Y sin planificarlo, nos sumergimos en una charla sobre plantas, Theodore era un buen oyente y hacía argumentos sustentados, además, sus ojos me hipnotizaban, y la sonrisa que muy pocas veces lució, era muy bonita, sin darnos cuenta, ya habíamos llegado a Hogsmeade, y Luna no había vuelto a aparecer.

Nos bajamos del tren y vi a Luna, cuando fui a buscarla, una mano me detuvo.

—Neville, me gustó la charla que tuvimos hoy, ¿Te gustaría tener otra el sábado en las tres escobas?—, me preguntó y yo pude notar un poco de nerviosismo.

—Estaría encantado, nos vemos el sábado en la entrada a las 9—, acepté con una sonrisa, y podía jurar que sus ojos brillaban.

—De acuerdo—, y se acercó para darme un beso en la mejilla.

Vi como se alejaba, luego sentí un tirón en el brazo.

—Veo que por fin los torsoplos te han dejado tranquilo—, acotó Luna.

—Sí, me han dejado tranquilo y contento—, admití con una pequeña sonrisa.

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