12. I

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Las notificaciones llegaban seguidas a su celular, pero Rubí estaba demasiado ocupada besando a Maca en ese callejón oscuro, pasado a orina y basura; aunque ese último detalle no era tan importante.

Esme: A qué hora vuelves????

Esme: Rubí??

Esme: No me gusta quedarme tanto rato sola

Esme: Ya po

Esme: Dónde están?

Esme: Me voy a preocupar

Se había olvidado de todo y de todos. Archivaba, una tras otra, las preocupaciones que aterrizaban en su cabeza y dejaba una única prioridad: tener a la artista entre sus brazos y su boca.

Ya no estaban en el suelo. Rubí se había apoyado en la pared, abrazando a Maca para mantenerla abrigada, pues seguía con solo una camiseta puesta, mientras la artista le sostenía el rostro entre las manos y no dejaba de darle besos, a ratos, largos; a ratos, cortos.

Sonreían, hacían un intento de mirarse en esa oscuridad y volvían a sus labios.

Esme: Ya estoy preocupada

Esme: RUBÍ

Esme: VOY A LLAMAR A LOS PACOS

—Debe ser importante —le dijo la artista, apartándose de sus brazos.

Rubí hizo una mueca que Maca no pudo ver, pero sí escuchó el resoplido al revisar su celular.

—Es la Esmeralda, nos tenemos que ir.

—¿Pasó algo?

—Tiene hermanitis.

La chica de rizos llamó a Jacinta para que las fuera a buscar y, mientras esperaban en el paradero más cercano, sacó un lápiz de la mochila y comenzó a rayar el antebrazo de Rubí.

—¿Qué es?

—La efímera que no pudiste terminar.

Maca tenía los dedos fríos y trazaba líneas con la misma delicadeza de siempre, como si intentara no dañarle la piel.

—Cuando dije que teníai miedo —habló de pronto y sin detener su obra—, ¿tenía razón?

Rubí se tomó un segundo, no para pensar su respuesta, sino para observar a la artista dibujando en su brazo, fijándose en cada pequeña expresión de concentración en su rostro: a veces se mordía el labio inferior, a veces sacaba la punta de la lengua y la levantaba hasta el surco entre su boca y su nariz.

—Sí.

Maca levantó la vista por un momento, solo para dedicarle sus ojitos brillantes y después, volver a la figura.

—Las efímeras pasan casi toda su vida como ninfas acuáticas, su versión inmadura, pero eso ya lo sabíai —le dijo, y Rubí asintió—. Cuando algo me da miedo, cualquier cosa, dejo que viva como una efímera inmadura, que se quede nadando desde mi estómago hasta mi cabeza, y que se alimente de todo lo que no hago por culpa de ese miedo —Maca empezó a trazar líneas más finas y suaves, causándole picazón en la zona—. Pero no se puede quedar para siempre como una ninfa, así que la obligo a salir.

—¿Pintándola?

La artista asintió y le sopló en el brazo para aliviar la comezón.

—Sí, como una efímera adulta, porque así vive poquito —continuó a sombrear algunas secciones del insecto—. La dejo salir y, de esa forma, todo el miedo que lleva con ella, ya no puede seguir viviendo más de un día, se esfuma, se vuelve fugaz, efímero. Entonces, cuando regreso y veo la pintura, solo está el recuerdo de que, alguna vez, eso me aterraba, pero ya no me consume. Incluso, siento que me hace un poquito más valiente.

Efímero | Rubirena |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora