22. Í

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Maca se iba en una semana.

Primero trabajaría y aprendería inglés, y luego entraría al Instituto de Bellas Artes en Bristol.

Rubí no desperdiciaba ni un solo momento con la artista. Decidió quedarse hasta la despedida final, bajo la promesa de que después cada una seguiría su camino. Le revolvía el estómago pensar en el día uno de la cuenta regresiva, le aceleraba los latidos y de a poco, era como si parte de ella se fuera desprendiendo.

Entonces, cuando notó que solo le quedaban siete días con la artista, se dio cuenta de que había exprimido tanto las posibilidades, que no tuvo tiempo de disfrutar lo desapercibido. El silencio cómodo, las sonrisas cómplices, los ojitos sonrientes, el latido de su corazón. Así que ese día, el día siete, pintaron.

Jugaron con los colores, las texturas, la piel.

Rubí se quitó la ropa del torso y se acostó boca abajo sobre su cama. Aún no amanecía, Esmeralda dormía en casa de una amiga y su mamá estaría todo el fin de semana con Renato. La casa era quietud y calma, sin más.

Maca comenzó con trazos delicados, finos. Partió en el omoplato izquierdo, pasando al derecho y bajando por su columna. Rubí cerró los ojos dejándose al cosquilleo del pincel y el frío de la pintura en su piel.

De fondo, solo una voz.

A veces me gustaría ser más valiente

Para noches como ayer

Para no dejar de verte

Para dejar de correr

Rubí no sabía lo que Maca hacía en su espalda, pero se podía dar una idea. Había aprendido a descifrar sus movimientos, a comprender sus pensamientos, a confiar en ella. De vez en cuando, sentía un besito interrumpiendo la sesión, sacándole una sonrisa.

A veces te pienso en ideal

Como si no existiera más

Nada que pudiera unirnos

Nadie que pudiera oírnos

Al terminar, no se miró en el espejo. Se levantó, besó a la artista y se sentó con las piernas cruzadas mirando hacia el ventanal que daba al balcón. Maca se quedó detrás, observándola, como si pudiera fotografiarla en su memoria.

Quisieron decirse que se amaban, pero siete días era poco tiempo.

Olvídate de mí

El cielo empezó a iluminarse y Maca no la veía, pero sabía que estaba sonriendo. Entonces la chica del balcón, por un par de segundos, pudo adoptar sus ojitos sonrientes y dedicárselos de vuelta, solo a ella.

En ese momento, sin saber sabiéndolo, Maca descubrió que podría dejar de aferrarse a ella, pero no a lo que le hiciera recordarla. Y no era solo su mirada desde el balcón, sino las miradas al amanecer.

—¿Te acordai cuando me dijiste que pintar efímeras te hace más valiente? —habló Rubí. La artista afirmó con la cabeza—. Esto es lo que a mí me hace más valiente.

Al quinto día en la cuenta regresiva, fueron a la playa.

Se ahogaron en risa cuando Esmeralda fue golpeada por una ola mientras posaba para las fotos, alentaron a Coté a pedirle el Instagram al mesero y escondieron a Jacinta cuando vieron a su casi algo. Al regresar, estaban demasiado cansadas para pensar que solo faltaban cinco días.

Al tercer día en la cuenta regresiva, Rubí le ayudó a guardar las cosas.

Maca solo quería llevar lo necesario y para su polola todo era necesario, así que hubo más desacuerdos que acuerdos. Era porque la quería, le decía a la artista, preocupándose de que llevara ropa para todo y para nada, por si ocurría cualquier situación improbable que Rubí se podía imaginar. Discutieron y se enojaron por media hora, luego se disculparon y volvieron a la maleta.

Entre risas, Rubí hacía bailar a Maca. Una vuelta, dos vueltas, le recordaba lo hermosa que era. Maca sonreía y la besaba. Se abrazaban. Recordaban que aún tenían cosas por guardar.

Dos días.

Un día.

***

<3

Efímero | Rubirena |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora