Llevaba lo parecía una eternidad encerrado (según el reloj de la pared, apenas dos horas). Noté que fuera de la habitación había movimiento. Como era de esperar el Traidor abrió la puerta y se hizo a un lado, dando a entender que era libre.
Acepté la invitación a salir y estirar las patas. Para mi sorpresa, todos mis instintos me avisan de la presencia de indígenas. Hasta ese momento no lo había notado, pero el ambiente delataba la presencia de otros gatos, o mejor dicho, gatas.
Afilo mis sentidos. Lo miro todo, lo huelo todo, me restriego con todo, atento a cualquier indicio de hostilidad... El pasillo que se abre ante mí parece despejado, así que me adentro en la primera habitación abierta que se me presenta. Por el tamaño y el amueblado, intuí que era el salón. No había hecho nada más que poner el primer pie en la sala y noté como una mirada me despellejaba vivo. Miré por todos las pero no podía encontrar su origen, así que comencé me lancé a lo desconocido. Veía libros por el suelo y varias estanterías llenas de cosas. También estaban las bolsas y maletas aún sin abrir que venían en el coche. No tarde en cruzarme con una mesa con sus correspondientes sillas. Y ya al fondo un enorme ventanal custodiado por varios sillones y un sofá. Junto al sofá, al lado de la ventana, se erigía una extraña estructura que llamaré desde ahora, el Árbol. Plataformas, cajas, camas, escondites, rascadores y bolas de juego. Jamás pensé que me cruzaría con algo así en mi vida.
Mi mirada no paraba de ir de piso en piso, paralizado por el éxtasis, hasta que llegó a lo alto, desde donde me vigilan unos brillantes ojos amarillos. Llámalo curiosidad, llámalo instinto o como sea, pero algo dentro de mí hizo que me acercase...
Era una gata negra, algo más pequeña que yo, aunque le noté varios años mayor. Por como comenzó a bajar pisos sentí que quería conocerme. Me acerqué despacio, con delicadeza... Llegó un punto en que estábamos nariz con nariz... Y si no me retiro a tiempo ahora sería tuerto.
Algo había salido mal. Sin previo aviso la gata lanzó un zarpazo de aviso y comenzó a gruñir, erizada hasta hacer el mismo bulto que yo. Me asusté y no tuve mejor idea que hacer caso a mis instintos y hacer lo mismo.
La cosa se estaba saliendo de madre. Podía notar cómo detrás de nosotros tanto el Traidor cómo su compañera estaban algo más que tensos. La gata no paraba de amenazarme y de gritarme qué hago allí, qué hago en su territorio, qué hago que no estoy huyendo...
Yo también me hice esa pregunta y salí por patas. Al llegar al pasillo me pareció una buena idea lanzarme hacia lo desconocido. El pasillo era largo y con varias puertas cerradas. Tal como me iba acercando al final, comencé a notar un cambio en el aire, por un lado se podía identificar el fragancia de la compinche del Traidor y por otro un aroma más infantil.
Finalmente llegué a una habitación que parecía ser un dormitorio. Armarios, mesitas de noche y una cama enorme parecían darme la razón.
El susto fue tremendo. Desde lo más profundo de la cama resonaba un ruido aterrador. Como el gruñido de un monstruo realizado por alguien que no sabe lo que es un gruñido. Nuevamente la curiosidad me mandó inspeccionar. Si a simple vista la cama parecía grande, su parte inferior era algo así como un campo de fútbol. Y en medio de todo aquel vacío, un pompón gris con ojos verdosos.
Con una mezcla de risa y pavor, decidí dar marcha atrás hacia el pasillo. Fue en ese momento cuando me dí cuenta de que el Traidor y su compañera me habían seguido hasta allí. Tanto público me hizo sentir un poco cohibido, así que decidí salir de dormitorio y volver por dónde había llegado. Y justo frente a mi volvían a estar esos ojos dorados llenos de ira.
Nuevamente gruñidos, pero en esta ocasión proferidos con la profesionalidad y perfección que confiere la experiencia. Estaba claro quién era la jefa del lugar y allí sobraba el nuevo. No me enorgullezco de decir que reculé aterrorizado, dando con mis huesos en un baño sin salida. Me escabullí de allí antes de que me cerrasen el paso y me dirigí hacia la última puerta del pasillo. Esta habitación era parecida a mi celda, pero con una desproporcionada cantidad de libros y papeles y sobre todo un intensísimo olor a las gatas. Estaba claro que esta no era la dirección correcta. Regresé al pasillo y me encontré cara a cara con el Traidor. Acto seguido oí una palmada seguido del ruido de una estampida. Supuse que las lugareñas habían huido a esconderse. No desaproveché mi oportunidad... Volví a mi escondite bajo la cama del despacho, la exploración podía esperar.
Tras oír como el Traidor cerraba la puerta he comenzado a escribir estas lineas. Tengo mucho en lo que pensar esta noche. Está claro que una "nuevacasa" no quiere decir necesariamente un "nuevo hogar".
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Diario de Milo
HumorMilo es un gato. Esto sería suficiente descripción, pero como eso no vende, diremos que es un gato que escribe un diario mientras pasa por una crisis vital originada por un cambio de domicilio...