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Sábado. 19:58 de la tarde. Sana se encontraba en su cama, acostada boca abajo, con un paquete de pañuelos a su derecha y un peluche a su izquierda. Se había pasado toda la noche abrazando el peluche mientras lloraba. Normalmente no hacía eso, quiero decir, no dormía con un peluche, pero estaba tan triste que necesitaba sentir algo en sus brazos y no estar tan vacía.

Después de lo ocurrido el día anterior, lo primero que hizo Sana fue meterse a la ducha. No podía sentir como aún quedaba un mínimo rastro de Jihyo en su piel. Se sentía inútil, asquerosa, sentía que había estropeado la amistad que tanto deseaba conservar. Se echó la culpa de todo. No quiso culpar a Jihyo porque según Sana, se aprovechó de la castaña cuando más vulnerable estaba, y no se lo perdonaba. Todos sabemos que no es así ya que Jihyo le correspondió, pero eso a Sana no le importaba en ese momento. Se duchó entre lágrimas, escogió la ducha ya que ahí nadie de su familia podía escucharla llorar, lo cual era un punto extra.

Como dije antes, Sana no culpaba a Jihyo, aún así no podía evitar sentir un dolor inmenso en su pecho cuando recordaba sus palabras. ¿Cómo podía seguir queriéndolo, después de todo? Que la rechazara a ella está bien, no tenía porqué ser recíproco, pero que aún lo quisiera y se plantea volver con él le parecía una idea descabellada y dolorosa. Una persona que podía hacerle eso a Jihyo, que era un rayo de sol, no se merecía ni lo más mínimo.

El celular de Sana sonaba. Jihyo, hace unas horas, estaba sorprendida por la cantidad de llamadas y mensajes que le había dejado Daniel, si tan solo viera que ella misma había duplicado las cantidades quizá se daría cuenta de muchas cosas. Sana prendió el iPhone y sin desbloquearlo pudo ver los últimos 5 mensajes en la pantalla. Todos eran de Jihyo, suplicándole que por favor le respondiera y hablaran. Sana rodó los ojos y volvió a bloquearlo. Aún que no la culpara seguía muy enfadada y agobiada, y si a eso le sumamos que los sentimientos de la rubia estaban a flor de piel, que se había dado cuenta de lo enamorada que estaba de Jihyo con ese beso, quizá se empezaba a plantear tomar cierta distancia. Era doloroso, por supuesto que lo era, al fin y al cabo eran la persona de la otra. Pero Sana también debía mirar por ella y su dolor, si no lo hacía ella misma quién lo haría si no.

Sana seguía acostada en su cama torturándose por cada mínimo detalle que recordaba del día anterior. No cenó, tampoco desayunó y por no hablar de comer. Sí, su cuerpo se sentía débil, pero tenía otras preocupaciones en su cabeza así que le dio igual. Sus padres estaban preocupados. La excusa que les dio fue que se encontraba mal y que no quería comer nada, al principio le creyeron, pero su cara y sus ojos hinchados de llorar no decían lo mismo.

Los padres de Sana no son de meterse en sus asuntos a no ser que sea necesario, y esta ocasión lo era. Querían que la rubia les contara qué le ocurría pero si se acercaban a hablarle Sana se cerraría en banda, así que le dijeron a su hijo mayor, Wonho, que por favor intentara averiguar qué pasaba.

Unos golpes en la puerta sacaron a Sana de sus pensamientos.

-Eu... ¿puedo pasar? -dijo Wonho con medio cuerpo dentro.

-Ya estás dentro.- Sana volvió a enterrar su rostro en la sábana sin ni siquiera mirarlo. Wonho se limitó a entrar y sentarse en la silla de su hermana, dónde ésta se había sentado anteriormente con Jihyo.

-Sana.. ¿Qué pasa? - la menor permaneció en silencio y Wonho habló de nuevo.-¿Pasó algo? -el silencio continuaba.-¿Te peleaste con Jihyo?

Al pronunciar la última frase la rubia no pudo evitar llorar, dándole a entender a su hermano que sí, sea lo que sea lo que le ocurría tenía que ver con Jihyo. Como dije al principio, en la familia de Sana todos sabían de la relación especial de ambas chicas, así que a Wonho no le sorprendió todo el dramatismo de su hermana con respecto a Jihyo. Wonho se levantó de la silla y se sentó en el borde de la cama, junto a Sana. Tocó su hombro como si estuviera pidiéndole que se girara para mirarlo.

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