Capítulo IV

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Yuri llenó un vaso grande con té frío y sacó del congelador una cubitera llena de hielos. Echó tres en su vaso. Eran tan sólo las cinco y veinte de la tarde y no sabía qué hacer. En tan sólo unos minutos se quedaría sola y lo único que se le ocurría era comer. ¿Qué? Era uno de sus mayores placeres.

Con el vaso de té en una mano y un bollo rebosante de chocolate, se apoyó en la encimera de la cocina y comenzó a degustarlo con suma tranquilidad hasta que él hizo acto de presencia.

– ¿Puedo probar? – dijo él vistiendo una camiseta sin mangas y unos vaqueros cortos, desgastados.

–Ahí tienes una bolsa llena–.

–No, yo quiero ese–.

Con una actitud infantil, Yuri se lo dio y sacó otro de la bolsa. Odiaba cuando se comportaba así.

–No me has entendido bien– sonrió –he dicho...– se arrimó a ella –que quiero éste– plantó su mano en la entrepierna haciendo que Yuri se sobresaltara y por consiguiente, haciendo caer el vaso al suelo rompiéndose en mil pedazos.

– ¿Qué haces? – le empujó.

Lucas rio divertido y dio un mordisco al dulce que Yuri le acababa de dar.

–Ahora tienes que recoger los cristales, por no saber controlarte–.

– ¿Qué? ¡Has sido tú! ¡Qué has tocado ahí abajo! –.

Lucas volvió a soltar una carcajada.

–Estás descalza, no quisiera que te cortaras por imprudente...–Sin meditar más palabras la cogió en volandas y la sacó de la cocina.

– ¡Suéltame! – gritó ella de muy mal humor.

– ¿Por qué estás enfadada conmigo, Yuri? ¿He dicho o hecho algo mal? –.

– ¡No! –.

– ¿Entonces? –.

–Ya no estamos en la cocina, es más ¿Dónde me llevas? –.

–Al dormitorio–.

– ¿Qué? ¿Por qué? – su respiración se agitó.

–Tú sabes bien...–.

–Lucas, a ver, has quedado con la rusa esa–.

–No es rusa, es lituana–.

– ¡Me da igual! –.

– ¿Qué tiene que ver con eso que te lleve al dormitorio? –.

– ¡Pues que no tienes tiempo! – Yuri comenzaba a sudar más de la cuenta.

El chico rió y no pudo evitar darle un mordisco a Yuri en el muslo. La llevaba de tal manera que sus piernas quedaban justo delante de su campo de visión. Cuando llegó a la habitación la lanzó sobre la cama. La muy condenada tenía un aspecto muy apetecible con esos mofletes colorados y ese pelo revuelto.

–Vístete decentemente– dijo abandonando el cuarto.

– ¿Qué? –dijo sin entender muy bien – ¿Cómo que me vista? –.

Lucas asomó la cabeza por la puerta.

– ¿Qué creías? ¿Qué te iba a echar un polvo? –.

–Es lo mínimo que podrías hacer–.

Smooth Talk | WayV LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora