El cielo está nublado, lo ha estado toda la semana.
Una pequeña gota de lluvia cae en mi pestaña rodando lentamente hacia mi mejilla.
Dejo salir el humo lentamente, con los ojos cerrados, respirando el frío viento.
Mis ojos se abren un poco, lo suficiente como para que mis azulados ojos vean un enorme y viejo edificio frente a mí.
Cualquier que parara cerca se daría cuenta inmediatamente que es un edificio de mala muerte.
Paredes casi negras, latas y botellas por todos lados y un impregnado olor a drogas.
Pongo mi pierna encima de la otra, logrando que mis negras y desgastadas botas suenen. Me acomodo en la parte de atrás de la camioneta llena de instrumentos y pongo el viejo y rancio cigarrillo entre mis labios tomando un poco de tiempo antes de tomar una larga calada.
Saco mi viejo Iphone 4 del bolsillo de mi roto jeans negro tratando de ver la hora en la quebrada pantalla.
23:47
Casi media noche.
Hoy había más gente, los carteles que Lio tanto insistió en pegar por la ciudad si sirvieron de algo.
Un grupo de chicos mediocres queriendo desesperadamente hacer música con instrumentos oxidados y viejos toma más tiempo del requerido para ser finalmente escuchados por otro grupo de personas mediocres.
Sin querer realmente decírselo a Lío, me pregunto sinceramente si todas las personas que llegan a escucharnos están ahí por nosotros o por el alcohol y las drogas.
Con tal de que la gente la pase bien no hay problema para mí.
Otra gota cae en mi frente y resbala nuevamente hasta caer al lado de un pequeño charco a mi lado.
Un folleto arrugado con el nombre extraño de nuestra banda se deshace lentamente.
—¡Aquí estás!—un castaño chico sale del mugriento edificio con una guitarra en mano, suspira al verme sentado.—Ben estaba preguntando por ti, hay algunas chicas que querían saludarte, supongo que hoy no estás de humor.—camina hacia mí, tomando la maleta de la guitarra que está dentro del auto tratando de guardarla con la mayor delicadeza que puede.
No digo nada, él sabe bien que desde esta mañana mi humor no es el mejor.
Lio se ríe un poco mirándome de lado, el piercing de su labio brilla, lame la sangre que sale del agujero con su lengua antes de sentarse a mi lado.
Tiene la mala costumbre de morderse mientras perforamos, logrando que luego de cada noche su labio sangre un poco.
—Dame.—estira un pequeño rollo blanco, saco mi encendedor ayudandolo.
Cuando está encendido el chico le da una calada y se queda con los ojos cerrados un momento antes de abrirlos con emoción, mirando el negro cielo.
—Hoy estuvimos genial, había más personas y estoy seguro de que mañana todos estarán hablando de las nuevas canciones.—palmea mi espalda sonriendo pero no recibe una sonrisa de regreso.
Me limito a terminar mi cigarrillo suspirando con cansancio.
Lio iba a comenzar a hablar nuevamente pero las viejas puertas del edificio vuelven a abrirse, dejando ver a un chico bastante alto, lo suficientemente musculoso como para notar que trabaja en ello y con un una cola de caballo rubia alta dejando ver la parte de abajo un poco rapado.
Juega con las baquetas de madera, moviéndolas con los dedos rápidamente.
Nos mira algo molesto, dejando saber sin hablar que no le gusta que lo dejemos solo con tantas chicas sin escapatoria.
Lio se burla de él, corriendo hacia él para palmar su espalda con emoción, dejándole saber lo mucho que le gustó como Ben tocó la batería hoy.
Dejo caer la cola de mi cigarrillo en el bote viejo de basura a mi lado y cierro la puerta del baúl del jeep viejo antes de rodear el carro, esperar que los chicos se suban y manejar hasta casa.
Lio se sube sin dejar de hablar mientras el introvertido de Ben trata de seguirle la plática.
Saco mi mano por la ventana par a acomodar el vidrio del auto, lo hago mirando de reojo, mis manos se mueve por inercia, así que cuando, antes de moverlo veo a una chica de cabello negro, mi cabeza se mueve de nuevo al espejo, moviendo de regreso al mismo puesto de antes, pero ella ya no está.
Miro el espejo retrovisor tratando de tener otro punto de vista pero no hay nada, el callejón está oscuro y la lluvia comienza a ser más fuerte.
Me acomodo en el asiento con un ceño fruncido en mi cara y una presión extraña en el pecho.
Meto las llaves en el auto y lo arranco.
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Si hubieras decidido quedarte
Teen FictionFinn Lin es un pelinegro de 24 años que pasa sus noches tocando música en un edificio de mala muerte con sus dos mejores amigos. Sus noches son todas iguales: música fuerte, alcohol por todos lados y drogas, muchas drogas. Fue una noche que todo em...