En un pequeño pueblo los aldeanos hacían sus labores de todos los días, y nuestro pequeño rubio no era menos.
Se levantaba de su pequeña cama hecha de paja (cosa que el mismo hizo) para correr a trabajar al campo y ganar algo de dinero para su comida del día. Era un niño huérfano, pero no le importaba siempre iba con una sonrisa fuese donde fuese, ganándose palabras tiernas de sus queridos vecinos.
Cuando el pequeño rubio pasaba al lado del castillo de su pueblo no podía evitar quedarse mirando al guardián del castillo, tan fuerte, con esa mirada tan feroz y con aquellas escamas alrededor de su cuello. El pequeño se sentía fascinado por los dragones guardianes y le gustaba jugar a adivinar su magia, por la mirada azulada de este y sus escamas grisáceas pensó que tal vez fuese un dragón de hielo o tal vez del viento.<< Algunas veces con esos colores también puede ser los del viento>>se dijo así mismo.
Y sin querer tropezó callándose aun charco de barro empapándose entero, todo por andar en su mundo. El pequeño indignado corrió hacia un lago que le pillaba de camino, allí se lavo mientras maldecía a la lluvia por crear charcos de barro.
Se le hacia tarde así que no podía esperar a que su ropa se secara, por ello aun con la ropa húmeda fue al campo a sembrar junto a su jefe Zeff.
-Como trabajes con esos pantalones te vas a escocer.
-No, esta bien.
Pero no fue así ya que cuando acabaron, los muslos del pequeño rubio estaban rojizos y adoloridos. Con dificultad caminaba pero Zeff al ver que ni siquiera podía moverse lo llevo en su espalda. Pero el pequeño escucho como todos los niños hacían un circulo alrededor del cuentista del pueblo y con ojos entusiastas los miro.
-¡Zeff vamos allí! Van a contar un cuento.- El pequeño le tiro del bigote a Zeff para que se girase a ver en la dirección que quería ir.
-¿Un cuento? Sanji en casa te contare uno pero primero debes curarte las piernas.
Sanji hizo un puchero mientras se quejaba, Zeff ya cansado del día de hoy decidió ir para que se callase, sabia lo testarudo que podría llegar ser el pequeño.
Zeff permaneció detrás de todos los niños para no molestar mientras que Sanji seguía en su espalda.
-Hace muchos años atrás.- empezó a contar el cuentista mientras movía sus manos para entrar en ambiente.- El mundo se dividía en dos; El mundo de los dragones y el de los humanos. Nada era como ahora, los dragones no se dejaban ver ante los humanos y los humanos temían a los dragones pero un día una hermosa princesa se adentro dentro del bosque de los dragones. Su valentía tan notoria como su belleza hizo que no temiera a ningún dragón, y como era de esperar el rey de los dragones cayo rendido ante ella.
Los dos se enamoraron juntando los dos mundos, pero no pudieron concebir a un hijo así que el rey dragón para que supiera que siempre será suyo le dio el poder de gobernar a los dragones, con aquel poder lo único que hizo ella fue ordenarles que siempre un dragón seria el guardián de un rey o reina noble de corazón. Y así fue como los guardianes dragones existieron.- el cuentista paro para beber un poco de agua mientras los niños gritaban y aplaudían de emoción.
Sanji no fue menos, le encantaba las historias románticas.
-¿Y que fue de los reyes?- pregunto sin dudar el pequeño rubio.
El cuentista miro a Sanji con una pequeña sonrisa.
-Vivieron felices hasta su ultimo aliento.
Zeff ya estaba cansado de escuchar aquella historias por eso se llevo a Sanji a casa, este no se dio cuenta ya que una vez mas se fue a su mundo, imaginándose la historia de la feliz pareja.
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Mi dragón guardián
Science FictionEl amor solo trae detrás de él tragedia. ¿O tal vez no?