Capítulo 8

509 61 11
                                    

{No nos damos cuenta de la soledad que llevamos dentro hasta que alguien
interrumpe en ella y luego se va.}

S

Sanji se había quedado dormido en algún momento de la madrugada, estaba tapado y acostado en un árbol, tardo un instante en fijarse que Zoro no estaba junto a él. Esto lo alarmó.

-¿Zoro?

La angustia aumentaba con cada silencio, junto a ella el arrepentimiento. Se había jurado mil veces que no hablaría que no iba a maldecir a nadie más, ya que al parecer tenía razón todas aquellas voces que resonaban en su cabeza, donde solo decían que era el culpable de todo mal que pasaba a su alrededor.

-Asi que sabes hablar.

Zoro apareció detrás de él con algunas setas que había recogido para ambos, necesitaban coger algo de fuerzas para el poco camino que les quedaba.

Sanji se recompuso al instante de verlo, incluso deseo abrazarle como lo habían hecho antes pero se contuvo.

No respondió, simplemente se quedó mirando, molestando al peliverde con esa actitud.

-¿Te parece divertido? Fingir no saber hablar, me siento como un idiota.

Y aunque Zoro estuviera molesto le alegraba por fin a ver oído su voz.

Sanji no sabía si responder, aunque ya ¿que más daba? Si tenía alguna maldición ya la abría provocado anoche.

-Lo siento. -Se detuvo mientras observaba como una hormiga caminaba detrás del resto en la verde hierba.

-Un lo siento no sirve de nada sin una explicación.

Zoro se cruzo de brazos, cuando se dio cuenta que no iba hablar más decidió darle un ultimátum.

-Sabia que no debí dejarte venir, aquí nuestros caminos se separan si vas a seguir ocultandome cosas.

El peliverde no espero un segundo más, volteo para seguir su camino.

-¿Soy el único con secretos?

Zoro se detuvo.

-No sabemos nada del otro, ni siquiera sabes mi nombre.

El peliverde se acerco a Sanji lo suficiente, encarandolo pero el rubio no se intimidó.

-¿Cómo saberlo? No contestabas a mis preguntas.

Sanji suspiro con una media sonrisa confundiendo al peliverde.

-Exacto. Aún así nos aventuremos juntos, aún así te ayude cuando estabas herido pero sigues dudando de mi y yo de lo que pueda pasar. No se porque pero quiero seguir acompañándote.

-¿Qué va a pasar?

Sanji siguió sonriendo pero está ves se notaba en su mirada la tristeza que llevaba por dentro desde hace años, esto no fue pasado por alto para el peliverde.

-Creo que tengo una maldición, siempre que estoy junto a alguien acaba muriendo. Primero mis padres luego Zeff...- Su mirada se sombrío. -Por eso nunca tuve un amigo, los niños me maltrataban por ello. Y sinceramente no sé si será cierto pero tengo miedo de que lo sea.

La voz de Sanji se entrecortaba cada ves con más frecuencia, estaba al borde del llanto pero aún así siguió abriendo su corazón.

-Por eso decidí que si pasaba tiempo contigo y nada malo te ocurría ahí estaría mi respuesta. Es estúpido ya que ni me atrevía hablar pero dime ¿Qué culpa tengo? Si toda mi vida me han hecho pensar que hay algo malo en mi, ya uno se lo cree, solo quiero empezar a dejar de creermelo y solo iba a conseguirlo estando contigo. Parece que te he estado utilizando pero realmente me gusta tu compañía de verdad aunque no pudiera hablar seguías entendiendome con solo mirarme. Es la sensación más agradable que he tenido en mi vida.

Sanji ya no podía contener más sus lágrimas, intentaba detenerlas pero era imposible, incluso se sintió tan avergonzado que no apartaba la mirada del suelo así que fue una gran sorpresa cuando sintió el agarre de Zoro, como sus brazos envolvía su frío cuerpo dándole una confortable calidez.

Zoro abrazo con fuerza a Sanji, se sintió un estúpido por no a verle recordado, a quien le salvo la vida, a quien protegió de aquellos estúpidos niños. Ahora entendía aquel cruel rechazo por los de su misma especie, aunque sabía que eran estupideces no tenía ninguna maldición eso era imposible. Pero no debía decirle aún quién era, podría ponerle en peligro.

Los dos se separaron sintiéndose avergonzados.

-Mi nombre es Sanji.

Las mejillas del rubio estaban carmesí pero aún así sonrió feliz por a ver sido capaz de quitarse esa angustia que guardaba tan adentro de él.

El rubio se aventuró a tocarle la mejilla al peliverde, este no se alteró ni siquiera intento alejarse, sabía cuál iba hacer su siguiente pregunta.

-¿Cómo te la hiciste? -Con la yema de sus dedos acaricio la cicatriz que traspasaba a través de su ojo.

-El odio de la gente.

Zoro no entendía porque se lo contó, era como si algo superior a él lo llevase hacer todo lo que Sanji le pidiera. Primero cuando eran niños, él no estaba ni cerca de Sanji en aquel momento simplemente sintió que debía ir hacia allí, ya que una enorme angustia se apoderó de su cuerpo en aquel entonces. Igual cuando se vieron por segunda vez en el bosque, todo su cuerpo le decía que debía protegerle fuese como fuese. Igual que ahora todo su ser le pide que se quede a su lado.

Sanji alejo su mano del rostro de Zoro, el peliverde en el fondo hubiera deseado que siguiera ahí pero sabía que eso no podría ser.

-Oe Cejillas.

Zoro notaba la gran tristeza del rubio, no podía soportarla así que quiso decirle algo para que su mente dejase de pensar en su cicatriz.

-¿Cómo me has llamado?- Dijo con una falsa molestia poco discreta ya que una sonrisa asomo por sus labios. -¿Sabes? Siempre te quise llamar Marimo.- Dijo burlonamente.

Pero Zoro no se molestó, ni siquiera un poco ya que se embobo viéndole, estaba empezando sentir algo que no había sentido antes y eso le asustaba.

El dragón se acerco a Sanji demasiado, no podía contenerse quería hacer algo inapropiado pero un recuerdo lo saco de aquello.

-¡Es verdad!- Grito entusiasmado asustando al rubio que le miraba desconcertado. -Mi princesa es doctora. Zoro se detuvo al ver el rostro de Sanji a pronunciar "Mi" antes lo notaba pero no como ahora, era una mirada triste y molesta.

Zoro se alejó un poco y se detracto.

-Es una forma que tenemos de hablarnos.-Mintio, no podía decirle la verdad. Que aquel día decidió solo protegerla a ella, dándole prioridad ante cualquiera.- Pero ella no es ninguna princesa, es doctora y ha investigado a muchas especies, seguro que ella puede ayudarte con esa supuesta maldición.

Sanji se sentía feliz de recibir ayuda ante su agonía pero unos pequeños celos se habían convertido en unos más grandes cada ves más. Sabía que Zoro la llamaba su princesa, pero ahora le molestaba más que antes escucharle decirlo.

Por otra parte Zoro se había empezado a dar cuenta de una cosa que ojalá nunca llegase a pasar. Si la doctora y Sanji estuvieran en peligro ¿Qué haría?













Mi dragón guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora