Capítulo V
"Es lo mejor", se dijo Steve, entregando su carta de renuncia y abrazando a Nick con cariño, agradecido por los años que confió en él y que lo apoyó cuando nadie más lo hizo. "Esto es lo mejor", se repitió, luego de despedirse de Bucky y Wanda en el aeropuerto, ignorando la mirada de acusación de su mejor amigo. El castaño había insistido en que era una soberana estupidez lo que estaba haciendo. Según él, luego de su renuncia, nada le impedía estar con Natasha, si es que realmente lo deseaba. Y en teoría, él tenía razón. Pero, Bucky no entendía, no del todo: nunca le había contado lo ocurrido con Peggy, ni su terror a que volvieran a rechazarlo por ser quién era y por dedicarse a lo que se dedicaba. Así que, tomó el avión de todos modos. "Es la decisión correcta", volvió a decir, recostado en la cama en su nuevo departamento, mientras miraba al techo y luchaba consigo mismo para dejar de sentirse tan vacío. Fuera, llovía copiosamente y el sonido lo adormecía poco a poco, como una canción de cuna.
Había pasado una semana desde la mudanza y no lograba aclimatarse a la nueva ciudad. Baltimore era un sitio pintoresco, agradable. Su departamento tenía vista a la bahía y era agradable ver los barcos yendo y viniendo cada día. Pero, algo faltaba. Estaba habituado a estar rodeado de gente: en el café compartía a diario con sus compañeros, disfrutando de las puyas y las bromas bienintencionadas, en su casa, la constante presencia de Bucky era un alivio para su soledad, incluso luego de que se mudara con Wanda y, por supuesto, su cama nunca estaba vacía. Pero, ahora, estaba solo. No extrañaba su antigua profesión. A veces, el sexo por obligación podía ser algo absorbente, carente de todo sentido. Para él, aquellos encuentros no le daban placer. Su cuerpo reaccionaba, claro, pero, el sexo había dejado de ser divertido, de ser algo que anhelara o que desease.
Excepto cuando estaba con Natasha.
Con ella se había permitido cruzar una línea, explorar una parte de sí mismo que nunca antes había probado. Se sentía bien someterla, verla a sus pies, deseosa por él, desinhibida y preciosa. Saber que tenía todo el control era un tipo de placer diferente. Y, aún así, ella no perdía su poder: él haría sólo lo que ella quisiera, lo que ella deseara, lo que ella soportara, nada más. Él tenía el control, ella el poder de decisión. Y aquello era lo mejor de su arreglo: eran iguales, se complementaban. Llenaban los vacíos del otro en formas que nadie antes lo había hecho. Con Natasha, el sexo había vuelto a cobrar sentido y se sorprendió muchas veces imaginándose con ella cuando llegaba el momento de estar con otra clienta.
Rodó en la cama, hasta quedar sobre su estómago. Encendió la pantalla de su teléfono, mostrando su secreto más preciado. Allí, desde el fondo de pantalla, Natasha le sonreía dulcemente en una foto que robó de una de sus redes sociales. Hacía mucho que usaba aquella fotografía, sin atreverse a mostrarla a ninguno de sus conocidos. Sería demasiado complicado de explicar, demasiado difícil de reconocer que ella, para él, era más que una cliente. "¿Es tu novia?", había preguntado la maquillista al verla sobre el mesón, por accidente. Él se quedó en silencio un segundo, descolocado por la pregunta. No, no lo era y no lo sería, pero, ella no tenía por qué saberlo, ¿no? Entonces sonrió y cogió el teléfono mirándolo con nostalgia. "Sí", dijo, sintiendo el pecho pesado. "Es mi novia".
Suspiró y cerró los ojos, sintiendo sobre su espalda el peso de su decisión, una vez más.
Natasha bajó por el ascensor los quince pisos que la separaban de la entrada y salió del aparato con la cabeza en alto, el rostro serio y sus tacones retumbando por el mármol del vestíbulo. Hacía una semana que Steve se había ido y ella aún no parecía recuperarse del hecho de saber que él no estaría ahí, que no podría hablar con él, que no podría verlo siempre que deseara. Él se había convertido en una parte importante de su rutina, en su escape, en su mejor secreto. Pese a que se veían sólo dentro de los límites del café y el cuarto del hombre, compartía con él más de lo que compartía con cualquier otra persona del trabajo o de su círculo de amistades.
A él le había contado cosas que ni siquiera su mejor amiga sabía. Con él se había mostrado tal cual era, sin temor y había dejado caer todas sus caretas y sus máscaras, entregándose por completo. Con él, era Natasha, no la abogada exitosa, no la mujer independiente y fría que todos creían que era. Sus encuentros eran maravillosos, pero, lo mejor de todo era lo que seguía. El cuidado posterior a cada una de sus sesiones la llenaba en sitios que siempre habían permanecido escondidos en su interior. Él la cuidaba con mimo, la atendía con esmero y la dejaba flotando en una nube de bienestar en la que permanecía hasta que volvía a encontrarse en sus brazos. Era eso lo que extrañaba. Más que el sexo rudo o sus prácticas de BDSM era su cuidado y su amistad lo que añoraba.
Salió del edificio, esperando a que el valet le hubiera llevado su auto a la entrada cuando lo vio. Allí estaba él, enfundado en un par de jeans oscuros, una camiseta negra y una chaqueta de cuero marrón, apoyado en su auto, esperándola. Al verla, bajó las gafas oscuras por el puente de su nariz y le sonrió. La mujer sonrió también, con extrañeza y se acercó a él, con el corazón latiéndole como un loco dentro del pecho.
─ ¿Y tú? ¿No deberías estar en Baltimore? ─ preguntó, llegando a su lado para dejar un beso en su mejilla, saludándolo casualmente.
─ De hecho, sí. Por eso vine a hablar contigo. Necesito una buena abogada que me ayude a romper con mi contrato sin que me quiten todo lo que tengo...─ explicó y ella se echó a reír.
─ ¿Por qué quieres romper tu contrato si conlleva una penalización económica? ─ cuestionó, mirándolo inquisitivamente.
─ Pues, para responder a tu pregunta también necesitaré tu ayuda─ respondió, dejándola intrigada.
─ ¿De qué hablas?
─ Hablo de que no quiero estar en una ciudad donde no estés tú. Hablo de que quiero tener citas contigo, hablar por teléfono hasta dormirnos, salir a comer, irnos de viaje, presumirte con mis amigos y coger como conejos católicos, pero, sin dinero de por medio. Sólo porque te deseo como no he deseado a nadie y porque estoy convencido de que estoy jodidamente enamorado de ti. Quiero romper mi contrato, para poder estar contigo. Si es que tú lo deseas también... ¿crees que puedas ayudarme con eso? ─ preguntó, poniendo su mejor cara de súplica─ ¿Por favor?
Natasha sonrió, fingiendo pensarlo para esconder la tremenda emoción y felicidad que esas palabras le traían.
─ Supongo que podríamos demandarlos por alguna cláusula abusiva...─ dijo con tono reflexivo y Steve soltó un suspiro de alivio antes de atraerla hacia él y abrazarla con fuerza. Natasha se escondió en su pecho y suspiró contra la tela de su camiseta, sintiéndose de nuevo segura al notar su perfume envolviéndola y sus brazos a su alrededor. Steve dejó un beso en su coronilla antes de cogerle la barbilla y dejar un largo, largo beso en esos labios que tanto había extrañado.
En ese momento, Wanda y Bucky abandonaban también el edificio y sonrieron al ver la escena frente a ellos.
─ Me debes diez dólares─ dijo Wanda, extendiendo su mano hacia él─ Te dije que regresaría...
─ Ah, pero, yo dije que lo haría en una semana. Tú dijiste en quince días. Así que tú me debes a mí diez dólares, muñeca.
─ ¡Pero no es justo! ─ se quejó Wanda, mientras que su prometido miraba a su amigo con una sonrisa complacida, satisfecho de verlo al fin feliz. Ante los reclamos de su novia, se giró hacia ella y rodeó su cintura posesivamente, empujándola hacia él.
─ ¿Y si te dejo pagarme de otro modo? ─ sugirió, haciéndola sonreír.
─ Creo que podríamos negociarlo...
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Sweet Nothing
Fanfiction"Nunca fui más libre desde que tu cadena me ata...Nunca volé más alto desde que a tus pies me arrodillo". Continuación de "One Night Stand". Disfruten, criaturitas.