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              ⚠  Advertencia

Esta parte de la historia hace mención al suicidio y la autolesión.



Narra Esmeralda

Seis meses... Seis meses en los que perdí mi nivel, seis meses en los que hundí en un hoyo profundo de desesperación y tristeza, seis meses en los que me volví nada. Seis meses en los que lo perdí todo.

Aun me parecía sorprendente la forma en que lo perdí todo en un abrir y cerrar de ojos.

Hace tan solo seis meses era la mejor estudiante de Cakle pero ahora soy una estúpida niña sumida en mi miseria frente a la televisión.

Si tan solo hubiera desconfiado un poco, si tan solo hubiera dejado de ser tan estúpida e inocente. Pero cómo podría hacerlo si se trataba de mi hermana menor, incluso luego de sus travesuras ella nunca pareció mala.

Luego de que le dí mis poderes a Ágatha, luego del engaño de mi propia hermana, Ethel, sentí que mi mundo quedó destruido. Fue peor cuando Ethel siquiera demostró la preocupación necesaria.

De camino a casa, cuando subí a la escoba de mi padre, mi orgullo estaba destruido y ni siquiera podía subir la vista para mirar a mi padre, me sentía la persona más estúpida en este mundo, se me había arrebatado todo lo que soy por mi ingenuidad.

Al llegar a casa y que se revelara lo que había hecho Ethel, mis padres le reprendieron con dureza y aunque me cueste admitirlo, mi ira era tanta que por primera vez ni siquiera me importó cuando Ethel corrió a si cuarto a llorar.

Luego de esto, mis padres trataron de regresar mis poderes y cuando eso no funcionó, intentaron llevarme a un psicólogo que tan solo sirvió como un detonante de mi descenso a la locura. De un momento dejé de ser el diamante de los Hallow y pasé a ser la única Hallow sin un poder ni utilidad. No es que antes me importara mucho pero justo en el momento en que lo perdí todo, fue cuando me di cuenta de todo lo que tenía.

Quize volver en verdad, practiqué, no dormí, noche tras noche ahogaba mi dolor bajo la almohada para no demostrar debilidad, pero la frustración me superó cuando incluso si perdí la poca vida social que quedaba, no Conseguí nada. Es entonces que mis padres se vieron en la necesidad de llevarme a una escuela no mágica, nuevamente, hice mi mejor esfuerzo, fui amable, fui disciplinada y jamás me quejé pero aún así no lograba encajar.

Para todos en el mundo no mágico yo era la niña rara, por esa razón el bullyng no tardó en llegar para mi y no solo por parte de alumnos sino también por parte de maestros. No logré aprender nada, o bueno sí lo hice, aprendí que los no mágicos son igual de crueles y desalmados que los mágicos cuando no cumples sus expectativas.

De esa forma, la escuela dejó de ser de mi interés, simplemente era una tortura prepararme para ir a un lugar en el que era tratada como basura frente a quienes en algún momento consideré compañeros, de quienes ahora era consiente que se rebajaban a los niveles de un grupo de ratas.

Ahora... Ahora simplemente era un peso muerto en casa, estaba consciente de que no era ni la sombra de lo que alguna vz fui. Y en mi miseria me acompañaba una vieja televisión que era la única luz en la sombría cueva de mi habitación.

Tan solo un día más, me levanté pesadamente de mi cama hundida y me dirigí al baño. Al ver mi cara en el espejo sentí un asco y repulsión que nunca había sentido antes, mis ojeras eran la sombra que seguía mis ojos ahora y la palidez de mi cara hacia un perturbador contraste con mi desaliñado y enredado pelo rubio. Tan solo lavé mi cara y solté una sonrisa ligera al pensar que mis ojeras me hacían parecer un mapache.

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