II

2K 286 71
                                    

Pesadilla en el callejón de la esquina.

—A-Aléjate, mons-nstruo.

Como no tener miedo a lo que no ves, si, además, esto tiene la intención de hacer rodar tu cabeza sobre el suelo.

—Por última vez, ¿dónde está Black Skull?

—¡No lo sé, te lo juro!

—Entonces, no me sirves. —Disparó a la cabeza sin dudar un segundo.

Otras balas que no eran suyas resonaron en el edificio, las cuales iban directo hacia él.

—Es de mala educación interrumpir un interrogatorio. —Colocó un sofá delante suyo como escudo.

—¡Matenlo! —Red Hood pudo identificar cuatro voces.

—No es nada personal, lo siento.

Salió de su escondite con un salto pegado al suelo, dando un par de disparos que impactaron en la frente de un hombre.

—¡Ah! —Otro apareció delante suyo con su pistola alzada.

Red Hood agarró la mano del individuo, doblandola hasta el punto de romperla. Levantó su fiel pistola y volvió a disparar. Los que quedaban vieron la oportunidad de atacar, por lo que dispararon. Red Hood usó el cuerpo inerte de su última víctima como saco de carne que recibía todos los impactos.

—Parece que mi tiempo se acabó. —Decidió dejar de jugar y procedió a disparar dos veces más. Disparos tan precisos que se inscrustaron en los cráneos de sus atacantes.

Cuando fuertes pisadas se escuchaban arriba o abajo de él, sabía lo significaba: enfrentar de nuevo a la pro heroína que, desde comenzó sus andadas como Red Hood, siempre estuvo tras él. No de una forma romántica o algo parecido, más bien, buscaba masacrarlo a como de lugar. Por parte de Izuku, no tenía nada en contra de la mujer, pero se enojaba cada vez que se metía en sus planes.

Esperando a que apareciera, recordó como surgió la rivalidad entre ellos: cuando la incapacitó con un par de balas en las piernas. La dejó en el hospital por un par de semanas y desde ese punto, ella comenzó a odiarlo como si su orgullo dependiera de ver su máscara llena de sangre, algo tan banal como es la venganza era el motivo por el que la heroína Mirko lo perseguía.

—¿Por qué mierda tienes que aparecer cuando estoy trabajando?

—Porque quiero patear tu culo rojo. —La mujer conejo apareció rompiendo el techo—. Haz que mi trabajo sea más fácil y ríndete.

—Está bien, me rindo. —Guardó sus armas, aunque metió la mano en su bolsillo.

—¿Cuál es el truco? —Preguntó, aunque instantáneamente dio un salto hacia él con la pierna levantada.

—Este. —Sacó un botón, el cual presionó.

Mirko, a pesar de haber golpeado el pecho del vigilante, supo que estaba contra las cuerdas al sentir el temblor y el sonido de la explosión que provenían de pisos superiores.

—Hay rehenes en el quinto piso. —Se levantó sintiendo como sus costillas volvían al lugar donde deberían de estar—. Es tu decisión salvarlos y evacuarlos a una zona segura o... —Volvió a presionar el botón; acto seguido, lo lanzó contra la pared para romperlo en pedazos—. Perseguirme.

—Hijo de perra.

—Díez minutos, Mirko. —Lanzó una bomba de humo al suelo—. Tick tack.

—¡Maldito! —Se resignó a atraparlo. Debía hacer el bien mayor y salvar a la gente que corría peligro a causa de la explosión.

Red Hood // Izuku MidoriyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora