Capítulo 6.-

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Capítulo 6.

Cuando Maximiliano entró al salón de clases Will, que se la había pasado en silencio sin siquiera moverse desde hace varios minutos, se abalanzó sobre él y le metió un puñetazo en la mejilla con tanta fuerza y rabia que le rompió el labio. Se había hartado de que le hiciera daño. Ambos cayeron al suelo y rodaron un poco. Escuchó los gritos de varios compañeros, incluidos los de Nero y Fernando, pero nada le importó.

Recibió en silencio estoicamente los golpes de vuelta y siguió lanzándole más, también dándole muchos. La furia le dominaba y de no ser por Erick que entró y le quitó a Maximiliano de encima y Fernando que le levantó abrazándole con todas sus fuerzas hubiera seguido asestando puñetazos y patadas sin sentir el dolor de su propio cuerpo. La adrenalina era tanta que aun sabiendo que era Fernando quien le aferraba se convulsionó entre sus brazos para soltarse.

-¡¿Qué mierda te sucede, enfermo asqueroso?! ¡Voy a matarte! –gruñó Maximiliano intentando aparentar rudeza mientras le sangraba la boca.

Pero William notó su expresión sorprendida, perpleja. Todos le miraban del mismo modo. Claro, nadie se creía que el siempre sumiso y tranquilo William actuara así.

-Tú te lo buscaste, Fuller. Haz logrado desestabilizarlo por completo, ¿No crees que te lo tienes merecido? –bufó Erick, poniéndose en medio.

-¡No te metas, Hayward! ¡Ésa puta lo golpeó primero! –defendió Alan.

-¡Y ustedes, malditos bastardos, lo llevan golpeando durante meses todas las semanas! ¡¿Han visto siquiera las cicatrices que le han dejado?! ¡Vuelvan a acercarse a él o a Nero, a siquiera dirigirles la palabra, y los mataré! –Erick gritó y luego sujetó una de las barras de metal de una mesa.

El metal chirrió y se dobló, llegando a partirse, como si hubiera hundido los dedos en mantequilla. Maximiliano y los otros dos parecieron realmente jodidos de miedo, incluso William sintió que toda la furia y adrenalina se esfumaban y una corriente de temor le hizo temblar ligeramente. Fernando, aun abrazándole, aferró un poco más el agarre que incluso llegó a lastimarle, pero se calló.

Alan y Joel arrastraron a Maximiliano fuera del salón y Erick, luego de gruñir sonoramente, soltó la barra de metal. Cuando se volteó William no pudo evitar retraerse atemorizado. Por un momento los bordes de las lentillas marrones de Erick resplandecieron rojos y sus ojos se veían salvajes y aterradores. Él pareció percatarse de ello y parpadeó rápidamente, desviando el rostro. Incluso cerró con fuerza la boca, aún con expresión furiosa.

William sentía el temor en el ambiente recorrerle la piel como una corriente eléctrica, pero, cuando lo analizó, se dio cuenta de que no le inundaba como si él lo sintiera en su interior. A pesar del susto ante el aparente resplandor de los ojos de Erick él no sintió el miedo nacer de él, sólo a su alrededor. Fernando le soltó y Will, sin prestar atención a la dolorosa protesta de su tobillo, dio los pasos que le separaban de Erick y le tomó de la mano. Su frescura le ayudó a acabar de erradicar el calor que le había producido la furia y al ver que Erick le miraba sorprendido logró sonreír con una de las mejillas adoloridas.

-Gracias por ayudar…me descontrolé. Perdona el haberte metido en todo esto. –murmuró William suavemente.

Él pareció realmente descolocado ante la repentina tranquilidad de William, pero asintió como si estuviera aletargado.

-¿Puedo pedirte un último favor? –volvió a murmurar Will.

-Claro…¿qué sucede? –respondió Erick mientras respiraba profundamente, como si intentara calmarse también.

-¿Me llevarías a casa? Sé que tal vez no quieras llegar atrasado a clases pero serán sólo unos minutos, por favor. –casi rogó William.

Erick parpadeó nuevamente y llevó su mano libre a frotarse las sienes.

Dusk: Darkness is dispelled.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora