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En un mundo donde la gente es daltónica hasta enamorarse de su persona destinada, constantemente se buscaba la forma de incluir los colores antes de ello con la misma insistencia que hubo al querer hacer que el ser humano volara. Sin embargo, era algo imposible de alterar, pues así lo había decidido la madre luna y sus hijos poco podían hacer, pero, tentada por permitirles apreciar lo guardado al amor, les cedió el cristal lunar, un mineral divino que les permitía percibir los colores al reflejarse en él, con el cual los lobos crearon espejos.

En pleno siglo veintiuno, se habían logrado numerosos avances con el cristal lunar, entre ellos, los lentes lunares para las cámaras, y con ellos la gente que aún no encontraba el amor en su destinado y que se dedicaba a la fotografía podía fácilmente buscar un contraste de tonos a la hora de capturar una imagen sin necesidad de ayudarse con un espejo lunar.

A pesar de la existencia del mineral divino en las cámaras, Min Yoongi, el mejor fotógrafo bajo el nombre de la revista más popular en Corea del Sur, trabajaba sin dichos lentes y espejos. En su lugar, utilizaba filtros a blanco y negro, remarcando sombras y luces en fotos ausentes de color.

Lo que le hacía ser el profesional más solicitado era su increíble talento y capacidad de transmitir tanto con una paleta de tonos blancos, negros y grises. Mostrando que no había apuro en buscar el amor, pues este llegaba cuando debía llegar, y no por eso se era incapaz de percibir la belleza en la falta del arcoíris.

Yoongi debía admitir que era un romántico de primera y un fiel creyente del destino, a pesar de que no fuera el mejor en dichos temas o que no tuviera mucha experiencia, pues él jamás usaba el mineral divino, ni siquiera en su vida diaria. Por lo que, a sus veintisiete años de vida, no conocía otros tonos que no fueran los que percibía en su daltonismo.

Él quería conocer el mundo lleno de colores cuando se enamorara de su destinado.

No quería que ver los colores estallar y todo cobrar vida fuese una mera expresión cuando su corazón latiera por esa persona con la que su destino se tejía, el quería que fuese de verdad, algo literal y hermoso.

Aún así, no se apresuraba en buscar al lobo que estaba unido a su alma, tal y como demostraba en sus obras, pues dicho anteriormente está que
cree con firmeza en la historia que ha dictado la luna para todos sus hijos.

—Ugh, estas gaviotas casi se están posando sobre mi cabeza— refunfuñó el alfa con el gesto apachurrado, pues las aves estaban revoloteando a muy baja altura y juraba que pronto una chocaría contra él o se posaría en su cabeza.

Con su cámara colgando en el cuello y los pies descalzos, siguió caminando sin rumbo, alzando el aparato y enfocando distintas zonas que le parecían bellas de la playa. Si bien no era fan del calor ni del Sol abrazador, realmente disfrutaba de estar ahí, le hacía sentir de nuevo como un niño pequeño, y le gustaba fotografiar el lugar por mero pasatiempo.

Enfocó a un grupo de cachorros jugando dentro de la orilla del agua con una pelota inflable, buscó el ángulo correcto del Sol y dio click. Luego, sin desenfocar, se giró en su eje en busca de otra imagen, y terminó por topar con unas pequeñas manos juntando muchísimas conchitas sobre la arena.

Se mantuvo observando, no supo por qué ni lo pensó.

Entonces las manos dejaron de moverse y alzó la cámara para ver si había una razón en especial. Al alejar el enfoque resultó que el dueño de las manos le miraba a él con un gesto confundido y al mismo tiempo amable. Un bonito muchacho que estaba sentado sobre la arena, llevaba un overol corto de algún tono claro que Yoongi no podía identificar, una camisa -muy posiblemente- blanca arremangada en sus antebrazos, de cabellos que Min percibía como negros, mejillas abultadas, labios pomposos estirándose suavemente en una sonrisa y las marcadas cejas fruncidas casi nada con extrañeza.

🐚 Nuestro color 🐚 • YM, Omegaverse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora