Capítulo 5

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│18/Mayo/1968.
│Kihyun: 7 años.
│Hoseok: 13 años.

Sus ojos trataban de conectar con cada una de las espesas gotas de agua que deslizaban por la esquelética espalda del pequeño, pero era imposible verlas todas sabiendo que eran miles, que se deshacían cada vez que una nueva caía por las acaramelada hebras de Kihyun e impactaban con la desnuda espalda marcada por los fuertes azotes del látigo.

De hecho esa era la intención de Hoseok, concentrarse en las partículas de agua para no ver las heridas recién provocadas, concentrarse en el sonido del agua en vez de los pequeños sollozos de Kihyun, enfocarse en el transparente líquido que apenas caía para no ver cómo éste se tornaba rojo al impactar contra el suelo.

Sin embargo, de una manera u otra Hoseok podía sentir su corazón comprimirse cuando se trataba de Kihyun. Si no era por sus sollozos debido al fuerte castigo que acababa de recibir, era por su estado físico. Estaba preocupado.

Sus costillas eran notorias, y ni qué hablar de su columna vertebral. Podía ver cada vértebra, incluso contarlas con las yemas de sus largos dedos rozando por su suave pero maltratada y dañada piel.
No hacía falta que el nene echara sus hombros hacia atrás exageradamente, pues sus omóplatos ya se marcaban, o el huesito en cada uno de sus hombros.

—Escucha el sonido del agua~— Hoseok susurró sobre el oído del menor, sin importarle demasiado mojarse a sí mismo mientras una de sus manos manejaba la corriente de agua y la otra procuraba acariciar dulcemente la pálida y tersa piel del niño.

Esas palabras no eran sólo para Kihyun, sino que por igual iban para él. No podía sacar de su mente aquella rabia que le había provocado ver a Yoo en esa situación, mucho menos pudo controlar el enojo de encontrarlo en ese estado mientras lo golpeaban con el látigo manchado de sangre mientras el nene lloraba y temblaba de dolor, arañando el suelo fuertemente con sus débiles uñas para aguantar los sollozos que le habían hecho callar.

El pequeño se encontraba en estado de shock aún, sobre todo por el dolor ardiente que sentía en su espalda. Ya no rasguñaba el suelo, al contrario, se estaba rasguñando a sí mismo, estaba enterrando sus uñas sobre sus delgadas piernas, como si aún le estuvieran gritando que no llorara porque lo seguirían golpeando. Y su Seok lo notó.

—Aquí estoy. No te hagas más daño.— Hoseok llevó su mano hacia una de Kihyun, quién ante el toque se sobresaltó, respirando entrecortado aunque dejándose hacer una vez estuvo consciente de quien estaba con él era nadie más y nadie menos que aquel chico que lo estuvo cuidando durante los últimos dos años y medio. Aquel chico que poco a poco se había estado abriendo a él, dándole su comida, yendo a visitarlo, siendo su amigo, quién le contaba cosas del "mundo".

Si bien Kihyun seguía demasiado delgado, ya no lo era como hace tiempo. Sus mejillas eran un poco más regordetas y según Hoseok, eso lo hacía ver mucho más lindo de lo que ya era. La comida que el mayor le había estado dando todo este tiempo le había ayudado, pero no era lo suficiente, no lo era. No podía darle las tres comidas merecidas, no podía visitarlo todo el tiempo como deseaba, no podía tratarlo como en realidad se merecía. Seguía tan delgado y ello preocupaba de sobremanera a Hoseok, le daba tanta impotencia no poder ayudarlo.

Conforme el pelinegro convivió más con Kihyun, se fue dando más y más cuenta de que el pequeño en realidad era inocente, que no había ningún expediente suyo acerca de algún crimen que pudo haber cometido. El castaño era más inocente que un mismo ángel, era tan dulce, tan puro, joder... Tan puro en cada uno de los sentidos, y aquello le oprimía tan fuerte el corazón a Hoseok, Kihyun se había ganado el corazón de aquel chico uniformado.

Little Prisoner ; kiho/wonkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora