Desperté con la cabeza en el hueco del cuello de Art mientras ella me miraba con ternura, cuando se dio cuenta que la miraba se voltio a otro lado. Me pare bien y me di cuenta de que estábamos llegando a lo que parecía ser un hotel en Puebla. Bajamos y empezaron a entregar las llaves según nuestros asientos en el camión.
Nos toco la habitación 209 en el segundo piso. Busque con la mirada el elevador aunque solo traía una mochila conmigo me agrada ir en el.
Junto con Art me dirigí ha esa gran caja metálica que sonaba una música muy irritante de elevador hasta llegar a nuestro piso. Ella habrío la puerta y dejo que entrara primero, eso me causo algo de gracia.
Había dos camas y puse mis cosas en la que estaba pegada a la ventana. Mientras Art pasaba a darse un baño yo me relajaba mirando un partido de lacrosse cuando tocaron la puerta
-¿Quien es?- pregunte recargandome sobre la puerta.
-Trevor
Abrí la puerta mientras el iba mencionando sobre salir con los demás a caminar por el pueblo mientras yo le mencionaba que no sabría si a Art le apetecía salir cuando se escucho el inconfundible grito de la susodicha.
-YO SI QUIERO IR- ambos nos echamos a reír un par de minutos hasta que se fue.
Cerré la puerta y Art estaba en medio del cuarto junto con su mochila en la espalda rumbo al baño para quitarse la toalla y ponerse la ropa. Regrese mi mirada a la pantalla para no parecer idiota.
Cuando salió traía unos jeans pegados negros y una blusa azul que le quedaba como otra piel, unas botas del mismo color que los jeans. Tomó su bolsa, apague la tele y salimos por la puerta tomando la llave de la habitación.
Al tomar el elevador Nick y Julia venían para acá pero el elevador por fortuna cerró sus puertas y nos llevó a la planta baja o principal ahí nos reunimos con Trevor y Katia.
Al salir los cuatro del hotel fuimos por una calle que nos llevó a un gran monumento, una iglesia decorada con oro, ere grande y antigua que representaba sus años en el lugar. Mostraba una belleza inigualable comparada con los edificios ubicados a sus lados. Tenía un color beige por ffuera algo gastado. Al entrar llegamos a unas escaleras donde nos pedían 10 pesos para restaurar y poder subir a las campanas. Al subir una señora que iba delante de nosotros resbaló y nosotros nos largamos a reír mientras le ayudabamos a par y nos agradeció muy amablemente.

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Los hijos de la luna
WerewolfPrólogo: Lo único que recuerdo es la oscuridad y ver a un chico transformarse en un lobo negro, de unos dos metros de altura, con un pelaje como la seda, negro como la noche y escucharlo decir "Bienvenida a la Manada"