En la cuenta de Tiktok de Miguel Rivera se publicó un nuevo video. El joven cantante se sumó a la tendencia que reinaba en ese momento con un video corto y una canción de fondo.
En la pantalla se veía una toma de mala calidad, claramente con algunos años encima, un Miguel en plena pubertad en un país que no era el suyo, bailando, riendo y jugando a lo lejos, en compañía de un muchacho de cabello alborotado, delgado y un poco más alto que él. En el filme no se puede apreciar bien la cara del otro muchacho u otra seña particular más que el hecho de tener rasgos asiáticos y el cabello negro. Durante esos segundos se puede leer sobre el video:
"Para el chico que conocí en San Fransokyo hace ocho años"
"Fue genial"
"¿Me ayudan a encontrarlo?"
Esa última frase fue suficiente para que los 5 millones de seguidores de Miguel sacaran a relucir sus habilidades de investigación y divulgaron el video en tantos medios como fuera posible para dar con el paradero de ese misterioso joven. No sabían lo que estaban desencadenando.Cuando Miguel encontró el video casero en una grabadora vieja en la casa familiar no podía creerlo. Pensaba que de ese viaje no quedaban más que recuerdos borrosos en su mente y una que otra fotografía de su presentación, cuando de repente pudo verse a sí mismo en un momento crucial en su vida, no podía ocultar su sorpresa y el hecho de que algo dentro de él volvió a la vida.
Poco después de iniciar su carrera en la música fue invitado para presentarse en un festival de música latina en San Fransokyo, claro que al tener 14 años su familia lo acompañó y claro que tomaron tiempo de hacer turismo en la ciudad.
El pequeño cantante principiante estaba más que nervioso de presentarse en el extranjero, añadiendo el hecho de no contar con mucha experiencia en la música en ese momento; pero siendo el tataranieto de Héctor Rivera, el que descubrió después de tantos años el fraude de Ernesto De la Cruz y la mayor joven promesa en la industria musical mexicana era el invitado estrella en el festival.
Miguel, sus padres, su hermanita y su abuela llegaron días antes del concierto a la ciudad, sí, fueron todos. El primer día por la tarde lo usaron para descansar, en la noche los organizadores les dieron la bienvenida al barrio latino, donde se iba a llevar a cabo el evento y les dieron un pequeño recorrido por los alrededores. El segundo día se dedicaron a pasear desde muy temprano. Trazaron una ruta por la mañana para abarcar el mayor terreno posible en el poco tiempo que tenían y gracias a eso pudieron ver el puente de San Fransokyo, un templo tradicional, el museo de Leonor Shimamoto, viajaron en el tranvía, comieron ramen y llegaron al centro casi al atardecer.
—Mamá, ya me cansé. Hay que ir al hotel.
—Migue, mañana vamos a estar ocupados con el concierto casi todo el día y solo nos va a quedar un día para conocer la ciudad. Es tu viaje, aprovéchalo.
—Es que... Estoy nervioso, si nos vamos al hotel puedo prepararme y descansar.
—Mijo.— Interrumpió su papá. —Has estado practicando mucho tiempo, te hemos escuchado y lo haces muy bien. A veces solo tienes que relajarte, disfruta el momento porque el tiempo pasa muy rápido y puedes perderte lo que tienes enfrente. ¿Crees que puedes calmarte por el resto del día?
—Claro que puede, —Dijo su abuela, que estaba cargando a la bebé Coco. —mi niño es muy talentoso, eso de la música no es nada que un Rivera no pueda superar. Ahora vamos a buscar algún lugar donde comer y descansar un rato antes de irnos al hotel.
Cada que Miguel tenía problemas podía recurrir a su familia, desde que su aventura musical, su relación mejoró significativamente, ahora tenían más confianza y comunicación entre ellos y se apoyaban en todo lo que podían. Esas palabras ayudaron a Miguel a recuperar la confianza, recordó sus horas, días y semanas de práctica para ese concierto, vio a su familia tratando de decidir el rumbo y supo que todo iba a estar bien siempre y cuando estuviera con ellos, respiró hondo y separó sus pensamientos del concierto para ponerlos lejos por un rato y hacer lo que le decían: relajarse y disfrutar.
—¿Qué tal si vamos a ese café? Se ve bonito. —Miguel señaló un local a media cuadra de distancia, un pequeño café instalado en una casa típica de San Fransokyo y tenía por nombre "Lucky cat café".
Los Rivera entraron al local y una mujer los recibió con simpatía, se sentaron y la misma mujer les entregó el menú.
—Vuelvo en un momento para tomar su orden, está un poco lleno, por favor disculpen la demora.— Se fue para atender otra mesa cercana.
La familia no dominaba el inglés, pero Miguel tenía el conocimiento suficiente para captar la idea de lo que les dijeron, se los dijo a los demás y nadie tuvo problema con ello; prosiguieron a ver el menú y entre tanto siguieron hablando, bromeando como siempre, con un Miguel más calmado el ambiente era de lo mejor.
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Yo no te olvido
FanficUn video viral inicia la búsqueda del misterioso muchacho que Miguel Rivera conoció en el pasado. No se han visto en años, y deberán enfrentar sus recuerdos de adolescencia para saber qué tan cierto es que "donde hubo fuego, cenizas quedan". Una his...