Ella estaba tan llena de colores, quizás nadie más lo notaba, pero él podía verla claramente. Después de todo, ambos anhelaban conocer todos los colores del otro.
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Nunca había sido una persona de estresarse fácilmente, siempre he podido lidiar con el estrés. Por eso creo que: cinco exámenes en tres días seguidos, los entrenamientos de mis tres clubes, y tener que estar preocupada de que los chicos aprobaran sus exámenes, no me hubieran estresado si por otro lado no hubiera tenido a mis padres peleando entre ellos y a mi madre enojada conmigo al mismo tiempo. Además, si no fuera poco, el partido de entrenamiento de los chicos que iba a ser el miércoles, tuvo que aplazarse para el viernes.
En retrospectiva, e intentando ser lo más positiva posible, es bueno saber cuál es el punto límite de uno mismo, el mío es la suma de todo lo mencionado, el miedo de no contarle tus problemas a nadie; para no ser una molestia... Y una dieta poco sana.
La semana estaba acabando, lo cual me ayudaba a seguir manteniendo algún tipo de tranquilidad, luego de eso, solo me esperaba un fin de semana en el que intentaría pasar la menor cantidad de tiempo posible en casa, para cuidar mi salud mental. Pero no todo siempre resulta como uno lo planea.
Estaba en plena práctica con las animadoras, el último viernes de ensayo antes de ir al torneo de primavera. Todas estábamos con los nervios de punta, en especial porque Aome nos contagiaba su necesidad de que todo saliera perfecto, a pesar de que era una rutina bastante simple, lo más complicado sería estar en coordinación con la banda. Yo por mi parte trataba de estar lo más concentrada posible, aguantando los mareos constantes. Supongo que no debí saltar el almuerzo después del poco desayuno que tomé en la mañana. Solo me quedaba aguantar hasta que en cualquier minuto alguno de los chicos vendría a buscarme para avisarme que el partido de práctica con los universitarios estuviera por comenzar.
Por suerte no pasó mucho tiempo hasta que nos asustamos por la brusquedad con que abrieron las puertas, dejando ver a un Osamu llamándome desde la puerta, a lo que no pasó mucho tiempo antes de escuchar los suspiros de algunas de las chicas.
—¿Ya te marchas? —se acercó Aome, a lo que asentí mientras recogía mis cosas—.¿Te sientes bien? Estás un poco más pálida de lo normal —me miró preocupada.
—Sí, no es nada, debe ser porque ya es tarde y hace más frío. Por cierto ¿No viste mis pantalones y chaqueta? Juraría que los dejé con mi bolso —pregunté mientras revolvía todas mis cosas, ya era tarde y usar shorts no era la mejor opción.