[Redactado]

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Era tiempo de que el sol se escondiera en las montañas, permitiendo que el cielo se adornara de hermosos colores. Las hojas de los árboles caían con elegancia, cubriendo el suelo con un bello manto de rojo, naranja y amarillo. Hacía frío como era de esperarse, aunque a 049 no parecía importarle mucho. Su vista estaba concentrada en el horizonte, específicamente en los débiles rayos de sol que iluminaban su cara. Era un hermoso panorama que jamás creyó volver a presenciar, pero allí estaba, justo en sus narices, y observarlo desde la cumbre de aquella colina era simplemente espectacular.

A sus espaldas había un helicóptero militar cuyas aspas aún no se detenían por completo, de él bajaban personas y SCPs que participaron en la brecha más larga y tediosa que la fundación alguna vez haya presenciado. Pronto echaría a volar otra vez, sin embargo, esta era su parada: Los dorados campos de Europa. Algunos de sus compañeros se abrazaban entre sí, diciéndose lo mucho que se querían y extrañarían, mas ninguno de los seres en aquel lugar parecía tener la mínima intención de dirigirle la palabra. El SCP no estaba molesto, de echo los podía entender y para nada los culpaba. Se había ganado el desprecio de muchos durante ese largo camino, todo con la intención de tener éxito con el escape. Aunque la mayoría no iba a admitirlo, el cuervo fue una parte fundamental para el plan, pues estaban seguros de que sin él ni siquiera hubieran conseguido reunir suficiente información sobre su propia zona de contención. Aunque sus maneras de dirigir la brecha no fueron muy agradables todos sabían en lo profundo de su corazón que merecía casi todo el mérito. Una lástima que nadie quería tragarse su orgullo para dárselo.

El doctor cerró los ojos y respiró profundo, llenando sus pulmones con el fresco y limpio aire otoñal. Acomodó su mochila y dio los últimos retoques a sus prendas, recortando un poco de todas partes para no parecer tan sospechoso, a pesar del doloroso proceso, estaba decidido a modificar su máscara medieval también, aunque fue interrumpido por un leve toque en su hombro antes de hacerlo. Se giró curioso, preguntándose quien habrá sido. No se sorprendió al encontrase con la cansada sonrisa de 035, ya que de todos en ese lugar, él es el único que aún le tenía algo de respeto. Este le extendió una pequeña bolsa no más grande que la palma de su mano, la cual tomó con algo de duda.

— ¿Qué es esto? — Preguntó. No es que no confiase en la máscara, al contrario, estaba seguro que él era su único amigo en ese momento, sin embargo, habían pasado tantas cosas durante esos tres años que se habían alejado mucho el uno del otro, y recibir de repente un regalo de su parte, por muy triste que suene, se le hacía extraño e incluso incómodo —.

Metió una de sus manos, sacando un boleto de tren y algunas monedas, específicamente euros. Levantó la vista aún sin entender que estaba sucediendo, topándose con el nostálgico plano de aquella máscara, quien miraba la puesta de sol con su típica sonrisa. Aquello le trajo recuerdos que tenía guardados en un rincón, de décadas pasadas, cuando la ciencia era joven y los maravillosos inventos de hoy en día no eran más que ideas vagas en la sociedad. Era el tiempo de avances y guerras cuando aquellas dos entidades se conocieron e iniciaron una de las amistades más fuertes y conocidas de la fundación.

— ¿Recuerdas aquella brecha donde nos reencontramos intentando abrir la Gate B con un trapeador y resbalamos?

049 no evitó escupir una carcajada, incluso juró ver la escena pasar frente a sus ojos. Bastó mencionar aquella memoria para que toda la tensión o incomodidad entre los dos desapareciera justo como la espuma al reventar de una ola. Era el don de la máscara, cosa que el cirujano admiraba con firmeza

— Sí, atesoro ese momento muy bien... — Respondió risueño, volteando su mirada al interior de la bolsa — Estuvimos horas pensando que se había abierto unos centímetros. Fue una verdadera vergüenza. — Admitió con voz divertida, para volver a reír después con más sutileza. 035 también rió por lo bajo, sin embargo, esa tarde no poseía el burlesco ánimo que lo caracterizaba siempre, en realidad, el aura que transmitía era más tranquila, más nostálgica —.

[Redactado] // Fundación SCPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora