Saiko dejó escapar un sonoro suspiro tras percatarse de la situación. Los tres jóvenes genin supondrían un gran desafío, pues a pesar de mantener viva la promesa que anclaba su destino, una parte de su interior no dejaba de tener esa presión que suponía el cargo de sensei. Mierda, Saiko no estaba hecha para ese puesto, no estaba hecha para tener a su cuidado a tres mocosos adolescentes... no era su idea de protección ideal, desde luego... tsk, la pelirroja solo acostumbraba a hacer su trabajo desde las sombras... ¡era un gran cambio!
Tenía mucho que trabajar con esos tres, sobretodo con el incomprendido de Gaara. ¡¿Cómo se suponía que haría para acercarse?! Maldita sea, a pesar de todo, no tenía plan, no tenía una pista... ¡no sabía cómo debía dirigirse a ellos, ni cómo entablar conversación! Era una escena tan patéticamente cómica.
—Prestad atención, mocosos de la Arena —trató de sonar lo más "amable" posible, lo más "social" que pudo... pero el fuerte se Saiko no eran las relaciones.
¡¿En qué estaba pensando?! Así no se ganaría la atención de ninguno, solo conseguiría que la vieran tal como escucharon por los rumores. La angustia comenzó a carcomerle, apretó los puños disimuladamente y vaciló ante las expresiones que le comenzaban a brindar sus queridos subordinados.Temari alzó una ceja y compartió mirada cómplice con Kankurō, mientras que Gaara... pues él tan sólo se encontraba despreocupado en su lugar, retando amenazante a su sensei y atravesándola con aquellos bonitos ojos turquesa.
Para su enorme desconcierto, fue un turquesa contra turquesa que rompió por un momento con sus esquemas. Garra entrecerró los ojos, por primera con una sensación extraña removiéndose en su interior, dejándole perturbado. Ningún presente decía nada; Saiko sonrió hacia sus adentros por el mero hecho de que por primera vez alguien no apartara sus ojos y no cediera ante su miedo... sonrió internamente porque ese alguien había sido Gaara.
Sin embargo, se obligó a mantener la compostura, ignorándoles y deshaciendo todo contacto existente con el joven pelirrojo. Temari y Kankurō se veían completamente confundidos por ver a su hermano pequeño tan extraño y ante eso, se centraron intrigados en la que sería su extravagante instructora.
—Por orden del Kazekage... parece que me ha tocado ser vuestra sensei, así que... espero que no me deis demasiados problemas, ¿entendido? —argumentó finalmente, dándole ese toque amenazante como de costumbre.
Temari pensó que le agradaría, puesto que ya le gustaba su carácter difuso... mientras que Kankurō, por otro lado, estaba perdido en una intensa curiosidad magnética hacia su persona. Saiko era diferente a cualquiera que hubieran visto y era cierto que tan solo sabían lo que escuchaban por ahí; desde su perspectiva, deducían a penas que era una mujer, tenía intensos ojos turquesa que eran capaces de hacer vulnerable a cualquiera que osase contemplarlos y que en su cuello era visible un enigmático símbolo con una guadaña que parecía mantenerse en la zona en forma de sello... a parte de eso, lo demás lo cubría una capa que evitaba ser reconocida.