Saiko les echó una severa mirada ya en la ansiada posada, concretamente en su habitación, donde los había convocado en pos de una explicación ante lo ocurrido. Temari sonreía burlona por aquello, por la actitud que intentaba mantener la kunoichi cuando bien sabía la rubia que la pelirroja flaqueaba en eso de regañar a los tres hermanos, muy a pesar de querer verse como una sensei seria y respetable... era bastante inexperta en el tema... nah, con esos mocosos su lado protector y "sensible" siempre le jugaba malas pasadas. Kankurō, por el contrario, fijó su atención en Gaara... que apoyado contra la pared de la habituación, se cruzaba de brazos molesto y fastidiado.
—Creí haberos advertido que no os involucrarais con los habitantes de Konohagakure, menos aún sabiendo lo que venimos a hacer aquí —les dijo, dejando escapar de entre sus labios un suspiro de pereza y agobio —. Encima vais y os metéis en líos... que difícil es ser sensei...
—Saiko, eres nuestra sensei, no nuestra niñera —le devolvió burlesca Temari, resaltando como siempre lo exagerada que era su pelirroja instructora —. Eres una dramática bipolar.
—¿Dramática... bipolar? —toma puñalada. La kunoichi puso sus ojos en blanco, alzando un puño tembloroso, señal de la fuerza que hacía al imaginar aplastándoles. Temari rió por lo bajo —. Mocosos...
—Solo tuvimos un pequeño encontronazo con esos críos —intervino Kankurō, que le quitó hierro a la situación y actuó indiferente ante lo ocurrido. Nah, ni que Gaara hubiese estado a punto de vete-tú-a-saber-qué...
—Deja de darnos esta charla innecesaria. No ha sido mi culpa y como ha dicho Temari: solo eres nuestra sensei, no nuestra niñera —el pelirrojo se volteó y fue directo hacia la puerta —; y menos aún eres alguien con una existencia lo suficientemente importante para estar aguantando esto. Todos sabemos el plan, eso es lo único que le importa a la Arena... por eso estamos aquí.
Segunda puñalada, una puñalada incomparable a la anterior; fue la fría y cruda realidad a su máximo esplendor. Saiko lo comparó con el filo de un kunai clavándose en el alma, desgarrándola, quitándote un poco de tu esencia, atrayéndote de una manera brusca a la nefasta verdad. Gaara salió de la sala, sin más, sin ser consciente de lo que ocasionó en Saiko.
La pelirroja entendía que fuera así, después de todo pasó por una niñez jodida y terrible, una niñez que no la deseaba a nadie porque bien sabía en carne propia lo que era y significaba. Quizás era eso, quizás eran tan hirientes esas palabras porque Saiko sentía de algún modo que la experiencia de Gaara en parte fue su culpa. Agh, entonces se maldijo una vez más; ¿por qué no era capaz de calar en el corazón de Gaara? ¿Por qué con él existían miles de barreras siendo tan parecidos? ¿Por qué no era capaz de aceptar su mundo, por qué el genin no la quería cerca? Ja, o quizás solo fuera el karma...
—Saiko-sensei, no le hagas caso... Gaara es así —se aproximó a decir Temari, habituada a la situación... pero es que, maldición, incluso a pesar de aquella enigmática capa que cubría su rostro, ambos adolescentes podían distinguir el destello apagado de sus ojos. La duda crepitó en sus cabezas como era costumbre; ¿qué era eso que tenía Saiko... que se tornaba lánguido cuando entraba en escena su hermano pequeño? Ese aura deprimente, tibia, rasca, ese aura que le robaba la tenue calidez que sorprendentemente era capaz de transmitir con un simple toque.