Sí, puede que Saiko contara con un amplio repertorio de defectos en su sistema, pero... aclaremos que su instinto siempre se salvaba; para la pelirroja kunoichi, es más, se trataba de lo único en lo que podía fiarse al cien por cien... Así que, por esa misma razón, no supo por qué fue tan descuidada cuando intuyó ese mal presentimiento acerca de las intenciones ocultas del Kazekage.
Unos meses más tarde, Saiko recibió la "grata" visita de Rasa, esa figura tan respetable en Sunagakure, y lejos de ir para comunicarle algo bueno, la revelación de sus maquiavélicos fines no dejó indiferente a Saiko. Hacía mucho tiempo que no veía al Kazekage en persona, pues siempre eran las órdenes a través de Baki, pero lo que vio en ese entonces... esa cara que creía conocer, esa cara que pensaba que tenía asumida al milímetro... Sus acciones parecían diferentes, su ambiciones se sumían en un caos que no recordaba: esta vez, se veía más sediento de poder.
Fue por eso que aceptó sin rechistar, fue por eso que afirmó colaborar con la condición de ir junto a los mocosos de la Arena, fue por eso... fue por ese escalofrío que le recorrió fugaz de pies a cabeza en su presencia que tuvo que agachar la cabeza y representar un papel; lo que tenía claro, es que no desperdiciaría la oportunidad. Luego de aquello, cogería a sus tres protegidos y no volvería nunca más junto a Rasa; sí, puede que cumpliera sus caprichos para no ser descubierta y asesinara en el acto... pero definitivamente no permitiría que dañara ni a Kankurō, ni a Temari, ni mucho menos a Gaara. No, ya habían sufrido bastante.
Saiko sintió el verdadero terror, sintió ese miedo paralizante. ¿Por qué? ¿Por qué sentir aquello ante alguien tan insignificante para ella como Rasa? ¿Por qué? No tenía sentido, no le encajaba aquel comportamiento... y por más vueltas que le daba al asunto, sólo podía concluir en insomnio.
Porque, mierda, era casi como... como si no fuera él. Pero, eso no era posible... ¿verdad? Nah, no podía ser...
Agh, maldito estúpido. Quizás Saiko tan solo tenía que concentrarse en su misión y punto, quizás era lo mejor después de todo; desde luego, serían unos exámenes chūnin bastante curiosos. Sí, exacto, ese plan tan retorcido y destructivo definiría como lugar del espectáculo a Konohagakure, donde ese mismo año se llevarían a cabo las pruebas para los genin interesados en un ascenso de categoría. De ahí que Saiko formara parte del embrollo, pues a parte de ser una de las mejores kunoichis de la Arena, debía tener en cuenta que sería la sensei de los chicos a ojos ajenos.
Así, informados a medias de la situación, el equipo de adolescentes y Saiko partieron rumbo a Konohagakure con la estética intención de ingresar a los exámenes ese año. En el fondo, la pelirroja no podía estar más que inquieta –aunque bien lo ocultaba para no ser vista dudar–; le parecía una nefasta puesta en marcha aliarse con el mismísimo Sonido para causar estragos en la Hoja, es más, ¡era una pésima idea! En fin, eso tan sólo acentuaba sus sospechas acerca del Kazekage, acerca de aquel comportamiento tan impropio de él... pues sí, solía ser estúpidamente radical aveces, pero aquello desbordaba con todo lo antes planteado.