Capítulo 4: EL HUÉSPED

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-Muy bien. -lo observé completamente seria y en silencio por algunos minutos. -Pero... No, mejor no. -sonreí esperando que hiciera nuevamente su expresión de cachorro.

Di la vuelta hacia la habitación donde estaba Max y caminé hacia ella pero el se acercó con rapidez a mi.

-¡Espera! -me sujeto el brazo. -Déjame ir, después de todo tú me invitaste, además, Max es muy pesado. -dijo abriendo la puerta mientras sonreía victorioso. -Por cierto, ¿qué le das de comer? -preguntó mientras fruncía el ceño e intentaba cargar entre sus brazos al enorme doberman.

-Pues... Suelo darle concentrado para perro y algunas veces comida. Sé que puede ser dañino pero... Me endulza con su tierna mirada y no puedo evitarlo. -sonrío al recordar como se sienta a un lado de donde estoy y me mira pidiéndome que le de. 

Me quedé en la entrada de la sala observándolo por un momento analizando la situación.

-¿Sabes Nathan? Deberías llamarte ¨después de todo¨, parece que esa es tu frase favorita. -sonrío al mencionar la frase que ha repetido múltiples veces en toda la conversación.

El hombre salió del lugar con mi perro entre sus brazos y lo subió a su auto, en la parte trasera.

-¡OYE! Es mi perro. ¿Porqué lo llevas en tu auto? -pregunté mientras reía a carcajadas.

-Porque es probable que te arrepientas de darme posada en tu hogar y Max es mi boleto de entrada a el. -sonrió y tras cerrar la puerta de su auto se recostó en el.

-Bien, sólo vayámonos. -dije caminando apresurada hacia mi auto.

-Oye... ¿Planeas dejar el local abierto? -preguntó intentado contener la risa.

Lo veo a él y luego hacia el local, las luces y puertas estaban abiertas, no es un lugar peligroso, sin embargo, siempre hay que ser cuidadosos. Regresé adentro y comencé a cerrar puertas y apagar luces hasta que todo quedó completamente cerrado, lo único que hacía falta era la cortina de metal, el hombre quien me ganaba por tamaño se acercó y me ayudó a bajarla.

-¿Estás chiquita, Nora? -sonrió mientras pasaba su mano por mi cabeza. 

-¿Estás gigante, Nathan? -golpeé su estómago.

Ambos comenzamos a reír y pronto caminamos hacia nuestros autos los cuales estaban casi frente a frente, me detuve un momento a observarlo a través del parabrisas del auto, la luz de la luna daba con su rostro y lo hacía ver completamente lindo por lo que fue inevitable sonreír pero el chico notó mi acción y repitió lo mismo. 

Bajé la mirada y luego arranqué el auto para luego comenzar a conducir hacia casa. Mi casa no está tan lejos del local, por lo que no me sorprende que Max haya aparecido por acá. Suelo traerlo conmigo al trabajo, es un buen chico y se porta muy bien así que no es una molestía.

Vi a través del retrovisor el auto de Nathan ir tras el mío y nuevamente no pude evitar sonreír al verlo. Al llegar a casa toqué el botón de la cochera y esta comenzó a abrirse lentamente, dejé que él entrara primero a casa para que pudiese bajar a Max. Aparcó el auto y bajó a mi perro para luego llevarlo dentro a los minutos regresó, cuando yo terminé de aparcar el auto él se detuvo al lado del auto y abrió mi puerta. 

Toqué el botón para que la cochera se cerrara y mientras lo hacía lentamente,  mi vecina, Sylvia Klinger, mejor conocida como ¨La mensajera¨, un apodo un tanto blando en comparación a lo que realmente es. La mujer se dedica a andar de casa en casa informando de algún rumor que se inventó ella o dar noticias acerca de la vida de otras personas.

Iba pasando frente a mi casa, al parecer la fiesta había acabado y todos estaban regresando a sus hogares, ella no era la excepción. Ignoré por completo el hecho de que ella era capaz de muchas cosas con tal de conseguir un nuevo chisme que difundir y eso incluye invadir la privacidad de los demás.

El hombre de la máscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora