Revelación

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The Boys
Por: Kirari Ai

Capítulo 2
Revelación

Me levanté como pude. Ahora además del dolor en mi pecho, el dolor del golpe propiciado por el dragón me afectaba. Mi caballo estaba histérico, pero me las arreglé para calmarlo un poco y montarme en él.
Le di la señal de avanzar y corrió rápido como un rayo.Debido a su nerviosismo él no se detuvo y los fuertes movimientos que hacía al andar me lastimaban más, por lo que presionaba mi herido cuerpo con una mano y con otra manejaba al corcel.
De repente, el cielo se nubló y un negro color amenazaba con dejar caer su diluvio.Las lágrimas nublaban mi vista y temía que mi caballo se perdiera o que cayéramos a algún acantilado.
Mas nos las apañamos para llegar al castillo, seguramente por el instinto de ubicación del animal.

Los porteros me vieron llegar y comenzaron a abrir las compuertas. Una vez entré al patio fui recibida por tres escuderos.
-¡La princesa está herida!- Avisó uno de ellos al personal del palacio, Mientras que otros dos detenían a mi caballo y me ayudaban a bajar de él.
Pequeñas gotas comenzaron a caer.
-¡Dios Santo!- Exclamó Hyorin al llegar a mí, junto a las enfermeras reales.-¿¡Qué le sucedió!? ¿¡Dónde está Suzy!?
-¡Se la llevó,Hyorin!- Grité, histérica.
-¿¡Quién!?
-¡Ese monstruo! ¡Ese monstruo se la llevó!
-¿¡Qué!?
Las enfermeras me tomaron de los brazos, con un poco de fuerza y me guiaron hasta dentro del palacio, junto con mi dama de compañía.

-¡Yoona!- Mi padre corrió hacia mí.-¡Estás herida! ¿¡Qué fue ese horrible rugido!? ¿¡Dónde está Suzy!?
Las enfermeras detuvieron a mi padre.-Señor, su hija se encuentra en un gran estado de shock, es mejor que no la altere más.
Las médicas me llevaron hasta mis aposentos.
-Hija, ¿qué fue lo que pasó?-Me cuestionó el rey, ya más calmado, cuando me acostaron sobre mi cama. Había empezado a llover más fuerte y los sirvientes comenzaron a prender las velas de mi morada, para ver entre la creciente oscuridad.
-Suzy...-Estaba exhausta. Lo único que quería era cerrar mis ojos y dormir, pero el dolor me lo impedía.
-¿Qué pasó con Suzy?
-Dice que un monstruo se la llevó, su majestad-. Explicó Hyorin.
-¿Un monstruo?
-Un...dragón...- Me costaba respirar.
-¡Dios...!-Exclamó mi progenitor. -De ahí provino ese horrible rugido-.Asentí.
Las enfermeras me examinaban,esperando a que los instrumentos médicos llegáran.
-Tiene tres costillas rotas-Dijo una de ellas.Hyorin se llevó una mano a la boca y mi padre adoptó una cara de total consternación.-Junto con un brazo.
Todo eso resultado del impacto que sufrí contra el árbol.
En ese momento un sirviente llegó con un maletín de madera, se lo dio a una enfermera y ella sacó consuelda hervida en una compresa, que presionó contra mis huesos. Me provocó un fuerte sufrimiento. Pero no se comparaba con la inexplicable presión que sentía en mi pecho. No eran las costillas presionando mis órganos. Era debido al extraño rayo que había atravesado mi pecho.

-¡Mi...corazón...!- Pude apenas articular.
-¿Qué le pasa, señorita?- Preguntó mi dama de compañía, preocupada.
-¡Me...duele...!
-Pero, su majestad, estamos seguras de que también revisamos su pecho y no percibimos nada grave.
-¿¡Acaso son estúpidas!?- Dijo muy molesto mi padre.-Mi hija dice que algo la lastima, ¡revisen de nuevo!
Ellas obedecieron, sin resultados.
-Quizás, su señoría, el dolor no sea simplemente físico...-Sugirió Hyorin. Mirando insegura al rey.

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La fuerte lluvia no paraba.Una figura femenina portando una túnica se hizo presente en la entrada del palacio.
-¡Alto ahí!- Gritó uno de los guardias, de pie, empuñando su lanza. Su compañero hizo lo mismo.-No puede pasar.
-Ha sido el mismo rey quien me ha llamado-. Dijo la mujer, de quien sólo podían divisarse sus bellos labios rojos y su largo y ondulado cabello negro, debido a la negra túnica que vestía.
-No se nos fue informado nada.
-¿De verdad? El soberano sí que es despistado...-La fémina alzó su mirada y sus castaños ojos cambiaron a un verde brillante. Miró a los guardias y acto seguido le dio vuelta a su muñeca, desde donde un vapor del verde de sus ojos salió e invadió los ojos de los guardias. Ellos enseguida bajaron sus armas. -Qué amables-. Finalizó la mujer, con el portón abriéndose frente a ella por sí solo. Entró al castillo sin dificultad alguna.

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