La joven que vino del mar

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The Boys
Por: Kirari Ai

Capítulo 4
La joven que vino del mar

Suzy se encontraba desesperada. Aquel hombre que había entrado a su calabozo no había hecho más que confundirla y asustarla aún más. Era tanta su angustia que las lágrimas salían de sus ojos, a pesar de que ella trataba de contenerlas.
Escuchó pasos acercándose y luego la voz de una persona.
-Llegó el momento. Traiganla.
La chica no tuvo tiempo ni de pestañear, pues los guardias que custodiaban su celda entraron a esta. La princesa se apartó, asustada, hasta la esquina de su cama. En un intento inútil de alejarse. Uno de los hombres la tomó de las manos, mientras el otro la liberaba de la cadena en su tobillo.
-¡Sueltenme!- Exigió la joven.Los carceleros la ignoraron y la sacaron a rastras de ahí.-¿¡A dónde me llevan!?

Una vez fuera de su recinto, la princesa pudo contemplar mejor el lugar donde permanecía cautiva.
El largo y oscuro pasillo estaba lleno de puertas desde donde se veían otros prisioneros, pues, a diferencia de su puerta, las de los otros reclusos no eran más que largos barrotes verticales; dando una buena vista de sus calabozos.
Había todo tipo de gente entre los atrapados. Hombres, mujeres, adultos, adolescentes e incluso había unos que otros púberes. Absolutamente todos con ojos rasgados. Rasgo que ninguno de los encargados del lugar poseía.
Los tristes ojos de las personas tras las rejas la seguían por el lugar. Entonces Suzy notó otro factor que tenían en común: Muchos de ellos tenían pequeños puntos rojos a lo largo de sus cuerpos.En las muñecas de todos había vendas. Algunas manchadas de un café amarillento y otras limpias.
Esto hizo crecer aún más su miedo.

Siguió siendo llevada hasta el fondo del pasillo, en donde estaba una entrada de piedra con unas largas escaleras, que descendían un par de metros. Sólo unas cuantas antorchas alumbraban el camino. Suzy seguía resistiendose.
Así fue, hasta que ella y los guardias bajaron al último escalón.
Era una cueva. Pero no era una común, pues no sólo era inmensa, sino que también poseía miles de estatuas de ángeles con caras tenebrosas e infelices, usando una capa, en las paredes. En el centro del sitio había un montículo de piedra, rodeado de un riachuelo. En el montículo se encontraban unos grilletes en el piso y a los lados del montículo había dos pilares que tenían, cada uno, también sus cadenas.
El agua, cristalina, desprendía su propia luz, pero era muy tenue,por lo que era necesario usar antorchas en cada esquina.

Los hombres guiaron a la princesa hasta el montículo, pasando a través de una pequeña unión de piedra desde el lugar en medio del riachuelo y la orilla de éste.
-¡Déjenme ir!- Gritaba la joven.
Sus carceleros detuvieron sus tobillos y los depositaron entre los grilletes, los cuales cerraron, atrapandola.
Acto seguido, agrarraron las cadenas de los pilares y se las pusieron arriba de las muñecas. Eso le pareció raro, pues lo normal era ponerlas justo en las muñecas. Ahora estaba inmóvil.
Uno de los guardias tomó un puñal que portaba en su cadera y sostuvo la mano de la chica. Suzy sabía lo que haría.
-¡No!- El filo brillante del objeto hizo presión sobre su piel y la cortó, abriendo sus venas y liberando la roja sangre que escurría desde su muñeca.-¡Ah!- Ella gritó. El hombre tomó su otra mano e hizo lo mismo, provocando un segundo grito de dolor en la muchacha.

Los carceleros se retiraron rápido. Dejándola completamente sola. ¿¡Ahora qué!? ¿¡La dejarían ahí, desangrandose hasta morir!?
En ese momento, las luces de las antorchas se apagaron por completo, dejando todo en una absoluta obscuridad, a excepción de la débil luz que emitía el agua.
El terror de la princesa aumentó. De pronto, los ojos de las estatuas comenzaron a brillar, como si hubiesen despertado de un sueño. Brillaban con un color rojo intenso.
La joven no entendía qué sucedía.
Sin previo aviso, unas esqueléticas figuras se desprendieron de las estatuas, desplomandose abruptamente en el suelo. El horror y confusión que la muchacha sentía eran indescriptibles. La criatura más cercana comenzó a convulsionar, segundos después, se sostuvo con sus manos, que no poseían más que tres huesudos, blancos y larguísimos dedos. Milésimas de segundos después, la criatura, blanca, a la que se le podían ver los huesos; se puso en la cara de Suzy, a escasísimos centímetros. Soltó un rugido y la princesa gritó, inundada del más grande miedo que jamás había sentido. La deforme criatura se lanzó a su cuello y la mordió, clavándole unos pequeños pero filosos colmillos.
Las demás criaturas que habían caído hicieron lo mismo, invadiendo el cuerpo de la joven. Desgarrando su bello vestido. Clavando decenas de pequeños colmillos en su suave piel. Ella no podía hacer nada más que gritar. Sentía cómo su sangre era drenada a una velocidad sorprendente. No pudo gritar demasiado antes de que su vista se nublara y su mente hiciera lo mismo. Se sentía morir.

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