Capítulo 2

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Me llevó media hora llegar hasta el lugar, pero ahí me encontraba, parada frente a la puerta de su casa. No me atrevía a tocar timbre pero tampoco podía irme. Algo me retenía. Intenté moverme, pero mi cuerpo estaba paralizado y el corazón latía a mil.

Conté hasta diez y comencé a avanzar lento, muy lento, titubeé varias veces pero al final me decidí y toqué timbre. Algo en mí interior me decía que eso era lo correcto. Repasé en mi cabeza una y otra vez lo que diría, llevaba días preparando esas palabras. De pronto se abrió la puerta.

Ahí estaba. Tal y como lucía en la foto, con el pelo más largo y un poco más delgada, aparentando menos edad de la que imaginé, tal vez unos treinta años o quizás menos... no tenía dudas, esa mujer era ella. Sentí por un segundo que ya la conocía, tal vez es porque miré tantas veces su foto que estaba familiarizada con su rostro, pero en realidad era la primera vez que la veía en persona.

—¡Hola! ¿En qué puedo ayudarte?

—Hola, qué tal. Busco a Carolina Muniz —dije sintiendo el sudor en mis manos y temblor de mis piernas.

—Sí. Esa soy yo. —Luego de una breve pausa agregó— acaso, ¿tu vienes por el aviso?

—¿Aviso? —pregunté algo confusa.

No iba por ningún aviso, pero en el fondo no sabía que decirle ni cómo explicarle por qué estaba ahí, si al verla a los ojos se me olvidó todo el discurso que tenía preparado. Así que no dude y le respondí que sí, porque algo tenía que responder.

—¡Genial!, eres la primera. ¡Pasa, pasa por favor! —y de una forma muy amable me invitó a entrar a su casa.— No pensé que en la agencia fueran tan rápidos, no esperaba a nadie hasta la tarde, pero, ¡por favor toma asiento! —agregó mientras señalaba hacia el living—. Disculpa mi aspecto es que estaba cocinando y, ¿tu nombre es...? —se quitó el delantal y se acomodó un poco el cabello.

—Manuela Torres... —respondí algo nerviosa.

—Lindo nombre, es un gusto Manuela —y extendió su mano, la que estreché sin dudar— ¡Así que te gustan los niños! —afirmó mirándome fijo como expectante a mi respuesta.

—¿Los niños?... —no entendí hacia dónde iba la conversación—. Sí ¡Me encantan los niños! —respondí, intuyendo que eso era lo que quería escuchar, aunque fuese una completa mentira.

Me clavó la mirada por unos segundos, no dijo nada pero podía ver como sus ojos intentaban descifrar algo. Será que se dio cuenta quien era realmente, pensé.

—¿Te conozco de algún lugar?

—No creo, si así fuera lo recordaría —respondí rápidamente y me senté en el sofá.

—Es que tu cara me resulta familiar —dijo confundida.

—Seguramente me está confundiendo con alguien más, le aseguro que no nos vimos antes.

Pocas veces me había sentido tan intimidada y nerviosa como en ese momento, tenía un lío en mi mente muy grande. Necesitaba decirle quien era y por qué estaba ahí pero a la vez algo en mi interior me frenaba, y ella no dejaba de hablar. Cada segundo que pasaba se me hacía más difícil ser sincera. Intenté seguirle el hilo de la conversación pero hablaba mucho y muy rápido, creo que estaba algo nerviosa o estresada.

—Imagino que tienes mucha experiencia como niñera. —Preguntó intentando asegurarse de que yo era buena en eso.

Ahí entendí de qué iba el aviso y sin duda me estaba metiendo en un lío. No tenía idea lo que hacía una niñera. Pero si decía eso, tenía que explicar por qué estaba ahí y esa respuesta era más difícil. Así que solo asentí con la cabeza.

"La memoria del corazón" - Parte 1 ConexionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora