Capítulo 3

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No pegué un ojo en toda la noche. Estuve pensando e ideando la forma de decirle a la señora Muniz que no podía aceptar el trabajo, que ya tenía un empleo, que no tenía idea de cómo cuidar a un niño y que no era niñera. Debí decírselo en ese momento, pero no sé qué me pasó; o sí, ¡se que pasó!, me dio miedo su reacción. Entendí que era egoísta aparecer de la nada y decirle "Hola, llevo el corazón de tu esposo", por otro lado, tampoco podía aceptar el trabajo. Así que de algún modo tenía que arreglar ese asunto.

Me levanté temprano, con un poco de mal humor, porque el desvelo me pone siempre de mal humor. Bueno, ¿a quién no? Así que no quise perder tiempo, a las siete y media de la mañana estaba en la puerta de aquella casa decidida a contarlo todo y seguir con mi vida. Lo único que necesitaba era verla y saber que estaba bien. Creí que esa, era la forma de que los sueños extraños dejaran de atormentarme.

¡Es claro que no tengo nada más que hacer aquí!, pensé mientras me acercaba a la puerta. Otra vez frente a su casa, tocando timbre y una vez más me temblaban las piernas.

—¡Uy¡, que temprano viniste. —Dijo al abrir la puerta, con cara de quien recién despierta, toda despeinada, descalza y aun en pijama.— Vamos, entra que esta frío, —agregó seguido de un bostezo.

—Necesito hablar con usted. Disculpe si aun dormía pero no podía esperar. —Iba decidida a decirle quién era y seguir con mi vida.

—¿Qué pasó? No me digas que te arrepentiste. ¡No, no me podés hacer eso! ¿Qué pasó, conseguiste un empleo mejor? —Preguntó preocupada— Mirá Manuela, si es por el dinero, prometo que voy a mejorar tu sueldo, solo dame unos meses, hasta que logre...

—¡No! No es por el sueldo, —interrumpí— es que... ¡ayer le mentí! —afirmé.

Mientras intentaba salir de aquella situación, sus ojos se clavaron en los míos y frunciendo el ceño, desconfiada dijo— No entiendo. Explícate por favor que me estas poniendo nerviosa, —y se cruzó de brazos.

—Mire, la verdad es que yo no soy niñera. ¡Discúlpeme! —dije esperando que eso bastara para que desistiera de darme el trabajo.

—¡Ay, que susto me diste!, creí que era algo más grave —y llevó su mano izquierda al pecho— Mirá dos cosas voy a decirte: la primera, no me gusta que me digas señora, si tenemos más o menos la misma edad, así que por favor tutéame; y la segunda, necesitas el trabajo. ¡Sé que esto es lo correcto! Además, en una hora entro a trabajar y es mi primer día. No puedo conseguir a alguien ahora. ¡Por favor!, ¡por favor!, algo me dice que lo vas a hacer bien. No es complicado y cualquier duda que tengas podés llamarme o enviarme un mensaje ¿Sí? —dijo muy confiada de sus palabras y sin esperar una respuesta de mi parte subió las escaleras corriendo. No me dio tiempo a reaccionar y unos minutos después ya estaba bañada y pronta para irse.

—Te dejé mi número de celular y el teléfono del restaurante prendido en la heladera. Cuida a Mati y diviértanse —dijo y se fue. Me dejó ahí parada, en medio de aquella casa, sin saber qué hacer.

Estaba llegando tarde a mi verdadero trabajo y como si fuera poco tenía un niño pequeño que cuidar. Intenté respirar profundo y pensar. Lo primero, era llamar al periódico para avisar que no iría... "¡Me van a matar!", pasó por mi cabeza. Después tenía que resolver qué hacer con el niño.

Para las diez de la mañana el panorama era el siguiente: Matías jugaba sobre la alfombra con unos muñecos de goma, que al apretarlos hacían unos ruidos rarísimos pero que lo mantenían entretenido. Ya le había cambiado tres veces el pañal, gracias a los tutoriales de paso a paso de Internet, ¡qué sería de mi sin YouTube! Carolina había llamado dos veces para saber cómo se encontraba su hijo y dejó más de diez mensajes en mi WhatsApp, creo que haberle dicho que no era niñera la puso bastante nerviosa. Por otro lado, mi jefe que se creyó lo de mi gripe, envió por correo propuestas de publicaciones en las que debía trabajar y elaborar una opinión, cuando me sintiese un poco mejor.

"La memoria del corazón" - Parte 1 ConexionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora