Capitulo 6

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—Mati, no creo que meter tus manos en el puré sea buena idea —sacudí mi cabeza observando como el pequeño se chupaba los dedos llenos de puré de zapallo. —¡Guag! No entiendo cómo puedes comer y hacerte encima al mismo tiempo... —y un olor desagradable y nauseabundo se colaba en mis fosas nasales.— Mirá, quédate acá comiendo tu puré, mientras voy por un pañal y algo de ropa limpia.

Subí las escaleras luego de dejar a Mati sentado en su sillita de comer, entretenido con su plato de puré. Busqué los pañales en su cuarto pero no quedaba ninguno. Recordé que Carolina guardaba paquetes de reserva en su placard, así que fui a su pieza por algunos. Busqué con cuidado entre su ropa. Abrí los cajones. el primero contenía medias, ahí no era. Probé con el siguiente y me encontré con su ropa interior y antes de cerrarlo me tenté a indagar dentro. La mayoría de su ropa interior era de algodón pero algunas prendas de encaje se veían al fondo del cajón. "¡Que horror! ¡pareces psicópata!",cayó el pensamiento y sentí vergüenza de mi actitud. "Los pañales tienen que estar por aquí", pensé luego de cerrar el cajón y recorrer con los ojos la pieza. —¡Ahí están! — exclamé al ver el paquete a los pies de la mesa de luz. No quise ser indiscreta pero al acercarme observé sobre la mesa una invitación, no me pude contener y la abrí. "Despedida de soltera de Daniela". La leí detenidamente y luego la coloqué en su lugar. Salí de la habitación y me di a la tarea de cambiar a Mati el pañal y su ropa sucia.

Faltaban quince minutos para que mi jornada laboral terminara y sobre todo, para escuchar las llaves de Carolina en la puerta. Como cada día encendí la cafetera y cambié a Mati de ropa. Eché algo de leña a la estufa y coloqué una manta doblada sobre el sofá.

"Clac" "clac" ahí estaba, la música en mis oídos. No entendía cómo o por qué el solo hecho de escuchar un simple sonido podía acelerar mi pulso y generarme ansiedad.

—¡Ey, Hola a ustedes! —dijo sorprendida al encontrarse con Mati jugando entre mis piernas en una alfombra repleta de juguetes. —Parece que alguien se despertó antes de su siesta.

—Sí, casi no durmió. Está un poco molesto, quizás sean sus dientes. —comenté.

—Seguramente. Lleva varias noches majadero. —Colgó su cartera y abrigo donde siempre.

—¿Y... qué tal tu día? —era la pregunta obvia que salía de mi boca diariamente. De verdad me gustaba que me contara eso.

—Como siempre, Manu. Qué te puedo decir... me duelen los pies y los hombros. Hoy el restaurante fue un caos. —comentó mientras se quitaba los zapatos tirándolos a un costado. —Muchos estudiantes celebrando, creo que un examen, pero no sé.

—Hice café. ¿Querés un poco?

—Sí, por favor. Me gustaría algo caliente ahora.

Fui por el café a la cocina y mi cabeza ideaba la forma de saber, de preguntar si iría a la despedida. Me estaba matando la curiosidad —Aquí está. Café negro con dos de azúcar.

—Eres increíble. Por qué no te sirves uno y me acompañas. —Tomé aquellas palabras como una invitación a disfrutar una vez más de nuestras charlas, como tantas tardes lo hacíamos. —¿Manu? —llamó mi atención cuando me dirigía a la cocina.

—¿Qué?

—¿Te gusta tu trabajo? —preguntó girando su mirada hacia Mati que jugaba sobre la alfombra.

—Me gusta mucho. Soy feliz aquí. —dejé claro y a los segundos regresé al sofá con mi café.

Me senté en la esquina opuesta y dejé la taza sobre la mesa. Ella se quitó los zapatos y se escuchó un quejido mientras acariciaba la planta de su pie.

"La memoria del corazón" - Parte 1 ConexionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora