Sesenta y Seis

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“Ejecuten la Orden Sesenta y Seis.”

Alisann estaba en pánico, su presión cardíaca la sentía por las orejas y sus piernas hacían lo que podían. La pierna derecha le cojeaba, pero hacia todos los esfuerzos por el bienestar de la niña que llevaba entre sus brazos. Podía oír como Omega trataba de oprimir sus sollozos ante el miedo.

Nunca supo la gravedad de esos chips inhibidores y ahora se lamentaba porque su vida estaba corriendo peligro de la peor forma.

La joven se detuvo detrás de una esquina de un cruce de caminos y con mucho cuidado bajo a la niña rubia quien estaba aterrada, al igual que ella.

—Omega, escucha. Ve por el resto del equipo… yo te daré tiempo.— Alisann tocaba los pequeños hombros temblorosos de la pequeña, ofreciéndole un mínimo de consuelo.

Omega la miró, preocupada. —Pero Ali…

—Andando, ya.

Ni siquiera tenía el tiempo para calmarla, obligó a que Omega saliera corriendo por el otro extremo del pasillo, procurando que él no notara su escape. Alisann ni siquiera lo pensó, pero cuando escuchó unos apresurados pasos acercándose, comenzó a correr en la dirección contraria de la pequeña. Él estaba cerca.

Fueron solo metros, su pierna herida jugó en su contra, logrando que el clon la divisara desde la lejanía. Hunter apretó sus puños.

—Alisann. — su voz cambió, la autoridad y furor se transformaban en ecos por el corredor. Era alguien completamente diferente. —Por ser cómplice de desertores que violaron la Orden Sesenta y Seis, te convierte en traidora.

Su corazón colgaba en un hilo, su quejidos apenas salían de sus labios, mezclados entre el dolor y el miedo. La potente amenaza de Hunter erizó su piel ante el pavor, Alisann solo corría, no podía creerlo, pero iba a morir a manos del hombre que amaba con todo su ser. La chica negó, dolida.

Ese no es Hunter. Es el chip en su cabeza.

El antiguo crucero Jedi crujía por el deterioro de los años, apenas había algo de iluminación, aquella gigantesca nave se caía a pedazos, siendo alguna vez perteneciente a la ya olvidada República. El Lote Malo viajó a ese sitio por sugerencia del ex-capitán de la 501, Rex estaba preocupado por los chips inhibidores de sus hermanos, queriendo la extracción por el bien de todos. Pero fue inesperado, al momento de estar en la antigua sala médica de la gigantesca nave, Hunter comenzó a comportarse extraño, tocando su cabeza ante un fuerte dolor, pero ella no supo percibir que aquella cosa iba a activarse de manera abrupta.

Fue tan rápido, disparos, golpes. los clones cayeron al suelo por tratar de controlar a su hermano perdido. Y ahora estaba escapando entre la chatarra.
Los pasillos estaban asquerosos, el óxido recorría todos los rincones, algunas partes del techo habían caído al piso, revelando cables que de vez en cuando soltaban chispas ante ese corte crudo de energía. La nave era un basural.

Sus piernas temblaron, Alisann no controló el equilibrio con tanta adrenalina en sus venas y sus pies pisaron mal, decayendo hasta llegar al suelo, la chica se quejó ante el impacto, un maldito tubo se cruzó en su camino y con la poca luz le fue imposible verlo a tiempo. El pavor la sumergió con más intensidad cuando la silueta del hombre se acercaba con mucha rapidez. Alisann se acomodó en sus rodillas y esforzó sus cansados músculos para ponerse de pie, peleando contra la ansiedad, pero soltó un grito cuando un fuerte agarre la tomó desprevenida.

Hunter la había atrapado.

Alisann gritó desesperada, las manos de Hunter se enterraban en su brazo y cuello, como si un asesino despiadado apresaba a su víctima. La chica pataleo, se retorcía bajo el cuerpo del sargento, hasta que el pánico palideció su tez cuando el cuchillo de Hunter se elevó encima de ella.

Hunter | One-Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora