Bandana roja

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Deslizó su pulgar para que la yema de su dedo tecleara los pequeños botones, Alisann tambaleaba su pie en una seguidilla de movimientos pequeños, danzando contra el pasar del tiempo.  Alisann estaba recostada en una de las literas de la cabina trasera, revisando información irrelevante en un pequeño aparato que su amigo intelectual le había prestado.

El día fue tanto productivo como agotador, pero el resultado fue un éxito. La misión que nos habían asignado salió muy bien y ahora el escuadrón 99 iba de regreso con la carga para que la trandoshana pueda dar los créditos que se merecían.

Siempre cuando la nave entraba al hiperespacio, la calma caía como una tela que los cubría con suma delicadeza, la velocidad los sumergía en un agradable silencio mientras las estrellas los veían pasar por millones de constelaciones. A Alisann siempre le parecían tan relajante ese momento, estar flotando entre la galaxia, era como una oportunidad de paz y mucha emoción a la vez. Era tan hermoso.

Pequeñas risas la hicieron despertar de su concentración, apartó la vista del aparato y al enfocar, observó como la pequeña rubia reía junto a alguien más.
Se levantó despacio y con mucha cautela se asomó hacia la zona de comandos, y no pudo evitar sonreír al ver la escena. La pequeña Omega no paraba de estremecerse de alegría, sus manos peinaban la esbelta cabellera de Hunter, creándole diversos peinados infantiles y aunque el sargento aguantara su aspecto ridículo, también soltaba diminutas risas con la niña.

Ellos estaban tan sumidos en su momento de diversión que no notaron la presencia de la joven y ella tampoco quería, se aguantaba la risa para que el momento tan tierno frente a sus ojos no se acabara. Alisann ladeo la cabeza con su pecho empapado por la terneza, sin poder controlar esa hermosa idea que la hizo estremecer.

Parecían padre e hija.

La hermandad corría por sus venas, pero habían veces que el sargento pasaba al lado paterno sin darse cuenta.

Alisann sonrió, serena. Se abrazaba a si misma mientras consumía el afecto de aquella imagen de ambos clonantes. Pero sin darse cuenta, su vista se desvió hacia la resaltante tela de colores fuertes. Hunter ya no llevaba puesta su bandana por razones del pequeño juego, dejándola tirada encima de la mesa de control, muy cerca de donde ella estaba. Muy rara vez Hunter se quitaba su banana, prácticamente nunca, solo en ocasiones de necesidad, pero siempre aquella tela estaba pegada a su cabeza.

Con mucha prudencia, la chica hizo un movimiento. Estiró su brazo para alcanzar la tela y fue un éxito, agarró el objeto y sin que se dieran cuenta, se alejó de su posición. Alisann volvió a la pequeña zona de dormitorio y se acostó nuevamente en la litera anterior, pero esta vez con la bandana del sargento.

Comenzó a analizarla, la textura era extremadamente suave, brindando una sensación de frescura a su portador. A pesar de las innumerables batallas, su estado estaba presentable y muy bien conservada. Su dedo acarició el pequeño dibujo de una calavera, sintiendo la áspera textura de la pequeña insignia en su piel. Alisann ni siquiera notó como el eco de sus latidos salían como tambores por sus orejas, tampoco se había dado cuenta de la sonrisa de enamorada que había formado, lo único que brindaba atención era a su imaginación.

Aunque sus recuerdos se mezclaba ante ideas ficticias, la joven se despegaba de su cuerpo al indagar sobre el sargento del escuadrón 99. ¿Y cómo no hacerlo? Sus corazones se cruzaron, jurándose entre candados sin que ellos se dieran cuenta, La Fuerza los atrajo ante la catástrofe del exterior, salvándolos para poder sentirse y revelar lo que sus sentimientos pedían.
Era un objeto tan apreciado y único, con tan sólo verlo, ya podía imaginarse a el clon de cabellos rebeldes. Hunter, era el nombre que su conciencia susurraba sin detener, Alisann mordió su labio inferior, soportando sus ganas de gritar y solo dejó que esos escenarios pasaran como grabaciones antiguas.

Hunter | One-Shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora