Mi gato. Perla. Seguía tras de mí como si de un perrito se tratase. No me hacía demasiado caso. Nunca. Pero esta vez supongo que me prefirió a mí. Antes que a una manada. De lobos. LOBOS. Para fliparlo. Para ella, perros.
¿Qué demonios iba a hacer ahora?. Había dado la impresión de parecer muy segura hace un momento en la habitación de Kamal exigiendo que me hicieran caso…Pero no tenía ni idea de qué hacer. Qué dados se suponía que debía tirar…
¿Volvía a mi vida de siempre e ignoraba la locura de las últimas horas?...Días. Semanas. Lo que fuesen. O…empezaba a investigar por mi cuenta…sobre…Hombres lobo. Claro. Muy lógico todo.
De momento me centraría en caminar hacia mi piso. A ver si, con suerte, todo esto resultaba ser un sueño húmedo de los míos. Húmedo. Kamal. Ese chico. Hombre. Desde luego con ese cuerpo, hombre…me volvía loca. La poca concentración que conseguía para hablarle a él y no a sus músculos se me iba al tacto con su piel. Especiada. Oscura. Fuerte. Mío. ¿Mío?. ¿Desde cuándo esta posesividad sobre los hombres con los que me juntaba?. Bueno. Tampoco ninguno había conseguido que tuviese un señor orgasmo en condiciones. Dos. O tres… Le quería para mí. Sólo para mí. Mío. Y ese pensamiento no se me iba de la cabeza…Hasta que me di de bruces contra algo duro. ¿Pero qué?...Levanté la mirada. Y Perla bufó.
-Odio a ese gato. –Espetaron los pies frente a mí-
-Últimamente todo el mundo lo odia. –Respondí enfadada-
-El no es precisamente amable con el resto.-Volvieron a responder los pies-
¿Amable?...A mi gato no le gustaban nada los extraños. Pero tampoco era un fan de bufar cada vez que la ocasión se le presentase. Excepto a los perros. Como buen gato odiaba los perros. Con toda su alma. Y supongo que un lobo era un perro en sí mismo… ¿Este tío era un lobo?. ¿Otro?. Genial… Levanté la cabeza hacia esos pies que protagonizaban mi visión. Y un pelo plateado me saludó de forma descarada. Los ojos, sin embargo, negros y profundos, pero con una mirada casi infantil hacían juego con una piel tostada.
-Tu pelo es…
-Perfecto. Lo sé.
-Especial.
El chico rodó los ojos de forma exasperada, como si le hubiesen hecho el mismo comentario cien días seguidos. Me tendió la mano de forma casi forzada.
-Levanta. ¿O piensas estar por debajo de mí siempre?. –Una sonrisa torcida asomó por su cara angelical- No es como si eso me molestase…
¿Estaba ligando conmigo?...
-…preciosa.
Vale…estaba ligando conmigo. Mi gato seguía bufando.
-¿Tú también eres…-¿Cómo demonios se suponía que tenía que preguntar algo como si era un hombre lobo sin parecer una completa pirada?.- A mi gato no les gustan los perros.- Dije finalmente.
-¿Me estás llamando perro?...¡Guau¡.(¿Acababa de ladrar?). Soy algo más que un perro bonita.- El chico puso una mirada lasciva y nada buena. Tiró de mí para que me levantase.
Me incorporo. Algo me dice que debería correr.
-Ni se te ocurra. Ahora es mi turno. Te vienes conmigo.
-¿Tu turno?...¿Conoces a Kamal?.
-Mucho más de lo que me gustaría. –Su pelo plata brillaba con los últimos rayos de sol del día-
Me cogió en brazos. Pataleé. Sacó algo fino y brillante de su bandolera. ¿Desde cuándo llevaba una?. ¡Viva la capacidad de observación, Lerea!. E hincó la aguja en mi nalga izquierda. Un pinchazo frío. Certero. Y doloroso. ¡Será hijo puta¡