El cuerpo entero me está ardiendo. Quema. Como si mil lobos mordieran una y otra vez mi piel. Blanca. Manchándola de barro, sexo y lujuria. Pero sólo uno está en ello. Y hierve. Arde. Es como una marea de lava que sube y baja rozando una y otra vez mi sexo. Y me mira. Qué delicia. Y a él le parece también deliciosa mi reacción. Este hombre sabe lo que se hace. Y sus manos. Ásperas. Grandes. Me recorren, me envuelven; me derriten. EN TE RA. Nunca me había detenido a pensar en cómo sería estar en un sito en el que no quieres estar. Rodeada de demonios. Contra tu voluntad. Todo un averno en sí mismo.(Río para mis adentros. Si claro, un averno total). Desde luego, el infierno puede ser divertido si estás con el demonio correcto. Y por lo que respecta a mí, desde luego, lo estaba.
Ahora se dirige a mi cuello. Y muerde. Mordiscos pequeños pero llenos de fuerza que erizan cada una de las puntas de los pelitos de mi piel que claman a gritos todo su ser. Y me atraviesa con esa mirada. Oscura. Profunda. Intimidante. Y yo me pongo roja. Y él lo disfruta. Y me besa. Su barba de dos días me hace cosquillas. Y va descendiendo poco a poco a mis pechos, dulces caricias de labios como los suyos deberían estar catalogadas como peligro de chorreo nacional. (Sí, chorreo, desde luego; lo que se dice doler, esta vez, no va a doler). Y cuando nada parece ser capaz de mejorar la situación…baja. Y lame. Primero suave y paciente, luego un dedo. Otro. Y mi boca empieza a emitir sonidos tan tórridos que como alguien escuche, se une. Y él ríe. Una risa corta, enérgica y vivaz. Parece que está muy contento con su trabajo. Me besa; fuerte, directo. Y yo me quedo sin respiración. Y cuando me libera, le miro. Y me mira casi altanero.
Estás así por mi´. –Piensa él- .
Estoy así por ti. –Suspiro yo-
Espero ser el primero.-Él responde casi en un gruñido-. Y me estás volviendo loco.
¿El primero?...El primero fue un chico llamado Tobías. De mi clase extra de Francés, los Martes. Cuando apenas iba al bachillerato. Horrible. El siguiente, Ángel. Todo un caballero. Demasiada saliva. En primero de carrera, Martín. Ese hombre sabía de mujeres lo que yo de hombres lobo. Y luego Alex. Dos años de relación. Quince minutos de risa.
No sentí nada. Con ninguno. Pero esto… ¡Oh diosa de la fortuna¡. Esto era el festival de los placeres, todos juntos bailando en la verbena de mi cabeza y rebozándose en chocolate blanco fundido. Y él. Él era el sirope. La cobertura perfecta para lo que, debería haber sido el principio de todo. Tengo la sensación, de que, como se entere de alguno de los anteriores…no le va a hacer ninguna gracia. Lo mismo los busca uno por uno y los va tirando al Manzanares a grito de ¡Esparta!, con patada de culo incluida.
-Eres el primero- Olé yo y todas las mentirosas del mundo. Me sé de un dios nórdico todito de dorado y verde que estaría muy orgulloso de mí ahora mismo.
Se incorpora. Me mira. Sabe que miento.
-Mentirosa
-Culpable
Se incorpora, y apoyado en sus rodillas, tira de mí hacia abajo. Un movimiento brusco. Casi bestial. Celoso. Y muy, muy dominante. Y eso me pone. Y yo le pongo a él.
-Para mí es la primera vez que me gusta de verdad. Así que cuenta como la madre de todos los revolcones.
-Estamos haciendo el amor, Lerea. Yo te estoy haciendo el amor. Esto no es un revolcón. No es casual. Eres mía. Por siempre y para siempre. Acostúmbrate. Repite.
-¿Tuya?
-Ahá-Afirma orgulloso-. Su niña rubita le ha entendido.
-Tuya. -Repito provocándole-
-También soy tu alfa. No te pases. –Responde enarcando las cejas por el comentario de su “dulce” niña.
-Yo no soy lobo