s i e t e

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El sol comenzaba a ocultarse, dejando que sus últimos rayos del día, reposaran sobre las finas hojas de un viejo libro, el cual era sostenido por las delicadas manos de un hermoso joven que se negaba a dejar su lectura a la mitad

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El sol comenzaba a ocultarse, dejando que sus últimos rayos del día, reposaran sobre las finas hojas de un viejo libro, el cual era sostenido por las delicadas manos de un hermoso joven que se negaba a dejar su lectura a la mitad. No importaba si tenía que forzar la vista por unos minutos más, deseaba poder seguir sintiendo la brisa chocar contra su rostro, mientras sus cabellos se movían al compás del viento, al igual que sus vestiduras.

Permaneció sentado junto a aquella fuente de piedra, esa misma que lo había acompañado en cada una de sus aventuras por el mundo de la literatura, dónde no existían límites para la imaginación, dónde todo era posible gracias al poder de las letras plasmadas en papel. Ese era su lugar seguro, su escapatoria a sus deberes como príncipe y heredero al trono de Japón.

— Su alteza... —escuchó un leve llamado que lo hizo alzar la vista, notando que uno de sus guardias se encontraba parado a tan solo unos pasos de él, esperándolo.

— ¿Será posible hacer que el sol vuelva a salir? —preguntó en un susurro, mientras giraba su rostro hacia el horizonte, notando como su adorada fuente de luz comenzaba a extinguirse; al menos hasta el día siguiente.

Escuchó la tenue risa del hombre que lo acompañaba, logrando que una sonrisa surcara por sus esponjosos labios ante la pregunta tan irracional que había formulado.

— Dudo mucho que eso suceda, majestad, tendrá que esperar hasta mañana para comprobarlo —explicó aquel soldado, recuperando la compostura, pero sin borrar del todo su gesto burlón. Por su parte, con cierta resignación, el más joven decidió cerrar el libro entre sus manos.

— Haré que lo castiguen por burlarse de mí, guerrero Namjoon —amenazó con gracia, a su vez que llevaba aquel objeto hacia su pecho, abrazándolo con cierta protección, para finalmente ponerse de pie, dejando relucir su fina figura, al igual que su largo cabello azabache, el cual no dejaba de ondearse.

— Le pido una disculpa, mi príncipe. No pude evitarlo —se excusó, haciéndose a un lado para permitir que el joven pudiese caminar con libertad hacia los adentros del palacio y por más que hubiese querido evitarlo, le fue imposible no admirar el cuerpo que se mecía al andar, justo frente a sus ojos. Se relamió los labios antes de seguir de cerca al hijo del emperador.

— ¿Mi padre aún se encuentra despierto? —preguntó de repente, ignorando el tema anterior, pero sin dejar que ese lindo sentimiento se esfumase de su pecho; le gustaba convivir con aquel perspicaz soldado.

— Así es y lo espera en la sala del trono —respondió sin más, haciendo que el príncipe lo mirara con un poco de conmoción.

— ¡Me lo hubiera dicho antes! —reclamó en un grito preocupado, para después echarse a correr hacia el palacio, escuchando los llamados desesperados del guardia a cargo de su bienestar; pero eso no le importó, continuó avanzando, cruzando pasillos y saludando con rapidez a los sirvientes o demás guerreros que se topaba en su trayecto a la sala principal.

Solo pudo recuperar el aliento cuando sus rodillas tocaron el pulcro suelo de madera y sus manos se apoyaron a cada lado de su cabeza, la cual se encontraba inclinada, casi pegando su frente al piso, en símbolo de respeto. Su respiración era errática por haber corrido una distancia considerable en tan poco tiempo y el libro que antes sostenía, había terminado botado a un lado suyo.

— Seokjin, te estaba esperando, hijo mío —dijo una voz grave y un poco áspera, pero que tras esa fachada se escondía un tono dulce, lleno de felicidad por ver a su primogénito.

— Lo siento, su majestad —murmuró con cierto nerviosismo, mientras sentía como las palmas de sus manos empezaban a temblar y el sudor en su frente a resbalar—. No fue mi intención, es solo que se me fue el tiempo y me distraje... —de repente fue interrumpido por unas caricias en su cabeza, junto a una leve risita.

— Leyendo —completó el mayor de ambos, con una sonrisa—, lo sé, siempre estás buscando nuevas aventuras, ¿O no, mi pequeño? —esta vez el tono de su voz era incluso más acogedor y apacible que el anterior, consiguiendo que el corazón del más joven se tranquilizara—. Levántate, Jin, sabes que no es necesario inclinarte cuando no hay nadie a nuestro alrededor

Con lentitud, el príncipe levantó su mirada, quedando solo de rodillas, mientras sus delicadas manos reposaban sobre sus piernas y un suspiro de alivio salía de sus labios. Siempre intentaba comportarse con respeto frente a su progenitor, pero le era imposible no terminar abrazándolo como un niño indefenso, ya que aquel hombre significaba su mundo entero, su única familia.

— Padre... —susurró con cariño, al mismo tiempo que descansaba su cabeza en el regazo del mayor, después de que este le hubiese correspondido aquel repentino abrazo.

— Podrán pasar los años, pero sigues siendo ese mismo pequeño que se escondía entre las telas de mi montsuki cuando estaba asustado —recordó el emperador, sin dejar de acariciar los largos cabellos de su hijo—. Cuéntame, ¿Cómo estuvo tu día? —preguntó al mismo tiempo que Seokjin se enderezaba para mirarlo a los ojos, con ese brillo especial que solo él poseía.

El más joven comenzó a relatar cada cosa que había hecho desde que despertó, mientras que el emperador solo se dedicaba a escucharlo y a asentir cuando era necesario, en esos momentos no importaba el tiempo ni cuan simple era lo que le contaba, se deleitaba de tan solo tenerlo a su lado. El príncipe era su adoración, de eso no había duda.

 El príncipe era su adoración, de eso no había duda

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Maratón (1/2)


En un momento publico el siguiente capítulo, prometido por la garrita 👉👈

«Dolswae» [YoonJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora