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La luna siempre lo observaba, su luz se paseaba cada noche por su alcoba, haciendo que sus adornos de oro brillarán con más intensidad, como si de alguna manera su fiel visitante quisiese alabarle

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La luna siempre lo observaba, su luz se paseaba cada noche por su alcoba, haciendo que sus adornos de oro brillarán con más intensidad, como si de alguna manera su fiel visitante quisiese alabarle.

Una pequeña e imperceptible sonrisa apareció en sus labios, mientras su vista se dirigía hacia el cielo, en un vago intento por encontrar respuestas entre las miles de estrellas que lo cuidaban desde lo alto.

Por mero instinto, sus ojos viajaron hasta toparse nuevamente con aquel papel que reposaba en sus pálidas manos; sin duda aquella carta era lo último que esperaba recibir de aquel emperador que tanto se había negado a su ascenso al trono.

Los rumores corrían rápido y no tardó mucho para que toda Asia se enterara de que el rey, Min Dongsun, había muerto por causas desconocidas; y cuando el joven Min Yoongi fue proclamado el nuevo gobernante, las cosas simplemente empeoraron.

Y fue el emperador japonés el primero en desechar su voto de lealtad hacia el nuevo rey, sumándose a la lista de enemigos que Corea ya tenía para ese entonces.

Sobra decir que Japón y Corea mantenían constantes encuentros, dónde eran asesinados cientos de soldados y civiles inocentes. Todo porque una alianza nunca fue vista como una opción.

Bueno, hasta esa mañana, cuando llegó esa importante carta, dónde seguramente se definiría el futuro de ambas naciones.

Se solicitaba urgentemente su presencia en el palacio del emperador y eso solo lograba confundir más a Yoongi, porque las palabras cordiales nunca fueron una buena señal de nada, menos viniendo de el eterno enemigo de su nación.

Volvió a enrrollar aquella carta que comenzaba a causarle una gran inquietud, para después asegurarse de guardarla en uno de los cajones cerca de su futón, todo esto siendo seguido por un par de ojos curiosos que le observaban en silencio.

El rey tomó asiento en la orilla de aquella cómoda esponja y con una de sus manos, acarició suavemente la espalda desnuda de su acompañante, recibiendo una especie de sonido satisfactorio que no hacía más que exitarle.

— ¿Puedes recordarme tu nombre, lindura? -preguntó, dirigiendo su vista hacia el hermoso rostro del chico que descansaba boca abajo, dejando al descubierto su perlada piel-

— Jimin, P-Park Jimin, señor -respondió en un tono bastante bajo, dejando que el rey acariciara su cuerpo a su antojo; llegó un punto en que sintió sus grandes manos tocar sus glúteos y entonces cerró sus ojos, evitando pensar en lo sucio que se sentía en esos momentos-

— Así que... Tu madre está enferma y no puedes pagar un médico, ¿Cierto?

Jimin se incorporó, quedando de rodillas sobre el futón, mientras cubría parte de su cuerpo con una fina tela de seda, demasiado cara para alguien de su clase.

— Te preguntarás qué como lo sé, bueno, no todos los días un jovencito llega y me ofrece una danza privada en mis aposentos, mucho menos termina por entregarse a mí sin ninguna razón escondida -dijo, girandose para mirar el rostro lleno de arrepentimiento del chico, quien se veía tan vulnerable por haber sido descubierto-

— Y-Yo... Lo siento, mi s-señor, le suplico que me perdone... -inclinó su cabeza en señal de completa sumisión y eso solo consiguió que una sonrisa surcara los labios de su contrario. Le encantaba esa parte-

— Enviaré al médico real para que atienda a tu madre, pero espero comprendas el precio de lo me pides

— No se preocupe, no importa cuánto tarde, reuniré cualquier cantidad de dinero y... -su emoción, al igual que su voz, fue cortada, dejándolo en completo silencio cuando, sorpresivamente, el rey se había colocado encima suyo-

— No es dinero lo que pido, no me hace falta -mencionó, dándose a la libertad de inclinarse para poder succionar la piel del cuello de Jimin, ocasionando un fuerte jadeo por parte de este- Te quiero a ti, Park Jimin

Los ojos sorprendidos del chico, no tardaron en conectarse con aquellos más profundos y fríos, haciendo que su miedo saliera a flote de nuevo. Si quería el bienestar de su madre, no tenía otra opción más que aceptar su destino.

— M-Me quedaré con u-usted... -susurró en un tono casi inaudible, pero lo suficientemente entendible como para que Yoongi comenzara a besarlo con desesperación-

Tal vez eso era todo lo que necesitaba, ya que hundirse unas cuantas veces entre las piernas de Jimin, fue suficiente para liberar el estrés que venía cargando desde que esa petición llegó.

Y aunque el jovencito solo era una distracción más, verlo llorar y retorcerse por el dolor, solo conseguían alimentar más su deseo por tener a todos a su merced, porque esa mirada de miedo que tenía Jimin, era la misma mirada que tantas veces anhelo ver en el semblante del emperador.

Porque sí todos le temían, nadie se atrevería a volver a subestimar al gran rey, Min Yoongi.

















Ay no, efe, no me gustó el resultado. Perdón por traerles un capítulo tan fushi después de tanto tiempo:(

«Dolswae» [YoonJin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora