Capítulo 4.

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La comida esa noche fué silenciosa. Ni Zayn, ni yo hablábamos. Yo estaba asustada por lo de hace un rato, pero Zayn insistía en que se lo pudieron llevar las ratas.

¡Pero es que era un paquete de plástico! ¿Por qué las ratas se lo llevarían? Nada tenía sentido.

-¿Te gustó la comida?- Pregunté, intentando romper la tensión entre los dos.

La mesa era larga, casi como la de un castillo. Era de madera, pero era madera barnizada y bien pulida. Tenía unas sillas grandes de madera también, muy cómodas para ser sincera.

-mhm.- Asintió Zayn con la boca llena.

-Me alegra.- Sonreí y seguí revolviendo la comida que estaba en mi plato. No tenía apetito. Aunque me encantara la lasagna, no quería comer. Estaba sumida en en mis pensamientos, intentando encontrar alguna respuesta cuerda y con sentido acerca de lo que pasó anteriormente.

-¿Te encuentras bien? No has tocado tu comida.

Asentí y miré a Zayn, mientras dejaba mi tenedor a un lado.

-No tengo hambre.

-¿Te sientes bien?

-Sí. Solamente necesito dormir un poco.

-Claro, ve. Yo lavaré los platos.

-¿Seguro?- Zayn asintió en respuesta. -Está bien... Gracias.- me puse de pié y tomé mi plato. Besé la frente de Zayn y me dirigí a la cocina para dejar mi plato en el lavamanos.

Al subir a mi habitación, intenté aguantar el miedo que sentía. Sabía que no tenía que temer solamente porque un paquete de papitas había desaparecido, pero aún así me parecía escalofriante.

Al llegar, me puse mi pijama y me acosté, totalmente exhausta. Hoy había sido un buen día, y muy movido por cierto. Extrañaba a mi abuelo, mucho, demaciado. Esta casa me recordaba tanto a él, era tan su estilo, tan mi abuelo. Pero aún así, no podía reprimir un sentimiento de temor y escalofrios.

Tomé mi móvil, esperando algún mensaje o algo. Nada. No había nada. Y no había nada porque ¡No había señal! Dios, ¿que clase de casa no tiene señal? Digo, en muchas no hay, y no es nada malo, ¡Pero yo no puedo vivir sin señal!

No pasó mucho rato cuando mis párpados comenzaron a pesarme, y mi respiración se tornó lenta y relajada.

Un ruido como el de un golpe me hizo despertar de golpe. Abrí mis ojos, e intenté asimilar donde me encontraba. Mi ceño de frunció mientras me ponía de pié. Nada calzaba, no sabía donde estaba.

Lo que estaba delante de mí era un recividor alumbrado por la única y debil bombilla que quedaba sujeta a uno de los brazos de la lámpara, magnífica y sucia de telarañas, que colgaba del techo. Un fondo oscuro de muebles colocados unos sobre otros como en las mudanzas.

-¿Hola?- mi voz salía temblorosa y en un murmullo. Me sentía sofocada, sentía como si hubiera falta de aire ahí.

Otro golpe similar al que me despertó me hizo sobresaltar. Sentí el miedo invadirme, No sabía donde estaba ni de que se trataba el sonido. El lugar era horriblemente terrorífico.

-¿Hay alguien aquí?- Aunque yo quisiera, mi voz no salía más fuerte. Me sentía débil, mi voz era débil, y sobre todo mi valentía.

-Vete.- Una voz extraña me hizo estremecer. Joder, ¿quien estaba ahí? No veía a nadie, pero alguien estaba presente. Podía sentirlo.

-¿Quien es?

Un impacto fuerte me hizo caer al piso. En toda aquella escena había algo angustioso, y en el piso un calor sofocante como si el aire estuviera estancado y podrido. Intenté ponerme de pié, pero había algo sobre mí que no me dejaba hacerlo. Quería llorar, gritar, correr... pero no podía.

Death house (Liam y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora