Parte 7

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Ryomen Hori 

Estaba en mi habitación asignada en el colegio, no me gustaba el hecho de estar lejos de Madre Anna, pero si así ella se mantenía a salvo, lo haría sin pensarlo. Me molestaba el hecho de no saber porque Mahito me seguía tanto, traté de preguntarle; aquella vez, y simplemente me respondió: ''¿Cómo no sabes de ti?''

¿Qué me escondía Madre Anna? Y bueno. ¿Por qué ese chico decía ser mi padre?

Recordaba mi infancia, y todo el tiempo estuvo Madre Anna, y de mis padres sabían que habían fallecido, entonces cuando escuché a ese chico... Yuuji. Decir eso sobre mi, me enfadé mucho ¿por quién me tomaba? Que desagradable. Tuve que huir de ahí porque mis lágrimas claramente iban saliendo apenas me empecé alejar. Era un tema delicado para mi, mis padres.

Crecí con mucho amor de parte de Madre Anna, y lo agradezco, pero... Siempre me hace falta el hacerme una idea de como lucían mis padres, ya que ni eso sé. Crecí, y todos los días intentaba vivir bien y feliz.

Pero es tan difícil, ahora estoy lejos de Madre Anna, con unos chicos desconocidos y uno que juega a saber de mi. Todo es tan triste en este momento.

— Como quisiera no existir... —murmuré, mientras me ponía sobre mis pies, no tenía sueño y estaba abrumada, sentía una opresión en mi pecho que no se iba con nada. La noche había llegado, todo estaba silencioso, era nostálgico.

Cuando me sentía así en la noche, dormía con Madre Anna, ella cuidó mi corazón hace mucho tiempo, pero ahora estaba tan lejos. Todos esos momentos lo guardaba en mi corazón.

Me habían dado ganas de tomar agua, me sentía un poco sedienta y la cocina de los dormitorios estaba en unos cuantos metros. Los lugares solitarios me daban miedo; pero realmente tenía sed. Con valentía abrí mi habitación y salí, las luces de los pasillos se encontraban encendidas por lo cual me daba un poco de confianza, poca, pues estaba muy solitario, aún no sabía si compartía piso con alguna persona. Comencé a caminar, me acerqué a la cocina y para mi sorpresa había un chico ahí. 

Me causó gracia la pijama rosada de ositos, y mi pijama era un camisón con un pantalón suave gris, Yuuji notó mi presencia, aunque primero... Creo que pensó que era un superior.

— Hori... —dijo, mientras con su mirada seguía mi caminar. Me acerqué a los vasos, tomé uno y serví un poco de agua fría.

— ¿Insomnio? —dije, luego de dar un gran sorbo de agua. Lo volteé a ver y este sobaba su nuca, y desacomodaba su cabello su cabello.

— No sabía que compartíamos piso. —murmuró.— Y sí, últimamente tengo mucho insomnio. —terminó.

Para mi también era una sorpresa, era extraño compartir piso con chicos, normalmente nos tiene separados.

— Quizá cargamos con penas que desconocemos... —mascullé sin pensar. No sabía que me pasaba, quería que alguien me escuchara y no sabía si él era el indicado.

Él me miró extrañado, quizá con pena, no lo culpo, a veces no hay nada que decir cuando se escucha una pena de alguien más. A lo que me apresuré a decir. —Perdón.

Y con pena, negó. —Eres libre de decir lo que quieras, y si puedo ayudar, con mucho gusto. —sonrió. Por un momento lo sentí alguien tan cercano, y  había olvidado que lo que había hecho antes me había desagradado. 

No pude evitarlo, me sonrojé. Un trato con cariño... Solo lo he tenido de Madre Anna. 

— No tengo con quien conversar, y cada vez me siento más sola... —mantenía mi mirada en sus ojos, oscuros.

Ojos oscuros.

En la tarde sus ojos eran color rojos. Algo cambió.

— Puedes confiar en mi, y sé que Nobara es una chica agradable. Solo tienes que darte la oportunidad, Hori. Entre todos nos cuidamos. —habló con sus mejillas coloradas.

Era un chico lindo... 

O yo estaba muy sola.

— Te incomoda si pregunto que sucedió ahora... en el campo. —inquirí. La curiosidad me ahogaba, y podía arrepentirme después pero necesitaba saber que sucedía.

Itadori Yuuji bajó su mirada unos momentos, era claro que la pregunta lo incomodaba, noté como tragó grueso, y relamió sus labios.

— Soy Yuuji, antes era integrante de un grupo de ocultismo e iba a una secundaria normal. Cuando conocí a Megumi terminé en este mundo de chamanes y maldiciones. Soy recipiente de una maldición, sonará asqueroso pero me comí un dedo de una maldición. —rió. —Al comerlo. terminé acá y realmente mi misión es encontrar los demás dedos de esta maldición, ya que por alguna razón soportar la energía maldita. —finalizó.

Y de inmediato recordó a Madre Anna, era chamana, me enseñaba, pero no lo suficiente para valerme por mi misma.

—¿Cuál es el nombre de la maldición? —pregunté.

Recordaba que Madre Anna me explicaba que peligrosas para los humanos, por eso, los chamanes se encargaban de ellos. Yuuji estaba aún más nervioso, y me hacía sentir un poco mal ya que mi intención nunca fue incomodarlo. —Hori... El nombre de esta maldición es Ryomen Sukuna... —masculló.

Sabía que mi padre se llamaba así pero... ¿una maldición? Miré al piso, empezaba a sentirme nerviosa y comencé a temblar, el tema de mis padre era muy delicado para mi y no podría aguantar otra broma de parte de Yuuji. —Yuuji-kun, deja de- de bromear sobre mis padres. —hablé entrecortado.

Sentía que mi corazón quería salirse de su sitio, y temblaba sin parar. Podía ver la preocupación en la cara de Yuuji —Hori, jamás bromearía sobre algo así. —respondió preocupado. Pero no podía creerte Yuuji, no.

Miré de nuevo a Yuuji, y no pude aguantar más tiempo mis lágrimas, lloraba desconsoladamente, ahogaba mis lágrimas. Y Yuuji no sabía que hacer.

Yo limpiaba mis lágrimas pero aún seguía llorando,  noté como Yuuji salió de la cocina, me sentí más sola que nunca, y ahora si no podía dejar de llorar, mis rodillas flaquearon y quedé de cuclillas en la cocina, me abrazaba a misma en busca d calor ya que moría de frío. Escuché  varios pasos afuera de la cocina, y al mirar vi que venía Yuuji junto a Satoru sensei. 

Podía notar la cara de Satoru igual de preocupada que la de Itadori.

— Perdón por dejarte sola, Hori, —se apresuró a decir Yuuji con una gran mirada llena de pena. A lo que yo asentí.

Satoru se acercó a mi, se colocó igual de cuclillas con una mirada insegura de sus movimientos. —Hori, ¿podemos hablar? —preguntó con sutileza. Estaba sin sus lentes oscuros y yo solo me perdía en el azul de sus ojos.

Satoru se puso de pie y me tendió su mano, y yo la tomé. —Yuuji, gracias por llamarme, no te preocupes yo hablaré con ella del tema. ¿Esta bien? Puedes irte a tu habitación.—terminó, a lo que Yuuji asintió y salió de la cocina. 

Satoru comenzó a caminar y yo seguí su paso lento.

—¿Te sientes cómoda en tu habitación? —preguntó.


Hori   ホリ| Satoru Gojo 五条悟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora