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Tiago apareció repentinamente en sus aposentos, asustando enormemente a Mauro, quien había decidido salir de la cama por unos cuantos segundos y así estirar un poco las piernas. Pero la sola presencia del contrario, le hizo caer de rodillas al suelo de inmediato, mientras temblaba y se abrazaba a sí mismo para tener algo de consuelo.
— Yo no estaba haciendo nada malo. — es lo que sale de manera inmediata de la boca de Monzón, quien mira hacia el suelo, mientras le rogaba a Dios para que el otro no lo fuera a lastimar. — Solo quería caminar un rato por la habitación, eso es todo. — informa aún con la mirada baja. — Así que no me vayas a lastimar, te lo suplico... — agrega con desesperación, cubriéndose el cuerpo con sus débiles alas, las cuáles día tras día perdían su enorme belleza y grandeza.
— Yo no vengo a hacerte nada. — Pacheco responde a la misma vez que se acerca al peliblanco. — Así que ponete de pie, que vamos a salir. — ordena, tomando al otro de uno de sus brazos para que se levantará. — Que vamos a ir al mundo de los humanos. — indica, para alegría del ojiverde.
— ¿Eso significa que por fin me iré a mi casa? — es lo que aquel consulta, pero no recibe más que una fuerte carcajada por parte del demonio.
— Por supuesto que no. — Tiago responde de manera burlona. — Solo vamos a salir un rato, eso es todo. — comenta, no dándole el verdadero motivo de su salida al ojiverde, quien suspira más que decepcionado por lo que había escuchado. — Pero para evitar que te vayas a algún lado sin mi permiso, te pondré algo que te va a cortar el cuello si intentas huir. — suelta con simpleza, haciendo que en su mano libre aparezca un hermoso collar de oro, el cual se veía bastante inofensivo a primera vista. — Así que coopera conmigo, si no querés que te lastime hasta dejarte inconsciente en el suelo. — ordena, pasando a ponerle el dichoso collar en el cuello de Mauro, quien solo es capaz de temblar por lo que aquel maldito objeto le pueda hacer si se le ocurría escapar. — Perfecto, ahora vámonos de aquí. — dice, tomando entre sus brazos al otro.
Quien solo es capaz de esconderse en el pecho ajeno, más que triste y desilusionado por no poder irse a casa. Pero un poco contento al ver que saldría de este horrible y maldito lugar que se decía llamar el infierno.
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Mientras tanto Lombardo había llegado a sus dominios, más que ansioso por poder ver al bonito ángel que había caído amablemente en dónde él era el señor y dueño absoluto de todo, y obviamente ese ser divino no iba a hacer la excepción en nada de eso.
— Vaya, vaya, ¿Pero qué es lo que ven mis ojos? — Mauro habla fuertemente, a la misma vez que vuelve a tocar el suelo y se acerca lentamente hasta donde está aquel hermoso ángel de cabello castaño. — Un ángel en el octavo círculo del infierno. — canturrea más que divertido, haciendo un ademán a sus sirvientes que estaban por ahí, para que se retirarán a seguir castigando a los humanos que habían cometido fraudes y cientos de traiciones mientras estaban vivos. — Pero dime dulzura, ¿A qué has venido? ¿Cuál es el motivo de tu hermosa presencia? — le pregunta por fin.
— Yo vine a buscar a un amigo, y no pienso irme hasta encontrarlo. — aquel responde rápidamente, sin ningún tinte de miedo o temor en su voz, aunque por dentro estuviera paralizado del susto por ver a un demonio por primera vez en su vida. — Así que decime si conoces a alguien llamado Mauro Monzón, para que pueda llevarlo a dónde pertenece. — suelta, haciendo que una gran sonrisa se dibuje en el rostro del contrario, quien sigue con sus pasos hasta estar lo más cerca posible del bello ángel.
— ¿Posta que a eso venís? — el guardián le consulta, analizando de pies a cabeza al contrario en repetidas ocasiones, quien trata de mantenerse serio y fuerte para demostrarle al otro que no le tenía ni una pizca de temor. — Entonces no sé si considerarte como un completo valiente o un pelotudo de primera. Porque solo a un bobo ángel como vos se le ocurriría venir a un lugar como este, solo para buscar a alguien. — murmura, tomando bruscamente del mentón a Thomas, quien empezaba a ponerse bastante nervioso. — ¿Sabes? Tu amigo ya no es más que la propiedad de uno de nosotros, y vos bonito, vas hacer mío de ahora en adelante, quieras o no. — indica, obteniendo quejas por parte del otro, quien empieza a forcejear para que lo suelte.
— ¡Déjame! ¡Déjame y llévame con mi amigo! — Tobar grita desesperado, pagando el precio de sus acciones, pero aún seguía creyendo que alguien los vendría a rescatar. — ¡Que me dejes la puta madre! — exclama con pequeñas lágrimas cayendo por sus mejillas, sollozando en voz baja. Mientras el demonio lo aprisiona por la espalda y le tapa la boca para que sus gritos queden estancados en la palma de la mano ajena.
— Shhhh, silencio amor mío. — Mauro le murmura al oído, a la misma vez que pasaba su lengua por el cuello del castaño, quien siente un fuerte estremecimiento por todo su cuerpo. — Silencio y cálmate, que esto te va a doler más si te resistes. — informa, llevando una de sus manos al pecho del castaño, quien se sigue retorciendo para poder ser libre, pero nada de lo que hace parece funcionar. — Siempre escuche que el corazón de un ángel es la cosa más pura y santa que puede existir en los tres mundos. — susurra, haciendo que un intenso calor y dolor se produzca en el lugar antes dicho, causando que el castaño grite sin parar. — Así que será muy divertido ver cómo tú lindo corazón se rompe en cientos de pedazos, y que tu alma se vuelve cada vez más impura, al igual que en tu mente no pueda existir otra persona más que no sea yo. — indica cínicamente. — Porque de ahora en adelante, yo seré tu dueño y tú señor, por los siglos de los siglos. — dice con seriedad.
Haciendo que el dolor del ángel se incremente el doble, mejor dicho el triple y que sienta como algo dentro de su interior se rompe en un abrir y cerrar de ojos, cosa que solo lo hace llorar con mucha más intensidad que antes. Pero por alguna razón, todos los buenos recuerdos que tenía en su mente se empezaban a borrar lentamente, como si una fuerza los obligará a irse de la cabeza del castaño.
Quedando de esa manera un espacio en blanco y sin mancha alguna, para que la nueva vida de Thomas empiece entre los brazos de Lombardo.
— ¿Ya te sientes mejor, amor mío? — el demonio le consulta, una vez que todo terminara y que el castaño haya dejado de luchar en todos los sentidos posibles.
— Si, ya me siento mejor, mi señor. — Thomas responde completamente ido, y con una extraña pero a la misma vez placentera sensación en el cuerpo.
— Que bueno dulzura, porque vas a necesitar de todas tus energías para poder satisfacerme como se debe. — es lo que el morocho comenta, dándole la vuelta al contrario, quien se deja manejar como si fuera un simple juguete de trapo.
— Yo quiero hacer feliz a mi señor por siempre, así que voy hacer todo lo que mi señor me pida. — Tobar contesta sin dudar, sin la mínima necesidad de que Mauro le hubiera lavado la cabeza con cientos de palabras previas, siendo suficiente con que aquel destruyera su corazón y alma para que se comportará de esa manera.
— Excelente, excelente, sos simplemente maravilloso. — es lo que sale de la boca del demonio, quien sujeta de manera fuerte a su lindo y bello angelito, el cual de ahora en adelante era únicamente para él. — Nos vamos a divertir mucho, mi pequeño ángel. — termina por decir, yéndose en un parpadeo junto con el castaño.
Quién había perdido todo lo que era importante para él en cuestión de segundos, hasta se terminó olvidando del motivo por el cual había venido al infierno. Terminando de esa manera una justa acción por tratar de ayudar a un amigo, pero definitivamente las cosas no salieron como él las pudo haber pensado en su momento...
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𝗘𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗻𝗼𝘀𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀 𝗱𝗼𝘀 : ʟɪᴛɪᴀɢᴏ
Fanfic𝖬𝖺𝗎𝗋𝗈 𝗒 𝖳𝗂𝖺𝗀𝗈 𝗏𝗂𝗏𝖾𝗇 𝖾𝗇 𝗎𝗍𝗈𝗉𝗂𝖺𝗌 𝗌𝗎𝗆𝖺𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖽𝗂𝖿𝖾𝗋𝖾𝗇𝗍𝖾𝗌, 𝗎𝗇𝗈 𝖽𝖾 𝖾𝗅𝗅𝗈𝗌 𝗏𝗂𝗏𝖾 𝖾𝗇 𝖾𝗅 𝗋𝖾𝗂𝗇𝗈 𝖽𝖾 𝗅𝗈𝗌 𝖺𝗇𝗀𝖾𝗅𝖾𝗌, 𝗊𝗎𝖾 𝖾𝗌 𝗆𝖺𝗒𝗈𝗋𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖼𝗈𝗇𝗈𝖼𝗂𝖽𝗈 𝖼𝗈𝗆𝗈 𝖾𝗅 𝖼𝗂𝖾�...