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Mauro nunca se imaginó que iba a despertar en un lugar demasiado diferente al que estaba acostumbrado, porque en vez de amanecer en su cómoda y limpia cama, despertó en un sucio rincón, rodeado de demasiadas cosas que no eran nada agradables o al menos lindas para poder apreciarlas con tanto detalle.
Monzón se asustó de inmediato al ver que todo lo que había vivido, no había sido ninguna fantasía extraña de su cabeza, sino que todo resultó ser completamente real. Una cruel y dura realidad, de la cual no iba a escapar tan fácilmente, no sin antes perder y aprender ciertas cosas al mismo tiempo.
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— Que bueno verte despierto, bello angelito, pensé que habías terminado siendo más frágil de lo pensado. — un tipo morocho le dijo al ojiverde, quien solo fue capaz de cubrirse con sus grandes alas blancas, en señal de que sentía mucho temor y confusión por su simple presencia. — Vamos, ¿Qué es lo que te pasa? — se burla del contrario, mientras se le acercaba lo suficiente como para tenerlo cara a cara. — Si hace días estabas rogando por un poco de mi atención, o más bien que te cogiera sin parar como una maldita perra encelo. — informa, causando que el rostro del peliblanco se tiñera de rojo.
— ¿C-comó? — Monzón pregunta desconcertado y con la voz entrecortada, no queriendo creer que se había entregado a alguien, ni mucho menos si se trataba de un demonio.
— ¿Acaso quedaste sordo por tus propios gritos o que? — el contrario inquiere con un tono fanfarrón de voz. — Vos dejaste de ser puro y casto, porque te entregaste a mi en cuerpo y alma, así que me perteneces por toda la eternidad. — indica, disfrutando enormemente de todo el caos y dolor que le estaba haciendo pasar a Mauro.
— ¿C-cómo q-que dej-e de ser pu-ro? — el ángel tartamudea demasiado, con mucho miedo encima, porque ser puro era uno de los atributos principales que tenía que poseer para ser lo que era. — P-pero... p-pero si no m-me acue-rdo de na-da. — murmura, tratando de recordar de manera desesperada lo supuestamente sucedido.
— ¿Posta? Porque yo si me acuerdo de todo y dejame decirte que nunca vi a un ángel tan lujurioso como vos. — el morocho informa, tocando las alas del peliblanco, quien solo suelta un fuerte sollozo al sentir sus manos. — Shhh, deja de llorar si no queres que traiga al otro de nuevo. — advierte, confundiendo más al ojiverde. — Y déjame decirte que el me agrada mucho más, porque hace todo lo que quiero. Aunque me es más satisfactorio, ver tus verdaderas expresiones cuando te toco y te hago llegar hasta el mismo paraíso. — comenta divertido.
— Déjame que me vaya. — Monzón le ruega desesperado. — Ya jugaste conmigo, ya tenés mi castidad, así que déjame regresar a mi casa. — argumenta, causando que el contrario se ría escandalosamente de lo que había dicho.
— Por favor, ¿Crees que te aceptarán en el cielo, a pesar de que dejaste de ser puro? — le pregunta a Mauro, quien solo es capaz de quedarse callado. — Vos ya no sos bienvenido en ese maldito lugar, por el gran pecado que has cometido al entregarte a alguien que no debías, así que ya no tenes un hogar. — indica para horror del contrario. — Así que de ahora en adelante, este será tu hogar y yo seré tu dueño, yo seré tu único señor. Y más te vale que te comportes, porque sino te prestaré a alguien más para que se divierta con vos, y créeme que ellos no serán para nada lindos o amables. — agrega, tomando bruscamente del brazo al peliblanco para que se pusiera de pie, pero este solo empezó a forcejear para quedarse en el suelo.
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𝗘𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗻𝗼𝘀𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀 𝗱𝗼𝘀 : ʟɪᴛɪᴀɢᴏ
Fiksi Penggemar𝖬𝖺𝗎𝗋𝗈 𝗒 𝖳𝗂𝖺𝗀𝗈 𝗏𝗂𝗏𝖾𝗇 𝖾𝗇 𝗎𝗍𝗈𝗉𝗂𝖺𝗌 𝗌𝗎𝗆𝖺𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖽𝗂𝖿𝖾𝗋𝖾𝗇𝗍𝖾𝗌, 𝗎𝗇𝗈 𝖽𝖾 𝖾𝗅𝗅𝗈𝗌 𝗏𝗂𝗏𝖾 𝖾𝗇 𝖾𝗅 𝗋𝖾𝗂𝗇𝗈 𝖽𝖾 𝗅𝗈𝗌 𝖺𝗇𝗀𝖾𝗅𝖾𝗌, 𝗊𝗎𝖾 𝖾𝗌 𝗆𝖺𝗒𝗈𝗋𝗆𝖾𝗇𝗍𝖾 𝖼𝗈𝗇𝗈𝖼𝗂𝖽𝗈 𝖼𝗈𝗆𝗈 𝖾𝗅 𝖼𝗂𝖾�...