Epílogo.I wanna trust the pulse in which decay is followed by bloom

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LISELOTTE

Lo único de lo que estaba segura era que si los papeles se hubieran invertido, estaría llorando, o festejando en un pie, o solo me iría como si nada. Como si todo fuera normal, aunque no había estado en sus zapatos como para entender realmente lo que le pasaba. No sabía si su reacción era natural, por más que su terapeuta siguiera diciendo que era lo que ella había elegido como manera de lidiar con todo. Suponía que eso le daba cierta validación pero seguía sin creer que pudiera ser tan simple como dar una vuelta de 360°, quizá uno de estos días ella finalmente gritaría dándome una reacción más humana, o lloraría porque él no había recibido su castigo. O sonreiría porque el maldito bastardo ya estaba bajo tierra.

Ni siquiera me sentía lista como para hacerle la pregunta pues todavía muy dentro de mí sabía que todo su martirio había empezado por mi culpa. Ella había estado en el aeropuerto esperando por mí mientras me pudría cogiéndome al chico que había sido un especie de amigo con derecho de Leah, para que luego de que Björn la violara tomara otro vuelo para acostarse conmigo también. Pensar en ese clóset repulsivo en el que sus manos se pasearon por mi cuerpo me hacía querer vomitar o arrancarme la piel a arañazos. Darme una ducha hirviendo para quitar cualquier rastro, su olor, su tacto, su sabor. Estaría dispuesta a quemarme la piel para dejar de sentirme sucia cada vez que miraba el rostro pacífico de mi hermana.

No importaba cuánto tiempo le diera vueltas en mi memoria, cuanto me arrepentía ni cuan mal me hacía sentir que todo fuera mi culpa, nada mejoraba. Todavía no me atrevía a hablarle a mi hermana, no como antes. Me entristecía, me hacía sentir tan sola y más ansiosa que los demás. Odiaba sentirme así, como si todo estuviera lejos de mi control, sin importar lo humillante que eso resultaba para mí. Pero lo que no ayudaba a darme paz era verlas juntas, como ella se sentaba con Leah frente a la piscina conversando como si fueran amigas de toda la vida. Leah junto a Addy mi miserable abuela que lucía como una mezcla de Betty Davis y Anna Wintour, quién ahora le daba cariño y comprensión lo que solo podría corresponderle a mamá, pero que Addy manejaba como si fuera normal. Addy se había convertido de repente en su has madrina y era demasiado sospechoso, no confiaba en nada de lo que pudiera venir de ella. Después de todo, fue su amenaza la que me obligó a dejar a mi hermana tirada para ir a la ridícula despedida de soltera de Gin. Había arruinado mis planes con mi hermana, la había hecho esperar toda la noche en el aeropuerto por alguien que no llegaría. Y ahora planeaba ser cálida, era su culpa también, intentaba mostrar una máscara de felicidad que me descolocaba.

Con esa sonrisa cándida que compartía con Leah mientras conversaban frente a la piscina con una botella de cóctel de mango. Como si fueran las mayores confidentes, cuando todos sabíamos que mi hermana había deseado largarse tan rápido que no había dudado en conseguir una beca en Nueva York porque odiaba todo lo que tuviera que ver con la familia Chamberlain. Addy me provocaba tanta ira y celos que nunca admitiría en voz alta, porque hasta ella podía convivir con Leah como si nada mientras yo seguía aterrorizada de hablarle como antes.

Tenía a Sam, después de todo, y era como una hermana por elección para mí. La adoraba y me encantaba su presencia, además de que estaba ilusionada con sus sesiones de terapia que parecían estarla ayudando poco a poco a descubrir que necesitaba expresarse más. Lo que le había costado un cambio de look que la había hecho muy feliz. Por otro lado, seguía necesitando a Leah. Quería que me enseñara sobre la vida o me hiciera sentir especial. Lo cual sonaba inmaduro viniendo de alguien que no tardaría en cumplir los dieciocho años mientras que la que necesitaba atención era ella pues era quien había experimentado momentos tan oscuros en su vida. Leah necesitaba todo mientras que lo mío sólo era una fase infantil. Ella era la que tenía derecho a reclamarme por ser tan idiota, no al revés. Y no quería eso, tenía miedo de que todo lo que mi mente creaba pudiera hacerse realidad. Después de todo, la última vez que habíamos hablado de corazón a corazón fue la vez que me explicó lo que le había pasado cuando mamá me llevó hasta su ex apartamento. Antes de ello solo me había gritado recalcando lo mimada que era y que no era diferente a todo lo que decía detestar se mi familia, todo por haberle robado el cariño de gjyshe. ¿Acaso esto era una venganza? Una que ni ella misma notaba que lo era, yo le había quitado a su abuela y ahora ella pasaba excesivo tiempo extra con la mía. Pero no era lo mismo, mientras gjyshe era maravillosa nada más al conocerla, llevaba años conviviendo con Addy como para saber sobre lo traicionera que podía llegar a ser. Sin embargo, nunca saldría como Cenicienta quejándome sobre los maltratos de mi madrastra, o en este caso mi abuela. Me faltaban dedos para contar todas las veces que me hicieron comentarios misóginos junto a la tía Helena y mamá nunca hacía nada, cuando era niña y me hicieron avergonzarme por usar un vestido corto para el regreso a clases de séptimo año, cuando ellas me dieron la idea de que lo más resaltante que podía tener era mi físico. Nadie me quitaría esos recuerdos, no podía simplemente olvidarlo como si no hubiera pasado y fuéramos la familia feliz.

ENSNARING the JumpoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora