¿En el presente?

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120km/h. Eso es lo que marca el medidor de velocidad que va dentro del coche, un coche invadido por un extraño, el mismo extraño que lo ha manejado por años. Sus manos van entrelazadas al volante como dos tenazas de metal, de ahí no se van a separar un solo instante, tan duras y frías que parecieran las de un muerto. 

 La noche es la más negra en años, más obscura que un cuarto totalmente cerrado, sin ventanas ni vidrios, donde lo único que resalta es más obscuridad. Las calles están desérticas, nada las habita, nada las transita, ni un solo auto es manejado por el lugar, ninguna persona camina por las veredas, ni los pabellones, ni siquiera los perros abandonados que liberan tristeza al verlos, caminan por ese sitio. 

Todo eso, al menos, es creído por la mente del conductor, no observa nada mas que luces que se mueven por sus costados, luces que parecieran líneas de color. Su pie es terco, presiona cada vez más fuerte el pedal del automóvil, al cual no le cuesta nada acelerar, como si tratase de un coche de carreras. 140km/h es lo que marca ahora, la línea roja avanza intentando rodear el circulo del medidor, casi lo logra, la terquedad en los pies del conductor lo hará lograrlo. 

Nada pasa dentro del auto más que el sonido del motor y la adrenalina que invade el cuerpo del sujeto, ni siquiera observa que es lo que hay enfrente, solo presiona el pedal lo más intensamente que puede intentando llegar a donde solo él sabe. Pensamientos de dolor, recuerdos malditos invaden la mente como cicatrices abiertas, dolidas, recién hechas.Son las 3 am, la noche proyecta una obscuridad que no se encuentra más que a sí misma y las gotas de lluvia parecen chispas que intentan incendiar un poco el color negro que no parece acabar. Golpean y golpean el aluminio del auto, cada vez más frecuentemente, más intensamente, todo pareciera es creado por la velocidad a la que va. 160km/h. 

La velocidad continúa aumentando y el pie se sigue hundiendo. Su mirada parece perdida, sus ojos se pintan de color blanco, como los de un ciego, ojos que siempre han funcionado como los de un halcón. Parece no tener objetivo alguno, la velocidad es su única meta. 190km/h y el hombre parece flotar, el coche se siente levitando, las llantas parecen lijas sobre el suelo y el sonido de la lluvia es insoportable. Sus dientes se presionan los unos a los otros, podrían oírse crujir si no fuera por el insoportable concierto de adrenalina y ruido que se están suscitando en el mismo lugar. 

 Las tenues luces en los faros que iluminan el camino expulsan rayos de luz que más que alumbrar, parecen ser velas que dan la bienvenida a alguno de los círculos del infierno, el peor de todos. Continua sin ver nada, parece estar totalmente desesperado que su visión a la realidad es nula. Para él, en la calle no se respira nada, no ocurre nada, no pasa nada.Sus manos continúan postradas sobre el volante, fijas y calculadoras como las de un cirujano, su mirada, aún perdida, parece estar concentrada en su objetivo, un objetivo que trasciende la realidad, quizás sea un objetivo trágico y fulminante. 

Puede que lo único que busque sea parar su velocidad en seco y observar quien gana entre la física y él.La velocidad continua y su trayecto parece incierto. En su rostro tiene incrustadas marcas de la batalla, cicatrices que se podrían quitar con agua. Son lagrimas secas, derramadas ya hace un rato, pero parecen haber caído durante mucho tiempo. Comienza a disminuir su velocidad, parece estar volviendo en sí. Lo único capaz de salvarlo de su intenso objetivo es su instinto de supervivencia. Quizás es muy cobarde para estrellar el auto y retar a la realidad, quizás muy valiente. 140km/h es lo que marca y poco a poco va disminuyendo, las líneas de color que marcan su camino parecen tomar formas circulares, se comienzan a observar como focos, radiantes e intensos, focos de ciudad. 

 80km/h y el coche comienza a relajarse. En sus manos ya no se marcan las venas como tubos de ensayo y sus dedos parecen tener movilidad. - Ya voy llegando. PiensaRecuerda su trayecto y la terquedad en su pie se hace de nuevo presente. La velocidad comienza a subir de nuevo. 90km/h y las luces comienzan a volverse rectas una vez más. Sus manos parecen más tibias que antes, ya no toman el volante con la misma fuerza. De pronto comienza a perder el control, las llantas rechinan y el sonido es intenso, sus dientes comienzan a rechinar tan fuerte como ellas, sus ojos continúan perdidos. 

Hasta donde llegan tus sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora