Llegaba como de costumbre a las 7pm a su casa, tocaba las alabadas en forma de lobo y león que tanto le gustaban, lo hacía con tanta elegancia que el sonido era parecido al de una orquesta totalmente coordinada. Esperó durante varios minutos a que alguien le abriera, ya fuera su amada o el mejor. Nadie lo hizo así que supo que algo no andaba del todo bien. "Quizás están ocupados", pensó. Sacó las llaves de su gabardina y al primer intento logró abrir su gran portón. Las puertas se abrieron más rápido que de costumbre, como si lo invitaran a entrar más rápido, como si le advirtieran algo. Caminó por todo el jardín donde lo único que podía escuchar era el caer del agua en las fuentes, miles de gotas se hacían caer sobre más agua para realizar la danza repetitiva. Un sonido que él amaba, pero por alguna razón hoy lo sentía frustrante y agobiante. Se acercó a ellas y las apagó, ya no quería escucharlas más, algo en su mente le estaba dando mucha comezón y lo estaba volviendo loco.
Al lado de la fuente se encontraba uno de los aretes de Luna, parece ser que estuvo ahí. Quizás disfrutando el sonido del agua, quizás meditando con el canto de los pájaros o puede ser que el mejor se lo escondiera como hace de costumbre para enfurecerla. Ella no toleraba mucho a el mejor, le parecía algo demasiado fuera de lo común, eso aunado a que él se comportaba como un perro pequeño y hacía sus necesidades dentro de la casa, la volvían loca y fácilmente verlo le resultaba insoportable.
Abrió la puerta principal y el sonido había sido robado. Normalmente, su esposa, tenía puesta música que ambientaba el lugar, de gustos muy variados. A veces podía llegar y escuchar un poco de Shakira o La Rosalía que lo ponían a bailar automáticamente, como un mono de circo. Otras veces le tocaba ser testigo de una incoherencia total, pues llegaba a su casa y escuchaba de fondo miles de guturales seguidos, provocados por bandas que se llamaban como películas. Escucharlos le parecía curioso, admiraba su talento musical pero no era fan de su arte, parecía un ritual para invocar mil demonios. "¿Cómo a una mujer como ella le puede gustar esta música?" Siempre se lo preguntaba. "Seguro tenía que ver con su pasado, quizás esa música la hacía liberar sus miedos y contrarrestar sus temores,los gritos interpretaban a los suyos y la distorsión en las guitarras borraba sus recuerdos.Nunca lo sabré", siempre decía.
En ese momento no había ni una ni otra, el silencio era sepulcral y no muy distinto a estar en una tumba. Julio se paró justo enfrente de la puerta y con muchas fuerzas gritó "Luna". El eco retumbó varias veces de pared en pared, la casa era tan grande que el sonido tardaba 2 segundos en volver. Nadie contestaba. Julio se comenzó a preocupar. "Mejor", gritó nuevamente. De igual manera el eco fue la única respuesta que recibió. Caminó hacia la cocina donde normalmente se la vivía Luna. Diario le preparaba unos pastelillos para comer después de su trabajo y se sentaban a platicar sobre los crímenes del día. Hoy no había platica, no había nadie ahí, solo el silencio. Curiosamente los pastelillos estaban en el centro de la mesa, esperando a ser comidos.
Ya llevaba cierto tiempo que Luna parecía hacerlos más por obligación que por amor, que no recibía de la misma manera a Julio al llegar. Sus palabras se sentían secas como una hoja que cruje cuando la pisan, su actitud parecía indiferente a los cuentos de Julio, que eran más interesantes que nunca antes, incluso, ya no hacía el amor con la misma intensidad, ya no la hacía vibrar al estar dentro de ella, ya no la sofocaba con sus abrazos y su boca sabía a pasto. Ya no realizaban arte, ahora se quedaba en la vaga idea actual del sexo.
Julio seguía siendo el mismo, detallista y amoroso como siempre lo había sido. De vez en cuando la sorprendía con unas bellas rosas y chocolates. Se tardaba horas en encontrarlos porque tenían que ser sus favoritos, los que solo venden en el pueblo donde los dos nacieron. Se esforzaba por hacer de su relación, una emocionante y excitante. Rompía la monotonía con viajes y sorpresas, con actividades y detalles. Cada cierto número de días le dejaba una carta en su almohada donde le declaraba su amor como un adolescente cualquiera, le recordaba las cosas que lo hacían amarla y porque era lo más importante en su vida. Recalcaba lo feliz y afortunado que era por tenerla a su lado y que cualquier duda que tuviese era mera mentira. Le preocupaba tanto satisfacerla en el acto amoroso que se metía a tálleres de meditación para concentrase en el acto, poder durar más y ser más placentero. Le tendía trampas en su bañera en las que colocaba miles de pétalos de rosapara guiarla por un camino que terminaba en su cuerpo. Un cuerpo que mantenía intacto al paso de los años, para que ella al verlo, se excitara de la misma forma que la primera vez. Eran incontables los besos que le daba mientras la acariciaba. Recorría cada centímetro de su cuerpo con una lengua que buscaba limar cada aspereza que su cuerpo tuviera. Sus dedos eran masajistas que liberaban su estrés al más alto nivel. Sus pies se entrelazaban como dos cuerdas que forman el nudo perfecto. Y sus cuerpos se aliaban como las alas de una mariposa que da sus primeros indicios de volar.
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Hasta donde llegan tus sueños
Bí ẩn / Giật gânEsta es la historia de un ser maldito. Julio Altamirano. ¿En qué momento logrará entender la intensidad de sus sueños?