Hay un cadáver, todos lo notan.
Las miradas se posan en él como si fuera el peor de los monstruos.
Tiene cara de maníaco y camina con la cara en alto.
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Huele a un perfume extraño.
Algunos lo llaman culpa, él lo llama libertad.
Las sirenas suenan por todo el lugar.
La policía ha encontrado el cuerpo.
Lo están interrogando, pregunta tras pregunta.
Al parecer de todos los criminales de la sala él es el peor.
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"Él lo hizo, él lo hizo, él lo hizo"
Algunos susurran.
"Tengan cuidado, no es el mismo"
Algunos dicen.
Pero solo hay algo cierto.
En esa sala todos son tan culpables como lo es él.
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Su mamá se enteró, le limpio las lágrimas y le cerró los ojos al muerto.
Ella quería saber la verdad, ella no sabe que hay crímenes que es mejor tener enterrados.
Así que cogió su pala y enterró sus secretos con los muertos.
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"Él lo hizo, él lo hizo, él lo hizo" Algunos dicen.
Otros susurran que está jodida de la cabeza.
Jamás van a parar de hablar, él lo sabe.
Si hay algo en lo que son buenos los criminales, es en incriminar.
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Porque ellos susurran.
"Él lo hizo, él lo hizo, él lo hizo"
Y a lo mejor es cierto que él lo enterró.
Pero él sabe que ellos lo mataron.
Ellos vieron su sangre caer de su cuerpo como una fuente.
Él sabe que todos tienen el arma homicida en la mano.
Y si no hay evidencia es porque el fallecido nunca existió.
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Ahora todos están llorando su partida.
"Tenía esos ojos brillantes, sonrisa encantadora y todos lo amaban" repetían una y otra vez.
Él solo se ríe al escucharlos.
Los hipócritas hablando bien del muerto, pero condenándolo cuando estaba vivo.
Ahora cementerio del pueblo tiene una nueva tumba.
Y el nombre Pablo se puede leer en ella.
