Capítulo 22.

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Las palabras de Arcane llegaron a mí con la potencia de un trueno, me ahogué en su súplica, me perdí en sus expresiones desconcertadas repletas de terror, me invadió el súbito deseo de estirar la mano, arrancar su nítida desesperación, debía hacer algo, mi ser me gritaba la necesidad infalible de hacer algo por ella, sin embargo, Arcane parecía estar a millas de distancia, tan lejos de mí cada vez más oscuro al punto de solo escuchar sus exclamaciones y la voz de Alessia di Hestiana, pronto perdí de vista a Kassandra, incluso la espada en mi mano se aflojó, temí de inmediato perderla, no podía perder mi arma ni perder el juicio en momentos decisivos, no obstante, no estaba en mi absoluto control, era la niebla introduciéndose en las grietas que ya se formaban en el tan brillante escudo de Kassandra... ella, que probablemente estaba resistiendo lo más que podía, todos la estábamos dejando sola en Vaufre, todos estábamos perdiéndonos en las mentiras de las bestias sonrientes sobre el escudo.

Trato de enfocar mi mirada desenfocada, parpadeo un par de veces, era peligroso dejar ver al enemigo la forma en como se iniciaba a ceder con tanta facilidad "Kassandra" pienso, su nombre trasluce en mi mente nebulosa cuando la escucho dirigiéndose a alguien a kilómetros de distancia, no la puedo ver, pero puedo percibir el agotamiento en decline próximo a llegar a cero, los hilos que iniciaban a romperse hilacha por hilacha hasta retornar y fusionarse, ese era su plan, los Íngannes pretendían aislarnos para tomar a Kassandra, King no era débil por sucumbir paso a paso contra ellos, Kassandra era mucho más impetuosa, firme y fuerte de lo que todos bajo en ese escudo estábamos, necesitaban de todo un ejército para derribarla, necesitaron de un ejército de monstruos como obstáculo, ilusiones para los aliados y la propia batalla que seguramente ella estaba liderando.

Kassandra no temía de Íngannes, el único idioma que Grintay conocía era el de la violencia, estaba asustado lanzando zarpazos al aire, sabía que en cualquier momento se vería obligado a ceder terreno, el asustadizo era el único señor la Corte, despierto en el momento donde todo estalla, resultó ser tan repentino que no me percaté de ello, sin embargo, Kassandra había eliminado a la exagerada cantidad de monstruos al acecho, volví a sentir la lluvia en mi cuerpo, mis pies en el charco de agua, los relámpagos, luces iluminando el cielo nocturno, los edificios y la niebla en los alrededores, la catana pesaba en mis dedos otra vez, estaba lleno de vida, de formidable intensidad preparada para matar, me preparo sosteniendo con una ambas manos la espada por la empuñadura, me sorprendo de encontrar a Ethan a mi lado derecho con las manos envueltas en flamas de fuego que le dan un aspecto salvaje a su rostro, a mi otro lado Arthur con el arco casi intangible de ver cargada con una flecha y al final Astrae, enfurecida, enfocada en su objetivo: matar, ganar esta batalla.

Los Ígannes se precipitan con violencia abrasadora, se lanzan con ímpetu, incluso cortar sus carnes es dificultoso, el segundo cae sobre mí, caemos sobre mi espalda, podría jurar que algún disco cervical se ha salido de su lugar, no obstante, ese es no un impedimento para que mis brazos soporten su peso "ya viví esto" pienso "tuve a un licántropo sobre mí" también pienso en que las bestias resultaba fácil interceptarme de esa manera, gruño y presiono los dientes, no perdería, extiendo la mano aguantando con la izquierda lo más que puedo, atrayendo un rayo, una única descarga, la carta debajo de la manga que me salvó la vida antaño, no destroza al Ínganne, sino, la introduzco en su cuerpo, haciéndolo estallar en cientos de trozos, la sangre verde brota y se adhiere a mi ropa, me incorporo con velocidad, a tiempo de no ser aplastado por otro ente, aterriza a mi espalda es el segundo en que mi oportunidad llega para romper su complexión rígida en dos con el filo de la espada, Arthur se ha adelantado varios pasos, liderando la lucha contra sus propios contrincantes con gracia aniquiladora inamovible, bajo mi propio campo de visión obstaculizado por decenas de monstruos lo veo.

Lanza flechas de tres en tres, la cuerda es un hilo de luz inexistente, forma un perfecto triángulo al ser sostenido el arco por el mango con la elegancia de sus dedos, apunta, suelta y derriba, justo en el blanco, Ethan al otro extremo es más un príncipe con entrenamiento, la combinación de flamas y golpes es sorprendente, gira, lanza ganchos, abajo, arriba, en su lateral, las piernas extendidas en un grado de cuarenta y cinco para asestar patadas, una vez que ha conseguido derribar a su víctima, le arrebata la vida ─si es que estos monstruos tenían vida─ con una esfera de fuego, pulverizante en el interior de sus pechos, el filo de la cola me alcanza, arañando mi rostro, haciendo sisear de escozor, retrocedo dos pasos, pronto la sangre se mezcla con el agua que cae, levanto la espada sobre mi cabeza y no lo pienso dos veces, la cabeza del Ínganne cae en un golpe amortiguado por la lluvia, es ahí cuando mi atención declina hacia ella, Kassandra lleva algunos minutos tendida sobre sus rodillas en el asfalto, mis defensas disminuyen cuando la observo, el cabello le cae como costinas empapadas sobre los hombros, no veo su rostro, no veo sus ojos, me es privada la necesidad de diferenciar sus lágrimas del resto del aguacero.

La Última Misión del Guardián.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora