Capítulo 1

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Como un ángel caído del cielo envuelto en llamas, aquella radiante pelirroja aterrizó sobre mí dispuesta a llevarme directo al infierno.

—¡Auch...! ¡Qué torta! ¡Pero ha sido divertidísimo! ¡Y no me he matado! Pero el suelo aquí fuera está más blandito de lo que esperaba. Espera, no, ¡¿qué es esto?! Es como grande y suave y... puaj, y huele a cuadra. ¡Dios mío, no! ¡He aterrizado sobre un animal! ¿Lo habré matado?

—El animal apestoso soy yo, ¿vale? —dije intentando incorporarme cuando la joven que permanecía sentada sobre mi pecho hizo por fin una pausa.

—¡Se mueve! ¡Se mueve! ¡¡No me comas!!

Se levantó como una flecha y clavó su mirada en algún punto incierto del suelo justo al lado de donde yo me encontraba.

—¡Lo siento! ¿Te he hecho daño? ¿Estás bien? ¿Eres un guardia?

¿Es que no respiraba entre frase y frase?

Me levanté despacio y sacudí mi ropa. Cuando me recosté a orillas del fiordo a los pies del castillo, no contaba con que nadie fuese a lanzarse muralla abajo sobre mí. Pero, por lo visto, un rato de descanso a la sombra de un buen árbol después de cuatro días de trabajo a contrarreloj para abastecer al castillo de hielo de cara a la preparación de la ingente comilona que iban a preparar para la inminente coronación de la reina, era demasiado pedir.

—A ver, por orden. Primero: tranquila, estoy bien y no tengo intención de comerte. Segundo: y, ¿tú? ¿Te encuentras bien? Eso ha sido peligroso. Y, tercero: ¿de verdad te parece que tengo pinta de guardia?

—No hueles a guardia, desde luego —contestó dirigiendo la cabeza hacia mí y cerrando sus ojos para olisquearme en la distancia.

—No te recomiendo esforzarte mucho por captar mi olor. Llevo cuatro días sudando la misma ropa y durmiendo pegado a un reno.

—Así que es eso... Bueno, tampoco es que haya que hacer un gran esfuerzo para olerte, ¿sabes? —contestó riendo.

Me habría indignado ante la desconsideración en sus palabras, pero no podía negar la realidad y, sobretodo, su grácil y desgarbada risa me había enganchado de forma que casi no podía pensar en nada más.

—Y... ¿puedo saber a qué debo el honor de haberme convertido en tu punto de aterrizaje? —pregunté reparando por primera vez en el refinado vestido que lucía y que dejaba claro que no se trataba de ninguna infiltrada en el castillo.

—Eh... bueno, ya sabes, no te he visto.

Aquella muchacha dirigió por fin la vista hacia mí y de repente lo entendí todo. Su mirada perdida y cristalina parecía llena de espíritu y vacía de vida a la vez.

—No puedes verme, ¿no es cierto?

—En absoluto. Pero no te lo tomes como algo personal, no veo nada, ¿sabes? No es como si no quisiera verte a ti expresamente.

—Ya... no tenía intención de convertirlo en algo personal —dije riendo levemente ante otra de sus extrañas reacciones—. Yo me refería más a que por qué estabas saltando el muro, pero supongo que no es asunto mío.

—¿Quién eres? —preguntó aparentemente obviando mi comentario.

—Soy Kristoff.

—Y...

—¿Y?

—¿A qué te dedicas?

—Sigues intentando averiguar si soy un guardia, ¿no es así?
—¿Se nota mucho?

Su inmensamente azul mirada, aún ahogada en un aura vacua, se mostró lastimera. Nunca pensé que los ojos de un invidente pudiesen reflejar tan bien su alma.

—No sé por qué te preocupa tanto, pero no soy un guardia, ¿vale? Soy un vendedor de hielo.

—¡¿Vendes hielo?! Y, ¿es divertido?

¿Qué era lo que encontraba tan emocionante de mi oficio?

—Me mantiene vivo.

Se hizo un incómodo silencio que ella ocupó mordiendo su labio y jugando con la punta de una de las trenzas que caían sobre sus hombros. Era sencillamente preciosa.

"Hora de irse."

—Bueno, no parece que tengas intención de explicarme quién eres tú, así que voy a seguir mi camino y a dejarte a ti seguir el tuyo. Suerte con lo que sea que te traigas entre manos. Cuídate.

Caminé un par de pasos en dirección al establo en el que mi reno Sven esperaba tomándose su propio descanso cuando su fina y a la par fuerte mano me detuvo tirando de mi manga. Giré sobre mi mismo y vi la esperanza pintada por toda su cara.

—¿Me ayudarías?

El amor es ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora