El peli-plata se encontraba sentado en el techo de su casa mirando las estrellas, el cielo estaba despejado por lo que se podían ver claramente, además de que era una noche particularmente calida
—Hola -saludo una voz suave y calida a sus espaldas
—Obito -dijo el primer nombre que le vino a la mente
—Ya es tarde
—Lo sé
—Ve a dormir
—No puedo
—¿Por qué?
—No estás aquí
—Kakashi
—¿Cuando podré estar contigo?
—Falta mucho tiempo para eso
—Me haces falta
—Lo sé
—Te extraño, te extrañamos
—Perdón
—Tobi dice que te odia y los demás están demasiado tristes
—Ya me lo esperaba, pero no puedo volver
—¿Por qué nos dejaste?
—Porque necesitaba protegerlos
—Pudiste haber huido
—No quería que algo les pasará a ustedes
—Tus hijos son fuertes, yo soy fuerte
—No quería que los lastimaran
—Al final, fuiste tú el que nos lastimó
—Lo sé y realmente lo siento pero aún así mi mayor preocupación eran ustedes y saber que están bien y que tú los crías me hace feliz
—Pero nosotros no somos felices
—Algún día lo serán y lograrán superar todo, tú los llevarás por buen camino y yo los estaré observando a todos y cada uno de ustedes
—Pero aún así, no creo poder hacerlo
—Kakashi prométeme que cuidarás y llevaras a nuestros hijos por buen camino
—Yo...
—Se que puedes hacerlo, confío en ti
—Esta bien
—Gracias
El lugar había quedado en silencio, mientras los minutos pasaban el aire se hacía más frío y las lágrimas del Hatake salían, el daría lo que fuera para poder estar junto a su esposo al menos una vez más, aunque eso le costaría la vida
—¡Mamá! ¡Dónde estás! -escucho el grito de su hija menor
El Hatake bajo del techo y entro a casa, para ver a sus seis hijos, corrió a abrazarlos mientras las lágrimas seguían saliendo
—Prometo que los protegeré, sin importar que -dijo entre sollozos
No, no podía ser egoísta e intentar ir tras su pareja, tenía que cuidar a sus hijos, tal y como de lo había prometido a la ilusión del otro