XI/2

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La tarde se pasa apresurada y nuestras madres no han vuelto de su recorrido hacia donde sea que hubieran ido:

— se me hace que se han ido a mirar hombres. — Después de disfrutar el hermoso atardecer fuimos a preparar una fogata y a buscar gomitas para comer, después de esto llegaron nuestras madres

— ¿En dónde estaban?— preguntó con preocupación al ver que han llegado con un señor el cual las ayuda a sostenerse — más que todo a mi mamá

— Las encontré en la salida de un bar— dice aquel señor mirando a Nathan de reojo el cual se encuentra a mi lado.

Voy en ayuda de ellas, mientras que Nathan agradece, ayudo a mi madre hasta llevarla a la sala.

— T...tú, n...no e...res mi h...hija. — dice entre balbuceos

— ¿De qué hablas? estás borracha.

— Noo, m...mi h...hija no hubiera m...matado a su hermano.

Mis ojos se nublan instantáneamente, la pongo en la sala y me voy hacia la cocina a intentar preparar un caldo para que se le pase un poco la borrachera, empiezo hacer el caldo cuando Nathan llega a mi lado.

— No les pongas atención, están borrachas.

Agacho mi rostro y sigo picando la papa

— Dicen que los borrachos dicen la verdad ¿no?

— Sí, pero lo que dijo tu mamá no es cierto.

— ¿Y tú qué sabes?

— Ya por favor no te atormentes más por el pasado.... Te ayudo, creo que se quedaron dormidas.

Asiento con la cabeza y vuelvo a mi tarea. Al terminar le doy el caldo a mi mamá y Nathan se lo da a la suya, las llevamos a sus cuartos y luego Nathan me acompañó al mío.

— Me voy a quedar contigo hasta que te de sueño. ¿Qué quieres hacer?

— Contemos historias de terror

Y así estuvimos toda la noche hasta que un grito de dolor me despertó, miré a mi alrededor y estaba sola, me levanté de mi cama. Corrí por el pasillo y me encontré con Nathan intentando abrir la puerta de Lía. Camine hasta la puerta de mi mamá y al abrirla me doy cuenta que estaba en el piso tocándose la cabeza.

— ¿Qué pasó?

— Me caí de la cama... ¡ahhh! me duele la cabeza... ¡¿MARÍA POR QUÉ NO CERRASTE LAS CORTINAS?! ¡NO VES QUE ME DUELE LA CABEZA CON ESE SOL!

Me grita de repente, así que hago lo que me pide, Nathan se asoma por la puerta y me llama con la mano. Cuando ya estoy cerca me dice: vamos no voy a permitir que te regañe solo por ser una irresponsable y no medir las consecuencias... Mi mamá no se pone tan pesada.

— Bueno, ella siempre es así — Cierro la puerta y empezamos a caminar por el pasillo

— Bueno pero cuando te grite por nada no le hagas caso, solo ignorala.

— Eres muy sensible con estos temas. Prométeme que no te vas a empezar a deprimir por nada.

— sí, claro. Lo prometo, ¿Cuándo me has visto así? Que dramático eres.

El voltea los ojos y me invita a bajar al primer piso, al estar allí me toma de la mano y me dice:

— hablo en serio, ¿por qué nunca me tomas la palabra?

— Porque siempre dices bobadas

Ríe y me hala hasta que su cuerpo roza el mío

— No, te vuelvas a poner esa pijama en mi presencia pequeña. — Me susurra para que nadie lo escuche. Me miro y solo me encuentro con unos shorts y un esqueleto.

— ¿Qué tiene? — se ríe, niega con la cabeza.

Me suelto de su agarre y salgo corriendo, para decir a continuación:

— La llevas. Me dispongo a ir a la cocina, y me escondo detrás del mesón individual. Me agacho y me sitúo en la parte de atrás—María— Me llama haciendo mover algunas sillas. De mis labios sale un pequeño chillido cuando el sonido está más cerca, coloco una de mis manos en mi boca para que de esta no salga ningún otro sonido involuntario, me giro hacia la derecha para mirar desde ese lado, sin encontrar nada.

Me toman de la cintura desde la parte de atrás, de mi garganta sale un grito ahogado, él sólo ríe y sale corriendo diciendo: La llevas. Río y salgo en su búsqueda.

Me encamino hacia las escaleras para en seguida buscar en las habitaciones empiezo por su habitación; entro en ella busco debajo de la cama, en el baño y no me queda más opción que ir a buscar en el cuarto del armario, el cual es bastante grande como para que quepan diez personas.

—Nathan. ¡Mira lo que tengo para ti!

Digo para hacer que aparezca, muevo algunas camisas y que están colgadas para mirar si está ahí, sin embargo lo único que mis ojos captan es una hoja cayendo al suelo, me agacho para tomarla. Lo que acabo de tomar, parece ser una carta, en donde está mi nombre. Estoy por abrirla hasta que un timbre de voz me hace dar un respingo y girarme rápidamente, escondo la carta en mi espalda pero es en vano ya que su vista recae en mis manos.

— Laila dámela, —niego con la cabeza— dámela no es tuya— dice con una fingida calma— que me la des.

— No aquí está mi nombre, entonces no te la doy. — empiezo a correr en dirección a mi cuarto— si no fuera para mí porque está el nombre ¿eh?

Él está por atraparme pero para mí fortuna alcanzó a llegar a mi cuarto, cierro la puerta con pasador, guardo la carta en el abrigo que traje cuando venía hacia acá. Nathan empieza a golpear desesperadamente la puerta, para que le entregue la carta, sin embargo no estoy en disposición ni para abrirle ni para pelear.

Al parecer la señora Lía parece levantarse para alegar con Nathan por estar golpeando tan fuerte la puerta. Cuando ya están calmados decido ir por mi cartuchera de maquillaje, busco entre los distintos productos y encuentro la USB que me dio el amigo de mi hermano. Busco en el televisor que hay en la habitación una entrada que me permita ingresar el pequeño dispositivo, al encontrarlo la pongo y me siento en la cama esperando a que se reproduzca, luego recuerdo que hay que buscar el control y me llevo la mano a la frente lamentando ser tan mensa.

— ¡María! — Me llama mi madre, dejo el control en la cama y pongo mi abrigo en el armario para que Nathan no sospeche de él y no me lo quite.

#TA2021 No creeré en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora