Sei

253 32 14
                                    

Inhumano.

Esa era la palabra perfecta en la que Jung Hoseok podía describir a su padre, un hombre sin escrúpulos que podía matar incluso a un noble colibrí que se atrevía a hurgar entre las flores de su dulce jardín que estaba cultivado de odio.

Aquel hombre había asesinado a su madre y hermano menor sólo por despecho y desprecio hacia aquella dulce mujer.

La policía jamás lo llevó como culpable ya que había dicho que fue en defensa propia porque había matado a golpes a su hijo menor además de que había sido para protegerlo, lo cual, era mentira. Lo que más le decepcionó fue saber que la policía no decidió investigar más a fondo dejando el caso con ese único lado del cuento.

Trabajaba en una pequeña cafetería para mantenerse ocupado todo el tiempo posible y no llegar a casa, deseando a cada momento que ese hombre pagara por lo que había hecho.

Ese noche había llegado tarde a casa y supo que su padre estaría ebrio así que trató de entrar en silencio para ir rápidamente a su habitación.

Como todo el tiempo, huyendo de la bestia.

Los días pasaban y pronto una luz de esperanza se hizo presente al notar a un hombre sentado fuera del establecimiento así que fue a atenderlo. Luego de darle su orden y esperar un rato a que terminara, recogió todo y con curiosidad notó el papel bajo la taza de café.

Era un número de teléfono con una dirección de referencia más las letras JK.

Aquel hogar que alguna vez se sintió como tal fue apagando se poco a poco con el paso del tiempo tras sentir la ausencia de sus dos personas más importantes.

Estaba esperanzado a que por lo menos esa luz fuera una solución al problema que tenía.

Un suspiro pesado salió de sus labios cuando guardó el papel y tomó la taza de café junto con el plato para dejarlos sobre el fregadero.

Tan pronto acabó el día tomó sus cosas para irse a casa caminando a la parada de autobús con un semblante melancólico, su padre sólo lo tenía con vida por el dinero que daba a casa mediante su trabajo. Se sentía como un cajero automático.

Toda la noche pasó pensando sobre si debía intentar algo así. Las mafias en Corea eran algo casi colosal además de que JK era la principal pero no sólo por sus crímenes, sino, por su habilidad de hacer lo que deseaban sin dejar huella.

Luego de tanto pensar tal vez sonaba una mejor opción. La pobreza en aquel país también era un tema demandante ya que incluso muchas personas vivían en la calle. Ser escogido o citado por la mafia más influyente de las sombras era casi como ganar la lotería.

El siguiente día había llegado tan rápido como la luz tras haber tomado su decisión. Esperaba que fuese la correcta.

—Jefe, ¿puedo pedir mi día libre para mañana?— Preguntó cuidadosamente al hombre de tercera edad el cual asintió con una amable sonrisa.

—Por supuesto, no te preocupes que no recortare tu paga. Has tenido una buena racha, felicidades.— Se retiró hacia su oficina y Hoseok sólo se dedicó a continuar su turno pensando en muchas cosas a lo largo del día.

Tan pronto vió la hora de su salida fue a cambiar su uniforme y tomó sus cosas despidiéndose cortésmente del personal y los demás empleados.

Al llegar a casa vió un auto aparcado y luego frente a este un pequeño de tal vez cinco años que miraba a ambos adultos discutir con un puchero en sus labios adornando su dulce rostro.

—¡Es tu hijo!

—Eres una zorra mentirosa, ¡esa cosa no es mía!— Habló su padre con enojo y rabia mientras que Hoseok frunció su ceño, entonces su padre había engañado a su madre mucho antes de lo que había pensado.

Yugen Selcouth.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora